Prólogo.

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Dormir es la manera más sencilla de morir por un tiempo corto y determinado. El cuerpo se relaja, el corazón disminuye su velocidad y el cerebro deja de pensar. Tu ser se sumerge en un estado de inconsciencia, en la que la única realidad que existe en el son los sueños. Aquellos en los que somos capaces de controlar lo que sucede, o en los que no somos dueños de nada, ni nadie, como estar en una vida completamente diferente a la tuya pero sin dejar de ser tú, esos que normalmente llamamos pesadillas, malos sueños.

Es aquí donde aparece la ironía de mi vida, donde todo lo que alguna vez fue lógico para mi, se transforma en una obra de Picasso, sin un principio ni fin, donde mi pesadilla se vuelve la cosa más hermosa y encantadora del universo, tiene forma, color y nombre, y mientras más trato de escapar de ella, mas me envuelve en aquello que aun no soy capaz de explicar, pero que estando muerto, hace a mi corazón palpitar, como el galope de cien caballos en libertad.

Nunca, en lo que llevo de existencia, me había sentido con tanta vida como cuando estuve muerto. Ahora estoy seguro de que si me dieran a elegir otra vez, desceraría no despertar. Porque sin ella es como si no viviera, como si el aire de la atmosfera no fuera suficiente para llenar el vacío que hay dentro mi.

Pero el dolor  del vacío es más fácil de ignorar a medida que luz se intensifica, mi cuerpo comienza a sentir, los latidos de mi corazón se regularizan, y vuelvo a pensar. Y a medida que mis sentidos despiertan y mis ojos vuelen a reconocer las siluetas a su alrededor, mi pesadilla va quedando atrás, en el olvido, se vuelve tenue y ya no puedo sentirla más, no puedo recordarla más.

He vuelto a despertar. 

Despertar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora