3.- Rumores y susurros mentales.

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Recargue mi barbilla en el dorso de mi mano. Luisa se desplazaba de un lado a otro con ropa en las manos, la colgaba, descolgaba, arreglaba las estanterías y volvía hasta donde yo estaba.

— ¿Entonces, te humillo públicamente?—pregunto por trigésima vez en los veinte minutos que llevaba ahí.

Cuando Luisa regresó de vacaciones se empeño en tener un empleo de medio tiempo, y de alguna manera, ser capaz de demostrarle a su madre que es alguien autosuficiente y responsable. Y no pudo tener una mejor idea de trabajar en el centro comercial, en una tienda de ropa, que  siempre esta atiborrada de gente toda la semana. No estaría aquí, sino fuera porque llego un mensaje de Luisa anunciando S.O.S. Salí corriendo en medio de mi aperitivo del día (crema de maní con avellanas) al final lo único que quería, eran detalles de mi pequeño encuentro con Cameron en los corredores, que solo de recordarlo me provocaba un enorme dolor de estomago.

—Vamos, quiero detalles—insistió Luisa.

—Tengo hambre—le conteste de mala gana.

—No trates de desviar el tema, Anette.

Luisa le cobraba a una señora bajita de rostro redondo, quien me miro de reojo recelosa, yo le sonreí, y esta me ignoro muy digna.

—El chico nuevo te rechazo—continuo Luisa—se supone que somos mejores amigas, debiste decírmelo.

—Es que, yo NO me le declaré al chico nuevo—rodé los ojos con desesperación.

No cabe duda que Cameron complicaba mi vida, vivo o muerto.

— ¡Mentirosa!—entornó los ojos en mi dirección. La señora bajita, arrebato la bolsa de plástico de las manos de mi amiga y salió dando zancadas de la tienda— ¡Que tenga un buen día!—Luisa le grito efusivamente a la señora antes de que desapareciera por completo.

Negué con la cabeza divertida, a estas alturas del partido, era un milagro que Luisa siguiera de pie tras el mostrador.

—Bueno, ¿ya lo vas a admitir?—se volvió hacia mí con una mano posada en su cintura.

—No, porque eso no fue lo que sucedió. Y a todo esto ¿Quién te dijo que yo me estaba “declarando”?—hice comillas con mis dedos en el aire

— ¿Recuerdas a Melisa?

— ¿La de las manos chiquitas?

—Sí, pues, ella le dijo a Nancy, quien se encontraba con Patrick, quien conoce a Julia…

—Espera—extendí la palma de mi mano frente a su cara— ¿Quién fue, exactamente la persona que te lo dijo?—recalque la palabra “exactamente”

—Patrick.

— ¿Y para que mencionas a los demás?

—Para darle credibilidad a la historia—contesto, como si fuera la cosa más obvia.

—Pues, eso solo me dice que esto, es una cadena de un muy mal chisme de mala calidad.

—Pero…

—Señorita, ¿podría ayudarme?—alguien llamo desde los vestidores.

 —Ahora voy—contesto mi amiga, y volvió a mi—escucha, espérame en el comedor de la plaza, ya casi acaba mi turno, te alcanzare ahí, y podrás explicármelo todo—dio una palmadita en mi hombro y salió corriendo apresuradamente en dirección a los vestidores.

Resople y comencé a arrastrar los pies hacia la salida, cuando una chica con capucha negra llamo mi atención, miraba los estantes de accesorios a la vez que vigilaba los alredores, cuando sintió que nadie la veía, tomo un brazalete y lo guardo en uno de sus bolsillos. Al igual que ella mire a mí alrededor, pero todos los empleados estaban demasiado ocupados para percatarse de lo que estaba pasando. Esto es una mala idea, una muy mala idea, pensé, pero termine acercándome sigilosamente hasta la chica. Di unos toquecitos en su hombro para llamar su atención, ella giro indecisa, pero con calma.

Despertar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora