El día había comenzado con lluvia, estaba tan fuerte que parecía como si no quisiera detenerse nunca. Diego tenía que ir al instituto pero había despertado con resaca y estaba resfriado, odiaba enfermarse pero tampoco era algo que el pudiese controlar. El azabache había llamado avisando que no podría trabajar y lo hizo solo para cuidar al castaño, él le dijo que fuera a trabajar que estaría bien solo, pero el adulto insistio y termino aceptando. Diego estaba estaba acostado en la cama tomandose un té, y el azabache estaba sentado al otro lado del cuarto en un sofá viendo television.
—Hey, tú.—dijo el adolescente.
—¿Pasa algo? ¿estas bien? ¿nesecitas algo?.
—Thomas, estoy bien, por favor, dejame hablar.—ordenó el adolescente un poco irritado por tantas preguntas.
—Lo siento. ¿Que querías?—el menor volteó los ojos y miro a el azabache.
—¿Hice algo ayer de lo que deba arrepentirme?—preguntó bajando la mirada a sus manos mientras las movia nerviosamente. El mayor sonrió de oreja a oreja recordando todo lo que dijo e hizo.
—Tranquilo, no hiciste nada malo.—mintió.
—Que bien.—suspiro el adolescente y se tapo el rostro.—Realmente no recuerdo nada.
—Suele pasar.—comentó el mayor, se quito el abrigo que traía, ya que con el calefactor encendido la temperatura en el cuarto era muy alta.
Los ojos del castaño recorrieron la musculosa espalda del adulto, cada vez que lo veía así quedaba embobado, le parecía muy atractivo, pero de cierto modo, aunque odiara admitirlo, le gustaba su personalidad, le gustaría ser más amable con el y mostrarle que le había tomado afecto, pero se le hacía imposible, siempre había sido muy arisco con todos y ya era inevitable para el no serlo.
—Diego, hoy me llamo tu madre.—informó el mayor.
—¿Que dijo esa?—preguntó tratando de restarle importacia.
—Me pregunto si estabas llendo a mis consultas. Dijo que te estabas quedando en casa de un amigo, y que te había estado llamado pero no contestabas el celular. Dijo que tus familiares ya se habían marchado y que podías volver.
—Finje que le importo.—murmuró para si mismo el castaño con una sonrisa socarrona.
Diego no veía a su madre hace casi un mes, ya que nunca estaba en casa, y solo iba un par de veces a la semana, y se quedaba un par de horas ahí con algún amante. Realmente la detestaba, no entendía como ella se podía hacer llamar madre. No la quería por el simple echó de ser ella, ya que lo manipuló por años para que el fuera el hijo perfecto que ella quería mostrar a sus amigas. Diego no tenía una vida, lo golpeaba cada vez que hacía algo indevido y lo encerraba horas en su cuarto hasta que según ella el aprendiera. A los años ella descubrio que su esposo la engañaba, y lo supo gracias a Diego, ya que un día el le dijo "Estas tan loca que hasta mi padre ya se busco a otra, una que relamente vale la pena, y no una perra loca como tú". El nunca se arrepintio de sus palabras, sabía que el tenía la razón, y no tenía que pedir disculpas a nadie. Su familia se dividio, su padre se separo de su madre, se caso con una joven enfermera y desaparecio del mapa, ya que no volvio a saber que era de el. La madre de Diego, se metio en las drogas y el alcohol, no necesitaba trabajar, su familia siempre tuvo dinero y tenía una gran erencia que le duraría hasta su muerte. El menor creía que no le pudo tocar una peor familia que la de el, pero eso ya no le importaba en lo absoluto, el era muy frio con todos, era su manera de protejerse de que le hicieran daño, pero el si tenía sentimientos. Hace años que no lograba querer a alguien o al menos tenerle un poco de aprecío, hasta que llego Thomas a su vida, que aunque lo saque de sus casilllas, lo aprecía bastante, el lo ayuda en lo que puede, nunca lo ha tratado mal aunque a veces el menor lo insulte, es amable con el y demuestra que le preocupa. Diego estaba confundido, porque relamente ahora sentía como si necesitara al azabache en su vida y no entendia porque sentía ese sentimiento de necesitar a alguien, nunca antes lo había sentido.
—Thomas.
—¿Pasa algo?—preguntó el adulto voltendose a ver a el castaño.
—Ven.—dijo con confianza. El mayor se levanto, camino hasta donde estaba Diego y se sento en la cama.
—¿Que es lo que quieres?—preguntó con voz dulce. Con sus dedos corrio un mechon de cabello de la cara del menor que le impedía ver sus ojos.
—¿Por que eres tan bueno conmigo, cuando yo no hago nada por ti? ¿porque me ayudas? ¿solo lo haces por que mis padres te pagaron?.—al salir esas palabras de la boca del menor, el azabache fruncio el seño, le había molestado que el menor pensara eso se el.
—Primero que todo, soy amable contigo porque eres un chico fantastico, eres maduro, se que tienes problemas y quiero ayudarte, me recuerdas a mi en la adolescencia, estaba igual de perdido que tú, no sabía que hacer con mi vida, y yo quiero ayudarte con eso. Y si no te habías dado cuenta, si haces algo por mi, me haces compañia, antes de que te conociera mi vida estaba tan jodidamente vacia y ahora vuelvo a tener más razones para sonreir y vivir el día a día.—la voz del mayor ya no era tan amable como siempre, esta vez era fría y seria.—Y segundo y último, jámas lo haría por dinero, me gusta ayudar a las personas, ¿en serio me vez como ese tipo de personas Diego?. ¿Has oido esa frase que dice; "Las personas que se preocupan por todos son los que más necesitan que se preocupen por ellas".?—el menor asintió.—Bueno, ese es mi caso.
—Yo....lo siento...—el menor estaba realmente avergonzado.
—Pero tranquilo...—la voz del mayor ahora estaba más calmada. Acaricio su rostro con las yemas de sus dedos, causandole cosquillas y sensaciones desconocidas al menor.—Se que te cuesta confiar en las personas, te comprendo perfectamente.
—Gracias Thomas.
Al decir eso algo toco el corazón de Thomas, sabía que estaba haciendo las cosas bien. Quiza Diego lo dijo con seriedad, pero en el fondo eso tenía miles de sentimientos. El azabache abrazo a el castaño, envolvio sus fuertes brazos en su delgado cuerpo rodeandolo calidamente, los corazones de ambos latian a mil por hora, ambos podían sentirlo, pero eso no impidio que siguieran el abrazo. El mayor hundio su cabeza en el cuello del menor, tenía un aroma realmente delicioso. El abrazo que se estaban dando, era un tipo de abrazo que ninguno de los dos había dado antes, y ambos sentían que podían estar toda la eternidad abrazados, sin que nadie los molestara. Thomas se separo del menor y le sonrió con dulzura. Se levanto y abrió la puerta del cuarto y salío rumbo a su habitacíon, al llegar se sento inmediatamente en el suelo, suspiro pesadamente y coloco su mano en su corazón, latia muy rápido. Sabía muy bien lo que estaba comenzando a sentir, era amor, y sabía que era algo prohibido, pero eso hacía que le gustara más, ya había conocido bastante a Diego, y lo que único que tenía claro era que el castaño era como una tormenta y que a el le encantaban los desastres. Y una de las cosas que nunca ninguno sabra es que al mismo tiempo ambos tenían su mano en su corazón, sintiendo los latidos que se provocaban el uno al otro.
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El hombre que me salvo [BL].
Novela JuvenilDiego Evans es un adolescente indiferente con la vida, a sus pocos quince años sus padres se separaron, ellos creen que enviar a su hijo a un psicólogo sería lo mejor. El adolescente se topa con un psicólogo que parece realmente desinteresado por su...