La chica escuchó la puerta abrirse pero se quedó inmóvil en la cama.
La puerta se cerró y ahí fue cuando...-A levantarse señorita, hay que ir a trabajar- escuchó -
Ella dormía de lado como cualquier humano. Sí, humano, por ahora.
-Aún falta un minuto, yo aprovecho cada segundo, así que me darás 10 segundos más de sueño - dijo sin abrir ni un solo ojo, sintió como la cama se hundía en un extremo.
Luego de un momento pequeño, sintió una caricia en la cadera.Percibió la tela de su vestido subir y bajar en forma de caricia. Alguien causaba eso. Quiso patear la cabeza del Mayordomo, levantó rápidamente la pierna tratando de golpear lo que sea. Pero mientras sea al tipo este estaría bien. Sin embargo, el Mayordomo, muy astuto, atajó la pierna de la chica. Esta abrió sus ojos y se vio en una situación muy comprometida. Traía vestido. Se movió un poco para que la soltara pero él hizo lo contrario.
Sonriente la arrastró hasta sí y su pierna quedó sobre el hombro del Mayordomo. En esa posición incómoda, el pelinegro con una de sus manos tomó las dos muñecas de la chica y las puso por encima de su cabeza. Ella no sabía que hacer ni cómo actuar.
Sonrió una vez más para luego, con la otra mano desocupada, ir levantando el vestido lentamente, a su paso, al mismo tiempo que la acariciaba, con la mirada en los ojos de la chica. Ella aterrada con la otra pierna pateó el torso del Mayordomo el cual, no se inmutó, siguió subiendo. Ella no cedería.
-Vamos Preciosa, muéstrame tu poder, muéstrame lo que llevas ocultando desde que has venido aquí - negó con los ojos llorosos. El Mayordomo serio y aún mirándola empezó a tocar su cintura y siguió para arriba, ella forcejeo con sus manos pero a él no le importó.
Siguió hacia arriba hasta que sintió un hilito del sujetador. Lo jaló un poco para dar a entender a la chica de que si no hacía nada ahora, él acabaría con ella.
-Has lo que quieras, no te daré pruebas de nada, no puedes culparme-
-¿Quiéres el alma de mi Señorito? - preguntó seco. Ella negó con seguridad.
- Ni siquiera sé qué quiero aquí. No puedo morir. Caí aquí y ahora no puedo volver, tampoco me gustaría ir para allá arriba de nuevo pero no puedo morir. Y no se que hacer-
-Hasta que al fin me lo dices ¿Me darías una prueba? - negó - Sería demasiado bueno para ser verdad - dio un beso en los labios de la chiquilla y la soltó completamente ganándose una bofetada en la mejilla. El Mayordomo se tocó dolido. La miró de igual manera y sonrió - eres tan traviesa- confesó- conseguiré la prueba -
-Buena suerte, no te la daré-
-Gracias y... Ya lo veremos. Disculpe. Vistase y nos vemos abajo para el desayuno de mi Señor- sonrió y se levantó pulcramente de la cama.
Hizo una reverencia y se fue cerrando la puerta
***
Días más tarde.
La chica estaba lavando uno que otro plato en el fregadero. Cuando terminó, pensó que el jardín se vería mejor con flores.
Fue al jardín y vio a Finnian llorando y saltando por todos lados. Trotó hasta él y lo empezó a consolar. Lo abrazó al pequeño y petizo chico rubio y le preguntó cortésmente que le ocurrió. Él llorando le contestó que Bardroy hizo una fogata la noche anterior porque querían comer afuera ya que Sebastian, no dejaba de quejarse en la cocina sobre que Meirilin rompía los platos cada dos por tres y tenía que ir hasta Japón para comprar los mejores platos para ver si esta vez no se rompían.
El problema era... Pues...
-¡La fogata que hizo Bard no se apagó! ¡¡Y se quemaron todas las plantas!! - decía y vi a Bard de reojo y a Meirilin. Suspiré -
-Chicos, los tres, vengan - llamó y los tres, con cabeza baja se acercaron a la chica - Escuchen, les daré unos trabajos mientras yo arreglo esto que ocurrió por culpa de Sebastian -
-¿Por qué es culpa de Sebastian? - preguntó la Pelirroja-
-Es culpa del Señor Sebastian y punto. - contestó Bard no quitando el cigarrillo en ningún momento.
*también pudo ser un error de aquel apestoso cigarro * se dijo la mayor.
-¡No! ¡Pobre Sebastian! ¡Él no ha hecho nada! - lloró el chico con el sombrero de paja.
-Sí, es culpa de él, ya que si no se hubiera estado quejando de los accidentes de Mei, pues no os hubierais ido para afuera y esto no hubiera pasado. Así que esto es simple para que no os quedéis sin hacer nada ya que yo sé que vosotros queréis ayudar - sonrieron - les daré unas tareas pequeñas -
La chica les ordenó que fueran a buscar uvas. ¡Muchas uvas! Le quitó dinero a Sebastian sin que se diera cuenta y se los llevó a ellos, los cuales fueron felices a comprar.
Y mientras tanto la chica despejó, tiró y quemó todo lo que quedó del jardín del Joven Phantomhive.
Cuando iba a empezar a transportar las flores del vivero de allí cerca, los tres regresaron con al menos dos bolsas repletas de uvas cada uno.
Los llevó a la cocina y ahí fue cuando ella dio restricciones..
-Os vais a quedar aquí. No toquéis nada, NADA, luego de empezar a aplastar las uvas con las manos. Probablemente a Finni le saldrán las uvas mejores aplastadas. Luego de aplastarlas lo mejor que puedan lo colocan en ésto- dijo y les mostró un gran, enorme jarrón transparente de plástico, por si acaso. Solo por si acaso - y luego toman otro racimo, le quitan las ramas y lo ponen en el mismo recipiente con el que exprimieron la uvas antes. ¿Quedó claro? - asistieron firmes - y vuelvo a repetir. No toquen nada, absolutamente nada, al empezar a exprimir, y no se coman las uvas, luego les daré a probar lo que haré, y por cierto, dejen una bolsa de las uvas en la nevera, y todos se lavan las manos, al menos 3 veces, y una más por si las moscas ¿han entendido? ¿Alguna pregunta? - los miró. Negaron. Pero Bard levantó la mano - ¿Si?
-¿Puedo fumar?-
-No - negó repetidas veces-
-Te lo he dicho- susurró Mei sonriente.
-No se peleen, comportense, hablen de lo que deseen y les daré una recompensa si lo hacen adecuadamente. Listo ¿nada más? Me iré, volveré en 20 minutos y espero que eso esté todo terminado, sino, les ayudaré un poco si así ocurre. Ciao - dijo y se fue corriendo normalmente como un humano hacia el vivero -
Habian flores blancas, preciosas.
***
-Excelente! - exclamó sonriente.
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Una Nueva Maid Para La Familia Phantomhive
RomanceCiel miró con cierto enojo, decepción y molestia a la nueva sirvienta que el Mayordomo contrató hace apenas unas cuantas semanas. Estaba ahí, arrodillada. *no te salvarás esta vez rubia idiota* pensó el niño mirándola con desgana. *Haré que Sebasti...