CAPÍTULO 6 La búsqueda del elfo Sayfodías, la salvación del mundo misterioso.
En Rapsodac Anamork, Roger se debatía para intentar liberarse de las cadenas mágicas en el círculo del garbock. Parecía imposible, pero Roger vio de repente su única esperanza de salvación: la magia del círculo se proyectaba desde un solo punto, más arriba. Si conseguía que la magia se reflejara en algún objeto y se proyectara en otro lugar, él estaría libre.
Sin embargo, no se le ocurría que objeto podía reflejar la magia del círculo hasta que observó más detenidamente su atuendo real. La capa que llevaba no se anudaba sino que se unía mediante un broche, hecho por elfos.
Roger sabía que sólo tenía una oportunidad, pero se arriesgó de todos modos. Agarró el broche con la boca y lo escupió en dirección a la magia.
La suerte estaba de su lado, el broche reflejó el hechizo del garbock hacia otro lado y él, por fin, estuvo libre. Para escapar de allí, Roger decidió emplear las pociones que llevaba guardadas. Cómo él no podía usar la magia, Andarwen, que era druida, le había preparado unas cuantas que llevaba siempre encima.
Sabiendo ya lo peligroso que sería lo que iba a hacer, Roger se bebió una poción que servía para cambiar de forma. Decidió adoptar la forma de Ziguri, el lacayo del garbock.
El efecto fue inmediato. Se hizo mucho más pequeño, las orejas se le alargaron y los ojos se le hicieron más grandes. Era una sensación extrañísima, ya no era un hombre era un demonio.
Cuando se acercó a un charco y se miró, se dio cuenta de lo poderosa que era la magia de los elfos: era una réplica exacta del demonio Ziguri, hasta la última mancha.
Con esta nueva apariencia, Roger avanzó por las catacumbas del garbock recorriendo múltiples pasillos. Todos parecían iguales, pero Roger descubrió la salida tras estar caminando mucho tiempo en círculos.
Sin embargo, cuando se dirigió hacia su salvación, escuchó una voz y se le encogió el estómago.
-Ziguri, ¿qué haces aquí?
Era el garbock y Roger temió que el monstruo lo hubiera descubierto.
-He escuchado un ruido y he venido para ver qué era, mi señor-contestó Roger con la forma de Ziguri. Había estado casi un año encerrado allí y conocía bastante bien el comportamiento de Ziguri, al igual que los gestos que hacía y su manera de hablar. Aunque era una excusa muy pobre, valía la pena intentarlo.
-Quiero que vayas a la Cámara del Destino y vigiles al rey de los elfos, él es el único que puede convocar a los elfos para poder usar el hechizo definitivo Artema y parar al Valrog.
Roger escuchaba atentamente y cuando el garbock se marchó, escapó de las catacumbas y corrió por la tierra de Rapsodac Anamork. Sólo cuando salió de la que había sido su prisión, pudo ver la catástrofe que se cernía sobre el mundo entero: la criatura que había invocado el garbock (Roger supuso que era el Valrog) estaba provocando terremotos que abrían grietas gigantescas en el suelo y se tragaban todo lo que encontraban a su paso. Y no sólo eso, también había provocado una tormenta perpetua que descargaba rayos sin cesar y un aguacero que inundaba todo el país arrancando árboles, rocas y todo lo que se pusiera a su alcance.
Deyanira atravesó las puertas de la casa-árbol involuntariamente, al igual que sus amigos. Una extraña magia movía su cuerpo, sin que ellos pudieran hacer nada por impedirlo.
Cuando por fin se detuvieron, una mujer de cabellos dorados, casi blancos, apareció ante ellos.
-Bienvenida, princesa de los elfos, a mi humilde morada-dijo Morgana.
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Mundo misterioso
FantasíaRoger, un profesor de literatura, descubre un día a un leperchaun que le dice que la única manera de ayudarlo es hablando con la elfa de los bosques. Así lo hace y aparece en un mundo desconocido, lleno de peligros y criaturas mágicas. Roger se verá...