Capítulo 30.

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n/a: Dioses, no se ni por donde empezar, voy a dejar de poner disculpas en cada capítulo porque en fin, ya creo que lo he explicado todo, proyectos, clases, falta de inspiración, no voy a decir cuanto tiempo queda para el próximo capitulo... que lo habrá pero me es muy difícil centrarme teniendo cientos de cosas que hacer, no voy a disculparme más a lo largo de lo que queda porque no quiero aburriros, os estoy muy muy muy agradecida a aquellos que sois pacientes y a pesar de todo aquí seguís, así que no pondré nada más, aquí me disculpo por la tardanza de este capítulo y los que estén por venir, y disfrutad de la lectura. Sois geniales :')



La sala común estaba llena de chicas, todos los Súcubos de la cabaña se habían volcado en los preparativos de la ceremonia, cada vez quedaba menos y en tan solo dos días la sala tenía un aspecto diferente.

Entorno a la fuente habían colocado tres sillas metálicas plateadas, lustrosas y relucientes, con asientos forrados en terciopelo violeta.

Habríamos ensayado los movimientos que debíamos hacer ese día una docena de veces, pero para Catelyn nunca era suficiente, para ella todo debía salir absolutamente perfecto y temía su reacción cuando no fuera así.

Las chicas que estaban con nosotras acabando de tomar medidas para los últimos retoques de nuestros vestidos se apartarón al ver a Catelyn entrar en la sala. Echó un vistazo fugaz de los preparativos y se dirigió hacia las tres.

—Me gustaría hablar con vosotras dos en privado. —Se refería a Blanca y a mi.

Se giró y comenzó a andar hacia su despacho. Nosotras dos la seguimos, si Catelyn quería hablar contigo solo podía ser por algo extremadamente bueno o algo muy malo, en lo referente a Blanca y a mi, la cosa tendía a ser mas bien lo segundo. Cuando llegamos Catelyn se quedo de pie y nos indicó que nos sentaramos. Cerró la puerta tras nosotras y nos miró fijamente, no se la veía enfadada, pero tampoco estaba contenta.

Se acercó a Blanca y le propinó un bofetón que casi la hizo caer de la silla, yo di un pequeño sobresalto, definitivamente estaba enfadada. Se sentó y nos miró respectivamente.

—Se que alguien hace unos días entró en mi despacho, y se que cogió algo. No se exactamente el que, pero sabeis esa sensación que tienes cuando conoces bien un sitio y sabes que algo está fuera de lugar... Bien, eso es lo que siento en esta habitación desde que os vi en el pasillo. Que hacíais allí además, por esta zona no hay nada. ¿Estabais dando un paseo? —Se rio.

Nosotras no digimos nada pero evité mirarla.

—¿Os ha comido la lengua el gato? —Preguntó—. No falta nada importante. Pero es una pena que esto vaya a ser así por una tontería. Vamos no quiero parecer la mala... Pero se que una de las dos es la que tuvo la idea, y creo que tengo una ligera idea de por donde van los tiros.

Se colocó detrás de mi, me agarró de los hombros y tiró de ellos para ponerme de pie. Yo seguí sin decir nada. Ella simplemente me miró de arriba a abajo.

—Sabes me recuerdas a una chica de mi ceremonia. No era tu madre. El mismo pelo rizado, misma altura... Diría que la misma bondad y dulzura... Lástima que la cosa no acabara bien para Minah, pero es lo que le sucede a la gente como ella, no puedes ser bueno en este mundo o este mundo acabará contigo. Pero aunque parezcas bondadosa y dulce eres más como tu madre. Sabes, lo creas o no Eileen era la peor de las tres, yo admito que no era una joya por ese entonces pero ella era una tirana.

—Cállate. —Le pedí.

—Oh, ¿no quieres saber cosas de tu madre? Creía que sí. ¿Sabes que ella era la que estaba empeñada en empezar esto?, en la ceremonia, es irónico que sea su hija la que obstaculiza todo.

Sinners. 《Isaac Lahey》[1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora