Capítulo 19

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El tiempo seguía pasando lentamente, sin intenciones aparentes de cambiar para nosotros, acumulando desprecios y rencores más profundos cada día que pasaba en aquella puñetera casa. Todo estaba hecho un desastre sin Uruha, que era el que se había encargado de la limpieza desde el primer día en que llegó, librándonos del tedio de contratar a una mujer que lo dejara todo impoluto sin chismorrear por los rincones sobre nuestras actividades. La situación era insostenible; Ruki lloriqueaba por los rincones, pidiéndole clemencia a Shinji, y que trajera a Shima de vuelta, lo que por supuesto desataba la ira de mi antiguo dulce y gran amigo. Él, por su parte, estaba con los nervios a flor de piel y no hacía más que pegarle para que se callara, ahogando sus penas en litros de alcohol, cajetillas de tabaco baratas y sexo sin sentido. Por mi parte, yo... Yo no sé ni lo que estaba haciendo con mi vida, pero no podría aguantar mucho tiempo más de esa manera.

Me encontraba a solas en mi oscura habitación, matando el tiempo libre que tenía fumando como un condenado y aporreando el mando de la televisión en busca de un canal que me agradara en medio de la farándula televisiva de las tres de la tarde; al parecer a estas horas solo encienden la caja tonta las señoras amas de casa sin vida que necesitan conocer la de los demás para sentirse completas. Fue entonces cuando escuché unos ruidos fuera que llegaban por encima de los que proferían las personas que se hacían llamar periodistas del corazón; luego pude oír cómo algo que se rompía y a Tora gritando algunos de sus clásicos improperios. Al principio no me preocupé demasiado por esto, pensando que sería otro de sus enfados esporádicos con Ruki y que se solucionaría al de unos minutos en la cama, pero sus alaridos continuaban, y no podía distinguir ningún sonido de llanto o de queja por parte de Takanori, así que decidí salir de mi encierro a ver qué era lo que estaba ocurriendo en la casa.

En cuanto crucé la puerta del cuarto forzaron mi cara contra el suelo haciendo que mi nariz comenzara a sangrar y pusieron las manos en mi espalda, seguido de lo que luego supuse que serían unas esposas.

-¡Aahh! ¡Joder! ¡¿Pero qué pasa?!-me quejé a todo volumen, esto dolía como los mil demonios

-Agente Ogata Hiroto, queda usted arrestado por tráfico de estupefacientes y trata de blancas, entre otros cargos, tiene derecho a guardar silencio, cualquier cosa que diga podrá ser utilizada en su contra ante un tribunal-una voz algo aguda, de un chico joven que desconocía, invadió mis oídos

Así que estábamos jodidos.

-¡¿Has escuchado alguna vez el término brutalidad policial?!-me quejé mientras me obligaba a levantarme-¡Casi me rompes la nariz!-

-Cállese, podrá ver a un médico antes del juicio si lo desea-

Lo miré unos instantes; era solo un niñato rubio que no abultaba una puta mierda, al que en condiciones normales podría haber pateado al otro lado de la casa sin mayor esfuerzo, pero sabía que eso solo me complicaría las cosas; ya que estaba rodeado de agentes de la ley con sus armas cargadas y listas para ir en mi contra si se me ocurría hacer algún tipo de movimiento en falso. Rodé la mirada por la estancia hasta encontrar mis ojos con los de Tora, de rodillas, en el suelo, con claros signos de que le habían pegado para acallarlo. Ahora entendía los gritos que había escuchado antes.

-¿Shinji, estás bien?-le pregunté, tremendamente preocupado al ver su estado-¿Qué ha pasado? ¿Cómo nos han encontrado?-no daba crédito, llevábamos muchos años en esto y nunca habíamos tenido ningún susto, ¿no se suponía que la policía de este país estaba más que comprada por la Yakuza?

Quizá algún jefe de otro clan había vendido a Kazuki, ese retrasado fumaopio le daría la dirección de su casa a cualquier esperpento con pechos. Creo que elegí el puto bando equivocado; debíamos habernos ido con Gackt.

NantaimoriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora