No pude dormir las cuatro noches después del incidente con ella. No sé si fue por ella o por haber estado tomando más café del normal.
Era algo de verdad estúpido el ir a ese maldito parque a esas horas de la noche. Creo que lo mejor hubiese sido que no hubiese recibido el dichoso mensaje, o aún mejor, ni siquiera debí dejar el móvil encendido.
"El que revisa lo que no debe se entera de lo que no quiere"
No fui capaz de dejarle un mensaje. No podía hacerlo. Cada vez que intentaba pulsar el botón verde de "enviar", me temblaban los dedos, era como si supiera que si lo enviaba, ella se enoojaría, no me respondería o me respondería con otro "no te metas en mi vida". Preferí no enviarlo.
Salía pocas veces de mi habitación, y cuando lo hacía, era para buscar otra lata de Coca-Cola al refrgerador. No me sentía cómodo estando afuera, y tenía la sensación de que fue por el incidente.
**
—Drew, despiértate —oí unos susuros de mi mamá entre sueños—. La vecina está aquí, y quiere verte.
—No —gruñí—, no quiero.
—Drew, no seas grosero. ¿No que andaban juntos ustedes?
Y ¡BAM!, sólo eso me faltó para terminar de despertarme. Tanto así que de un salto quedé sentado al borde de la cama.
—Péinate un poco esos pelos parados, le diré que pase.
No hubo más remedio que aceptar. No es que no quisiera que ella estuviera allí, no. De verdad que la quería ver, y mucho. Pero sólo para que ella me aclarase lo del otro día en la mañana. Es como cuando amas mucho a una persona pero, de un momento a otro, esa persona te decepciona, y mata absolutamente todo lo que sentías por ella. Tanto así que sólo la quieres para aclarar algunas cosas y, después, dejarla ir.
Al momento de verla entrar por la puerta me quedé asombrado. Su rostro no era el mismo sino que estaba triste, no como ella era normalmente.
—Hola Drew, ¿cómo estás? —preguntó. Noté cómo jugaba con los dedos, aquello era señal de nerviosismo.
—Hola.
Yo la miraba fijamente al rostro. Ni una sola vez dejé de hacerlo, pero ella no podía. Simplemente me evitaba, porque no quería que la mirara a los ojos. De todas maneras me lo dijo sin trabas ni interrupciones:
—Me voy a ir a California a estudiar la semana que viene.
Y ¡BAM! Me rompí por dentro, pero no físicamente. Y de pronto comencé a caer a ese agujero sin fondo.
—Ojalá y te vaya bien —dije, con lo poco de valor y compostura que me quedaba. Ella, se fue. A mi parecer debió de haber comprendido que quería estar solo. Completamente solo.
Me crucé de piernas sobre a cama y ahí comencé a recordar. Admito que no fue un mundo lo que viví con ella y que no hace de tanto que la conocía pero eso me destruyó. No por completo, porque después hubo algo peor que contaré más adelante.
Pasadas algunas dos horas, me armé de coraje, tomé mi billetera y salí a caminar ¿a dónde?, sigo sin saber qué era exactamente lo que pensaba. Sólo recuerdo que me dirigí a una tienda cercana y compré una caja de Marlboro roja. Desde ese día, comencé a fumar. Mi mamá no lo supo hasta unos meses más tarde cuando comencé a tener problemas respiratorios. Ella se fue, y el único contacto que me quedó fue su número de teléfono.
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Déjame estar contigo
Ficção AdolescenteEs verdad que los recuerdos duelen. No importa qué tanto crezcas o madures, siempre habrá algo que, cada vez que lo recuerdes, se va a llevar una parte de ti. El mío era ella. Diez años después, y lo sigue siendo.