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Esto es un problema.

Un gran problema y sé que no voy a salir nada bien de esta.

- Niña descarada –mascullo entre dientes y me pego en la cara.

- "niña descarada", "mal agradecida", "mal criada", "sin vergüenza", "mocosa desgraciada" –repetí cada una de las cosas que ella siempre me decía con un sentimiento de odio tan profundo que podía sentir como se me ennegrecía el corazón, para este punto mi cuerpo temblaba pero era por la cólera que se acumulaba en mi – ¡si tanto no me querías porque no simplemente me abortaste! –le grite al borde de mi abismo, ya no sé que puedo esperar de ella.

- Tienes razón. –dijo en completa calma.

Yo le mire confundida, con un nudo en la garganta y las lagrimas a flor de piel ¿con que pretendería lastimarme ahora? ¿Qué otra verdad ignoro? ¿Qué es lo que merece que yo no existiera?

- Ahora sé que debí abortar cuando tuve la oportunidad. –respondió de igual modo y después me miro fijamente a los ojos queriéndome recriminar una verdad innegable – ¡todo es tu culpa! –me grito –¡Por tu culpa me echaron de mi casa! ¡por tu culpa no pude terminar la escuela! ¡No pude estudiar la carrera que tanto quería! ¡arruine ocho años de mi vida por estar con un vago como tu padre! –me apunto con su dedo índice – ¡eres una piedra en el zapato! ¡un paracito! ¡Una sanguijuela que no ha hecho más que chuparme la sangre durante dieciséis años!

Dentro algo se quebró, lo sentí enserio.

Me dolió.

Me dolió tanto.... que sentía que si me movía, me convertiría en arena.

No hice ni un comentario o acción brusca.

Solo aparte la mirada y rodee el lugar para luego ir caminando a paso firme y seguro hasta mi pieza.

Parecía ridículamente eterno. Y cada movimiento llenaba cada vez más mi cuerpo con ira y una increíble adrenalina que me llevaría seguramente a cometer una increíblemente estúpida locura.

Para asegurarme de que eso no pasara me encerré en mi pieza tras un estruendoso portazo, allí comencé la rabieta más grande que había hecho en mi vida, destrozando todos y cada uno de mis peluches, pateando cualquier cosa que no se rompiera o que pudiera arreglar mas tarde... era tal mi energía negativa que aunque acabe con mis almohadas y mi cuarto fuera un completo caos... aun y todo... seguía tan enojada que sin mirármelo dos veces busque algo más que romper y fue cuando todo se vino encima.

No sentí dolor alguno, mi mente me había abandonado en ese lapso de segundo, apenas había escuchado el sonido de los vidrios partirse, respire lo más profundo que podía con grandes dificultades, mi enojo empezó a apaciguarse y en mi mente volvió a aparecer ese llanto insoportable, el vientre comenzó a dolerme un infierno y me hice un ovillo sobre el piso para empezar a llorar desconsoladamente.

La sangre en mi mano circulaba sin pudor, manchando el suelo de un rojo intenso, los pocos pedazos de vidrio que tenía en la mano ya no se veían debido al rojo carmesí. La cabeza me daba vueltas y el vientre me mataba, estaba enloqueciendo de nuevo, temblando indefensa, vulnerable ante todas esas pirañas que querían devorarme.

Como pude me arrastre por el piso hasta mi mesa de luz y saque mis medicamentos en cuanto abrí el frasco saque unas pastillas de cada color y las lleve a mi boca, las trague sin dificultad y me deje recostar a un lado de la cama mientras apretaba mi vientre con el brazo izquierdo.

La puerta de la pieza se abrió dejando ver la cara de Martha. Ella dio un paso al frente intentando simplemente llamar mi atención, cuando quiso tocarme le tome de la muñeca con mi mano sana y la tire al piso como si fuera un pedazo de papel.

Los años pasados. (REESCRIBIÉNDOSE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora