Invierno.

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Hoy comenzaba el invierno, la estación favorita de muchos, pero también odiada por otros. Había una estrepitosa lluvia y hacía mucho frío, algo muy común en aquella ciudad. Diego había despertado con resaca y con un sabor de boca horrible, lo primero que hizo al despertarse fue levantarse, pero una punzada en su cabeza hizo que se volviera a acostar, luego de soltar un par de maldiciones sintió la puerta abrirse.

—Despertaste.—dijo el mayor sonriendo.—Buenos días.—se sentó juanto a el.—Ahí tienes un vaso de agua y una aspirina.—apuntó la mesita junto a el.

—Gracias.—el castaño tomo el vaso de agua y la pastilla rápidamente, no quería tener ese dolor de cabeza que tanto odiaba.—Por favor, dime nuevamente que no hice o dije alguna estupidez ayer.

—Claro que lo hiciste, pero no te diré que fue.—el azabache río por lo bajo y miró a Diego, quién estaba con la boca abierta.

—Eres malo.

—Lo se.—musito.

—¿Que tengo que hacer para que me digas que hice?—preguntó haciendo un puchero. El azabache cerro los puños con fuerza, en serio este chico era su debilidad, pero tenía que mantenerse firme ante el si quería llevar a cabo su plan.

—Acompañame a el festival que abrá hoy.—dijo con brillo en sus ojos, el castaño noto eso y sonrió levemente.

—Esta bien.—había aceptado porque quería saber que había echó, pero la razón más fuerte por la que iría era porque se notaba que le emocionaba la idea de ir juntos al mayor.

—Diego.—lo llamó friamente el azabache.—Ayer te excediste con el alcohol y la droga.

—¿Y pasa algo malo con eso?—preguntó restandole importancia.

—Claro que pasa algo malo, en exceso todo es malo. No te diré que no bebas o no fumes yerba, porque yo también lo hacía a tu edad. Lo único que te pido es que lo hasgas con moderacion.—pidío, tomando la mano del castaño suavemenete, el corazón de Diego se acelero y desvió la mirada.—¿Hubo alguna razón por la cual te pusiste así ayer?—el castaño nego lentamente, aunque el mayor no le creyo en lo absoluto.

—No te preocupes por mi.—dijo mirando a los ojos al mayor. Thomas se levanto y se paró en la puerta.

—Saldre al centro comercial a comprar un par de cosas, ¿te traigo algo?—preguntó y el castaño negó, el azabache abrió la puerta y salío de la habitación.

—Ignoro completamente lo que le acababa de decir.—murmuró el menor golpeandose el rostro con la palma de sus manos.

Aún era temprano, no eran más de las ocho de la mañana, la lluvia había cesado, y Diego se había quedado dormido, el mayor estaba en el centro comercial y tardaría un par de horas en volver. El departamento estaba tranquilo, el silencio hinundaba cada rincon de el, ya había salido el sol y se veía relamente hermoso, el castaño dormia placidamente gracias a eso, aunque sus sueños no eran tan tranquilos. A las horas de haber dormido, se desperto de golpe con el corazón acelerado, se miró la entrepierna y tenía una gran erección. Había estado teniedo sueños humedos, pero no eran cualquier tipo, el había estado soñando con Thomas.

—Mierda...—murmuró el menor.

Dispuesto a arreglar su problema se quito las sábanas de encima rápidamente, no estaba con pantalones así que solo se bajo un poco los calzoncillos dejando salir su miembro viril, lo rodeó con una mano, comenzó a mover su mano de arriba hacía bajo, cada vez aumentando más la velocidad, estaba muy excitado, con su otra mano agarraba las sábanas con fuerza debido al placer que se estaba brindando a si mismo, los jadeos no dudaban en salir de su boca y comenzó a imaginarse a Thomas haciendole guarradas y susurrandole cosas sucias en el oído. Un gemido salió de la boca del menor y siguió con el placentero movimiento cada vez más rápido, hasta que se corrió, intento no ensuciar, pero unas pequeñas gotas calleron en la sábana, limpió lo otro con una toalla que se encontraba cerca de el y se sentó en la cama. Se sentía extraño, ya que se había masturbado pensando en Thomas y se sentía nuevamente mal al pensar que no tenía alguna oportunidad con el.

El hombre que me salvo [BL].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora