Chapter 1

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-¡¡Sebastian!! -  lo llamó el peliazul molesto y arrepentido a la vez, levantándose de su asiento apresurado. El Mayordomo vino tan tranquilo como siempre, sabiendo cuál era el tono exacto de su amo al gritar por ayuda y por soberbia, la última era, esta vez, la hecha.

Ciel miró con cierto enojo, decepción y molestia a la nueva sirvienta que el Mayordomo contrató hace apenas unas cuantas semanas. Estaba ahí, arrodillada.

*no te salvarás esta vez rubia idiota* pensó el niño mirándola con una ventaja.

*Haré que Sebastian te saque a patadas de mi mansión. Claro, luego de que él encuentre mi anillo que ¡Tú!  Rubia estúpida, has perdido*

Sin embargo, el peliazul estaba más que contento en despedirla, ya que ella no hacía siquiera una cosa mal.
Y eso le disgustaba ya que la chica no le agradaba, ¿Por qué? Por tener una mirada de superioridad, que sólo él se permitía.

La primera vez que vino la chica, lo miró con desgana.
Pero cuando supo que éste niño iba a ser su superior y la persona a la cual iba a tener que obedecer. Le pintó una sonrisa.

Estaba esperando el momento en el que la chica haga algo mal o se le olvide cualquier cosa, con tal de despedida podía hasta culparle de que ella fue quien trajo el pequeño ratoncillo que un día merodeó por la mansión. Pero ese plan era uno de los últimos en el que pudo pensar.
Ese plan estaba reservado.

-Sí, ¿mi Señor? -  dijo entrando cortésmente el Mayordomo.

-Sebastian, la señorita está despedida, tirala donde quieras, y luego ven a buscar mi anillo, lo ha perdido, pero ahora-  ordenó Ciel sonriente, el peli negro asintió suspirando.

-Como desee -

-¡Por favor! ¡Deme otra oportunidad! ¡No lo perderé de nuevo!  ¡Lo encontraré! - respondía la chica casi a punto de llorar. Sin embargo, el peliazul feliz pero sin mostrar ninguna sonrisa, negó.

El mayor se la llevó y no la vieron nunca más.

Pero nadie sabe lo que pasó.

Tal vez el pequeño chico de 15 años lo sepa. Pero a él le da tan igual.

Ese chico se dio cuenta de que en realidad necesitaba otra sirvienta.

Así que con las súplicas de Finnian, Bard y Meirilin aceptó.

Claro que tenía a aquellos tres pero... Meirilin era, ¿como decirlo sutilmente?

Torpe.

Pero bueno. Ella era una cosa necesaria según el conde. Quitándose sus gafas era otra.

Claro que mientras ella las tenga puesta necesitará a otra maid.

-Bien, quiero que consigas y... Que consigas BIEN a alguien que de verdad sirva, no quiero a otra estúpida rubia, ¿me has oído Mayordomo?-

-Como Desee, Bocchan -  respondió inclinándose un poco.

Al dia siguiente el Mayordomo un poco sonrrojado entró a la habitación donde el "crio"  trabajaba. Éste estaba sumido en su trabajo, pero al ver a otra persona al lado de su sirviente, levantó la cabeza.

Miró a la castaña de arriba hacia abajo. Ella sonreía, por primera vez el niño veía una sonrisa sincera. Y eso le impresionaba de gran manera.

La chica parecía feliz y veía al chico con un cierto aire maternal.

Claro que ella no podía pasar de los 20 años y tampoco podría tener menos que 17.

Tenía una figura esbelta y elegante. Ahora con la ropa de Maid se la veía bien como una y preparada para empezar.
Tenía el cabello suelto pero con una corona de trenzas un poco despeinadas sobre sí.
Su cabello estaba enrrulado y le llegaba hasta la cadera y un poco más. Era de tez blanca, no llevaba ni una pizca de maquillaje. Y hasta ahora al peliazul le agradaba. Era, y podría jurar con respecto a la imagen, lo opuesto a la rubia hueca de la anterior vez.

-Hola cariño. ¿Cómo estás? ¿A él es a quien debo cuidar? - preguntó la chica al Mayordomo quien, a su vez, rió.

El mayor le dijo que tenía que cuidar de un niño.
Esto le causó gracia. Pues el niño estaba con una ceja levantada e inhalo levantándose de su asiento.

-¡Sebastian! ¿Qué le has dicho?- la chica miró con sumo cuidado. Observando de nuevo se cubrió con una mano la boca.

-¡No me lo creo! ¡Lo Lamento! Usted es el Conde Phantomhive. Es que... Su Mayordomo dijo que debía cuidar de un niño y pensé que se trataba de usted. Lo Lamento tanto -

*Esto tendrá consecuencias. Pero valió la pena. Ver a la Señorita decirle cariño a mi amo como si fuera un niño pequeño fue tan ridículo y gracioso* pensó el peli negro.

-No interesa. Sebastian, hablaremos de esto más tarde. Mientras tanto, hablaré con usted, señorita -  Ella asintió sonrrojada - Retírate-

-Como desee - rió para sus adentros y se fue de la habitación.

-Bien, te preguntaré cosas básicas -  Ella asintió -  Ven, siéntate-

El conde se sentó detrás de su escritorio en donde se lo veía más que concentrado en lo que hacía. La chica se sentó es una silla que se encontraba delante del gran escritorio, sintiéndose un poco intimidada.

-¿Ya has trabajado de Maid antes?-

-Ammm.. Noup- respondió ladeando la cabeza haciendo que su cabello se moviera con ella.

-¿Cómo te llamas?

-Skyrin, dígame si quiere Sky -

-¿Cuántos años tienes?- no la miraba, si no que escribía aquellos datos de una hoja blanca y con una pluma, notaba la buena caligrafía.

-20, cumplidos hace un mes- sonrió-

-¿De verdad? - inquirió con curiosidad -

*hace un mes fue mi cumpleaños, Qué raro * pensó Ciel

-Sip, o al menos eso me dijeron mis padrastros, soy adoptada-  sonrió triste la chica-

-¿En serio? - levantó una ceja- ¿Cuándo cumples? - preguntó interesado-

-el 25 de diciembre - el chico abrió los ojos de par en par-  desde ese día, pues, yo fui adoptada por una familia, que luego de unos días se dieron cuenta de que no servía de nada, desde ahí me llevaron a una especie de colonia, que es... Secreta, por así decirlo, Es ilegal. No pregunte. Porque no se dónde esta, no salí de allí nunca -

La chica sin embargo sí lo sabía.
No le diría, ya que seguramente ese lugar sería destruido o algo peor al día siguiente. Ahí tenía amigas que había dejado atrás por irse de ese lugar. No era tonta, sabía que el conde, con el que hablaba, era el mismísimo Perro Guardián de la Reina, pero no se atrevía a mencionarlo, además de que la situación no le convenía.

-Pues allí en esa colonia te forzaban a aprender a ser toda una Maid de pies a cabeza-

*pero no te enseñaron a mentir con la mirada. Demuestras dolor y humillación * Admitió el chico en su cabeza.

-Y un día, me sacaron de allí y viví en la calle unos días, y su Mayordomo me encontró, y... Eso- apartó la mirada.

-Me sorprende. Pues, listo, tu habitación ya creo que sabes cual es, y el resto de cosas que deberás hacer te lo dirá Sebastian- esperó  unos segundos - ¡Sebastian! - lo llamó y el Mayordomo entró serio. Miró a la chica.

El chico notó algo de nerviosismo en él y le pidió a la Señorita que se vaya con el Mayordomo a que él le enseñe cómo hacer ciertas cosas.

A los pocos minutos la chica vino corriendo, entró sin tocar al despacho de el chico con una bandeja equilibrando una taza encima. Detrás de ella el Mayordomo, la chica sonriente y riendo dejó la taza sin derramar ni una sola gota de té en ningún lugar. Viendo al conde sorprendido, ella rió.

-Lo lamento- sonrió - ¿Podría probar? -  dijo señalando el té.





Una Nueva Maid Para La Familia Phantomhive Donde viven las historias. Descúbrelo ahora