-Así que está en tus manos ir o no, las condiciones son; tener una pareja mujer y las entradas. Ya tienes una de las condiciones. Te falta la otra, solo asegúrate de que no te descubran, por cierto, al príncipe le gustan los vertidos rojos, tacones altos y con grandes pechos. Firma: Tu Tía - la chica se cubrió la boca para no reír. El conde miró al Mayordomo y a la chica al mismo tiempo. Él no sería ésta vez la burla.
-Sebastian la fiesta es mañana en la noche, cerca de las 11- asintió, la chica levantó la mano de forma desmesurada - Dime Sky -
-Por favor ¿Puedo reírme?- decía conteniendose. El conde asintió, sabiendo que se estaría riendo de ella misma prácticamente.
La chica soltó una risotada que a la vez le pareció tan gracioso al Conde que empezó a reírse. El Mayordomo solo se cubrió la cara con las manos ocultando su sonrisa.
A la chica se le fue apagando la risa hasta que sólo quedó una gran sonrisa.
El conde sonriente aplaudió dos veces captando la atención de las dos únicas personas enfrente de él.
-Tú serás la que vaya mañana, con Sebastian - la chica inclinó su cabeza sin saber que decir o hacer.
-¿Yo? ¡¿Por qué?! ¡Por qué tal Castigo! - exagero Sky. Rió y negó- a usted le quedarán mejor los pechos falsos, los tacones y el vestido rojo, ¡se verá tan lindo! Yo lo ayudaré- dijo con valentía -
-Oh, claro que no. Lo harán ustedes dos. Mañana les explicaré que harán. Por cierto, Sebastian, la vestiras para la ocasión.
-Necesitaré pechos falsos- rió. Sebastian levantó una ceja.
-No hará falta. Descuide-
-No tengo nada, créame- sonrió. El Mayordomo la envolvió con sus brazos por detrás y la tocó sonriente. El conde asqueado se cubrió la cabeza con la manta - Desubicado- quitó sus manos y se fue dando un portazo. Claro que el Mayordomo al sentir la pequeña caricia que la chica le proporcionó al quitar sus manos de sus pechos le hizo sentir un cosquilleo mayor al de su anterior acción.
Pidió disculpas al conde y se fue.
Escuchó a la chica cantar en su habitación. Tocó dos veces escuchando el pase desde adentro.
Entró viendo que la mirada de la chica estaba en el techo. Se había quitado la ropa de maid y tenía un simple vestido ajustado desde arriba hasta la cintura. De ahí el vestido era suelto hasta llegar cerca de las rodillas.*Se ve tan indefensa* pensaba el Mayordomo.
-¿Qué quieres? Deberías irte a dormir. Mañana hay trabajo - infló sus mejillas y soltó todo el aire. Vio de reojo al Mayordomo acercarse pero no hizo nada.
El Pelinegro dejó la carta encima de la mesa al lado de la cama de la chica. Ella sonrió.
- Gracias, las colecciono por si quieres saber-
-Interesante, me dejaría ver su... ¿Colección? -
-Claro, por cierto, no revises de nuevo mis cosas, me incomoda - dijo y se levantó para ir a buscar al armario el gran libro - Espérame lo tengo por aquí - Cerró la puerta del closet. Pero el Mayordomo, curioso, se asomó por el pestillo cuidadosamente. Vio a la chica arrodillarse y abrir con una llave que tenía colgado por una especie de cuerda por el cuello como si fuera un collar, una puertecita que estaba en el suelo, de allí sacó extrañamente un gran libro.
El Mayordomo volvió a su anterior lugar sin ser descubierto por la chica. La cual salió con el libro, lo puso sobre la cama, tomó el sobre y con una pluma y tinta escribió la hora mientras el Mayordomo revisaba escrupulosamente y detenidamente el libro. La castaña al terminar de escribir en el sobre, sonrió. Pidió permiso al tomar posesión del libro unos segundos para ponerlo en una página detrás del pesado libro. A lo último, el Mayordomo puso las primeras hojas dándose cuenta que se pasó algo por alto. Habían cartas del año 1490.
Pensando que la chica tenía veinte años y no cerca de 350, que sería la edad que debería tener para poseer tales cartas y estampillas de aquella época. Miró de forma interrogante a la chica. Esta sonrió sin saber qué ocurría hasta que se dio cuenta de su error. Ella pretendió hace por lo menos 70 años retirar aquellos sobres de ese tiempo. Pero no tuvo el dinero suficiente para comprarse otro libro, y no tenía el valor para robar uno.
Eso la deprimió y al final nunca pudo sacar esos malditos sobres viejos y desgastados.
-Se-sería mejor que guarde el libro, ya sabes, n-no quiero que se llene de polvo, y tampoco quiero que se arruine Con permiso- la chica cerró el libro y lo tomó sin dificultad alguna.
Lo dejó en el closet. No quería hacer esperar al peli negro mientras lo guardaba. Oh no. Claro que no. Sospecharia.
Salió del armario y a simple vista no vio al Mayordomo. Pero éste se encontraba exactamente detrás de ella. Él la puso contra la pared impidiendo su salida a cualquier lugar. Ahora, ella la única vista que tenía, era el de los ojos del Mayordomo, los cuales brillaban de un vivo color rojo escarlata al mirar a la chica, la cual no tenía la típica sonrisa de siempre, esta vez estaba asustada, pero no cedería a lo que sea que quisiera aquel ser.
Sebastian sonriente acercó sus labios a los de ella y dio un pequeño beso para luego acariciar su mejilla.
- Muéstreme esos ojos que brillan como los míos - pidió - créame que deseo verlos ahora más que nada --No podrás engatusarme, tramposo-
-No soy tramposo. Solo juego bastante bien aprovechando cada ficha y cada instante mio, usted Señorita me dirá lo que quiero escuchar. De una u otra manera. Ya sea buena o mala, y créame cuando le digo que yo ganaré ésto y usted no lo evitará - sonrió y la chica sintió unos besos húmedos por su cuello
Lo empujó sin dejar que él reaccionara. Caminó hacia la puerta y la abrió.
-Me gustan sus sobres postales - rió - Hace bastante tiempo no veo unas tan viejas como éstas. Parecen como si fueran de aquella época inclusive - la miró recorriendo todo su, ahora, débil cuerpo-
-¿Podría irse?- asintió y antes de irse tomó ambas muñecas de la chica y la obligó a acercarse a él, dio un beso delicado en los labios de la dama, y se fue sin decir nada más.
Dejando algo descarrilada a la chica, se fue a "dormir" sin discutir.
ESTÁS LEYENDO
Una Nueva Maid Para La Familia Phantomhive
RomanceCiel miró con cierto enojo, decepción y molestia a la nueva sirvienta que el Mayordomo contrató hace apenas unas cuantas semanas. Estaba ahí, arrodillada. *no te salvarás esta vez rubia idiota* pensó el niño mirándola con desgana. *Haré que Sebasti...