8.- Renaldi's

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Limpie el espejo empañado por el agua caliente de la regadera y respire hondo, recordándome a mí misma por que el suicidio no es una buena opción, lo cierto era que este momento todo era una buena opción, menos salir del baño.

La "tía" Stella, junto con mi ahora incomprensiva madre, tuvo la magnífica idea de organizar una cena con su reducido grupo de el curso de arte intensivo, para celebrar que el inicio había sido todo un éxito, y los siete chicos inscritos resultaron ser un talento de gran potencial, y por qué estoy metida en este embrollo, bueno, pues porque Stella era incapaz de conducir un auto, y mi madre debía llevar a Sara a una cita con el dentista. ¿Mi padre? Trabajando, no había más.

Insistí 18 veces que prefería llevar a Sara con el dentista aunque el olor de los consultorios me causara náuseas y dolor de cabeza, pero Stella insistió encarecidamente en que fuera yo quien le llevara y no conforme la trajera de vuelta a casa. Además de que yo me había encargado de hacer las reservaciones en el restaurant familiar favorito: "Renaldi's". No encontrarías mejor pasta con camarones en otro sitio.

Después del grosero rechazo (que esta vez sí ocurrió) de Cameron, mi ánimo había quedado por los suelos, comenzaba a ponerme nerviosa el hecho de que no tuviera nada para respaldar las bobas palabras que dije a Stella. Pero es que más patosa no podía ser, ay no, comenzaba a darle la razón a Cameron sin tenerlo de frente. Cerré los ojos con fuerza y los volví a abrir, esperando que de repente se apareciera el espectro, busque detrás de mi reflejo pero nada. No podía explicarlo, la ausencia fantasmagórica de Cameron me producía un sentimiento extraño, como melancólico. Es decir, ahora estaba vivo y con familia, pero, sin poder acercarme a él.

No éramos los mejores amigos, ni amigos, en realidad no éramos nada, yo solo era alguien a quien quedó atrapado por el vínculo de la niñez pero al menos durante el verano había podido tener un pequeño acercamiento a él. Comenzaba a tolerar mi torpeza y yo su sarcasmo cruel.

— ¡Cariño, apresúrate o llegaremos tarde!—escuche a Stella canturrear del otro lado de la puerta.

Suspire con resignación y salí a ponerme la ropa más cómoda que encontrara y mi mejor cara.

—Debiste ponerte algo más apropiado.

Stella se pintaba sus arrugados labios de un color carmín, y aun con eso su boca no dejaba de expulsar críticas a mi persona. Es que esta mujer es su otra vida fue ventrílocua de seguro.

—Solo te llevare al restaurant, me asegurare que la reservación esté en orden, pediré pasta con camarones, y lo comeré en la camioneta mientras escucho la radio y espero a que tu cena termine—aclare el itinerario.

—Oh cariño, es una pena que no nos quieras acompañar—ahora aplicaba rubor, mirándome con un puchero.

Me concentre en los pedales y en no querer acelerar y brincarme los altos que venían por delante para que esto terminara más rápido.

— ¿Estas segura que no quieres cenar con nosotros?—insistió.

Suspire lentamente, solo dos altos más, solo dos altos más.

—Segura—gruñí delicadamente.

Doble a la derecha y aparque la minivan frente al pintoresco lugar. Era acogedor, a pesar de sus dos pisos y terraza con música en vivo. La fachada parecía haber sido hecha con rocas grandes como las que encuentras en los ríos, tenía una serie de luces en todo el barandal del balcón que hacía que todo se viera mucho más cálido, y desde afuera se podía apreciar el ambiente a través de sus grandes ventanales.

Despertar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora