Conociendonos.

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La habitación estaba completamente a oscuras, solo se escuchaba la respiración del pequeño adolescente. Hace cuatro días que se estaba quedando en el departamento de su psicólogo, al mayor no le molestaba en lo absoluto que se quedara, pero parecía que el adolescente se sentía bastante incómodo por las miradas y el cambió de personalidad del adulto, ya que cuándo llegaba del trabajo venía un poco serio pero a los minutos era muy amable, habían logrado conocerse bastantes el uno a el otro en esos días. La noche que el adolescente había tenido una conversación con el adulto y se había puesto a llorar, a los minutos lo llamo su madre borracha diciéndole que vendrían sus familiares a la ciudad y se quedarían en casa, así que le pidió que se quedase en casa de un amigo.

Ya había amanecido, y era sábado por la mañana, el mayor no tenía trabajo y el castaño no tenía instituto, así que estarían mayor parte del día juntos. El mayor al levantarse fue hacía la habitación que se encontraba el castaño y abrió la puerta con cautela, se apoyo en la puerta y observó al adolescente, le causaba mucha ternura verlo tan frío la mayoría de las veces aunque era una persona muy frágil, además que para el mayor era muy lindo y adorable, lo consideraba maduro, casi igual que el y eso que se llevaban por nueve años. Al azabache le atraía mucho el menor y no lo negaba, le aparecía muy interesante y atractivo, pero trataba de eliminar esos sentimientos ya que su prioridad ahora era ayudar al menor en lo que el pudiera, además no sabía si el adolescente también pudiese llegar algún día a tener los mismos sentimientos.

El azabache se acerco a la cama del muchacho y se sentó en esta para observar más de cerca al castaño, sus facciones eran realmente delicadas, tenía la piel más suave que una chica, sus pestañas eran muy largas, tenía unos labios muy bonitos y una nariz respingada. El mayor no lograba entender porque cubría todo su rostro con su flequillo, era un chico atractivo, pero con una fuerte personalidad, terca y sarcástica. Los dedos del mayor se acercaron a los labios del menor y los toco por el borde suavemente con la yema de sus dedos, los labios del menor eran muy apetecibles y parecía imposible dejar de mirarlos, se preguntó que se sentiría besarlos. El menor al sentir el contacto del adulto se despertó y abrió los ojos, lo primero que vio fueron los hermosos ojos celestes del adulto penetrandolo con la mirada, el corazón del menor comenzó a latir con rapidez, solo con la mirada del adulto se sonrojaba y se ponía así.

-Buenos días.-dijo el mayor con una sonrisa y luego se acerco al castaño y beso su frente, cosa que lo hizo sonrojar más. El azabache era muy cariñoso, extremadamente diría el castaño, ya había tomado bastante confianza con el.

-B-buenos días...-tartamudeo el menor. Cerro los ojos con fuerza y giró la cabeza, el adulto seguía estando muy cerca de el y estaba muy nervioso. El mayor sonrió con ternura, le parecía tan adorable que le daban ganas de comérselo a besos.

-¿Como dormiste?-algo que le llamaba mucho la atención al menor era la delicadeza y amabilidad que lo trataba el mayor.

-Bien, ¿y tú?-preguntó aún más sonrojado.

-Bien. Oh dios mio....-el adulto se coloco ambas manos en la cara.-No aguanto más, ¡eres adorable!-exclamó y abrazo al castaño, este solo se quedo rígido en la cama.

-Thomas, por favor sueltame...me dejas...sin aire...-dijo el menor casi asfixiado, el azabache era bastante fuerte.

-¡Lo siento!-exclamó y se separo del menor.

-No te dejes llevar por tus impulsos Thomas.-le aconsejo.

-Lo se, pero aveces es imposible, solo mirate al espejo.

-Nunca entenderé como es que fuera de tu casa eres tan frío y serio, y en casa eres tan...infantil... impulsivo....y amable.-murmuro el menor haciendo una mueca.

-No puede ser igual con todo el mundo, no puedo ser amable con todos, hay muchas personas que se aprovechan, y lo digo por experiencia.

-¿Por experiencia?-preguntó el menor.

-Siempre he sido amable con todos, y hubo un momento en mi adolescencia que tuve depresión, hubieron personas que se aprovecharon de mi estado, me costo salir de la depresión y lo logre, y aprendí que no tengo que ser amable con todos.-la confesión había sorprendido al adolescente, tenía muchas preguntas que quería hacer, pero no estaba seguro si hacerlas.

-Y...¿tus padres te apoyaban en todo?-preguntó.

-Entre en depresión ya que mis padres murieron en un accidente de autos.-murmuró fríamente, aunque de verdad le dolía por dentro.

-Lo siento...-el castaño se sentía muy apenado.

-No pasa nada, fue hace muchos años. Ya lo supere.-dijo mirando a los ojos al menor.

-De verdad lo siento, no debí preguntar eso, oh...maldición, soy un idiota.-murmuró poniendo sus pequeñas manos en su rostro.

-Diego.-el mayor tomo las manos del menor y entrelazo sus dedos con los de el y puso sus manos a ambos lados de su cabeza, acerco su rostro a un centímetro de el de el menor. Ambos podían sentir sus respiraciones, el menor había dejado de hablar y había quedado en shock. Una imagen mental de el besándose con el azabache invadió la mente de el menor, se sonrojo aún más de lo que ya estaba y se deshizo de ese pensamiento lo más rápido que pudo.-Gracias por preocuparte por mi, pero estoy bien.-murmuro con ternura a un centímetro de sus labios, se separo un poco del menor y beso su frente delicadamente, se levanto y se paro en la puerta.-Voy a desayunar, ¿vienes?-preguntó amablemente.

El adolescente se levantó y camino con un poco de dificultad, ya que el pijama que traía le quedaba extremadamente grande ya que era del mayor. El azabache río y levantó las cejas con gracia, se volteó y salió de la habitación, el castaño lo siguió hasta la cocina mientras observaba su marcada espalda, al llegar se sentó en una silla.

-¿Quieres un café?-preguntó el mayor.

-Esta bien...

-Diego, ¿te puedo preguntar algo? -preguntó el azabache mientras hacía el café.

-Ya lo estas haciendo.-dijo con seriedad. El mayor bufo con gracia y se apoyo en una pared con ambos brazos cruzados, cosa que hacía que sus músculos se marcaran, los ojos del menor no pudieron evitar notar eso y se quedó embobado observando a el condenadamente sexy azabache.

-¿Tienes novia? -preguntó con cierta esperanza que la respuesta fuera un no. Tomo una taza de café y le entregó una al menor mientras tenía una para él en su mano.

-No tengo, ni quiero tener una, ¿has notado lo insoportables y histéricas que son las mujeres?-dijo con cierto tono de humor, por muy serio y frío que fuera, la mayoría de las veces decía las cosas enserio, aunque de vez en cuando decía bromas.

-Lo he notado.-se echó a reír el mayor.-Pero supongo que ya has besado a una, ¿o me equivocó?-preguntó con gracia. Le divertía mucho la situación porque se notaba que incomodaba al menor.

-Nunca he besado a nadie...-murmuro casi en un susurro.

-¿Que? ¿tienes quince años y nunca has besado a nadie?, wow...-el mayor parecía sorprendido aunque de cierto modo le agradaba eso y se imagino a el dándole su primer beso a el menor, sonrió con ternura y observó al menor detenidamente, se notaba realmente incomodo.

-Además nunca me han gustado las chicas, me llaman la atención más los hombres, aunque nunca me ha gustado uno, solo me llaman más la atención.-confesó como si nada. Al oír eso el mayor esbozo una sonrisa con satisfacción, le encantaba la sinceridad del menor.

-Al menos tenemos algo en común.-dijo sentándose en frente de el.

Diego se quedó en silenció y tomo un poco de café, estaba un poco confundido, había quedado sorprendido con las palabras del mayor, se preguntaba si lo que acababa de decir se refería a que a el también le gustaban los hombres. Tenía muchas preguntas que hacer, pero la conversación fue lo suficientemente incomoda para el como para seguirla, cuándo parecía que al mayor le parecía divertida e interesante. Diego nunca le había dicho a nadie sobre su sexualidad ya que le parecía un tema irrelevante y completamente normal.

El hombre que me salvo [BL].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora