Ariel 2

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Desperté en mi nueva habitación sin recordar como llegue allí y con un terrible dolor de cabeza. Mi estómago gruñó, recordándome que no había comido nada el día anterior. El olor de dulce comida llenó mis pulmones cuando abrí la puerta. Seguí el olor hasta la cocina donde encontré a mi hermano frente a la estufa.

-buenos días, dormilón. Ya casi está.

-buenos días- gruñí. Mi cerebro no se decidía si estar de mal humor por el dolor de cabeza o saltar feliz por el agradable olor de la comida prometida. Decidí solo sentarme y esperar, cubriendo mi cara con el brazo de la luz.

Escuché a mi hermano reír mientras apagaba la estufa y serbia. Pronto tenía un plato de comida frente a mí. Empecé a comer, no tenía idea de que era, pero no me importaba, estaba delicioso.

-tranquilo, no ira a ningún lado –se rió Pablo.

-no sabía que supieras cocinar –comenté – está delicioso.

-gracias. Alguien me enseñó.- evitó mi mirada y dejé el tema en paz. Seguí comiendo hasta dejar mi plato limpio.- hay algo que no te dije – me dijo levantándose y llevando los platos, se los quite.

-yo lavo- me los dio y me dirigí a lavarlos mientras hablaba.

-hay alguien a quien tienes que conocer- me dijo.

-¿el que vive aquí contigo?- pregunté. Asintió un poco sorprendido.

-¿Cómo...?- empezó pero lo interrumpí.

- dos cepillos, dos paraguas, varias cosas. – Le dije.- la casa es grande para una persona. ¿Tu pareja? En el colgante de tu auto había una foto.

-sí. –Se veía un poco sorprendido pero continuó- Se llama Andrés. Es muy comprensivo, dijo que se quedaría con un amigo hasta que asimilaras la idea –se sonrojó.

-por mi bien, puedes decirle que vuelva a casa –le sonreí- no quiero ser una molestia ni nada.- vi que iba a protestar pero lo callé- ¿sabes de algún trabajo a tiempo parcial? Ya sabes, algo que pueda empezar y seguir aun cuando empiecen las clases.

Me miró asombrado por el cambio de tema. Me encogí de hombros.

-Andrés buscaba un mesero, si te interesa.

-¿de verdad? –me entusiasmé. La idea de ser mesero era atractiva.

-¿Qué tal si pasamos por la cafetería de Andrés para el almuerzo y le damos las buenas noticias?- miró el reloj de la pared –santa madre, ya pasan de las nueve. Lo siento, tengo que ir a trabajar. Puedes tomar lo que quieras del refrigerador, pero no mucho porque Andrés cocina diez veces mejor que yo. Estás en tu casa –se despidió con un beso en la frente y salió a toda prisa.

Me quedé viendo la puerta por donde se había ido, solo y sin saber qué hacer. Me decidí por deshacer mi maleta. Regresé a mi habitación, revisé los cajones y los llené con mi ropa, vi el par de cajas que había enviado antes y saque los libros, ordenándolos en el escritorio. Pronto me quede sin cosas por ordenar y decidí que era hora de un baño. Tomé ropa y me dirigí al baño, hurgué en lo que allí había.

Tenía la costumbre de registrar todo cuando estaba aburrido o nervioso, abriendo todos los cajones. Encontré jabón y Shampoo de reserva, el lugar de las toallas y una pequeña botella desconocida. Me puse rojo hasta las orejas al descubrir que era lubricante, inmediatamente lo deje en su lugar y me deshice de mi ropa, dando por terminada mi búsqueda de cosas.

El agua era agradable y se deshizó por completo de los restos de la resaca. Me tomé mi tiempo para bañarme, relajándome y pensando en el giro que dio mi vida. Fui rechazado, me mude, descubrí que mi hermano también es gay, casi tengo trabajo. Parecía ser un buen momento para volver a empezar, entonces, ¿Por qué me siento tan triste? ¿Por qué me siento tan solo?

Solo Otra Historia De Amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora