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Hoy me fui disparada de la casa –esta vez bien desayunada– y me dirigí a la librería, mi preciosa moto hoy le dio la gana de averiarse y como no tenía tiempo para repararla salí corriendo para ver si cogía el bus fuera del barrio privado donde vivía. Normal mente siempre me levantaba de lunes a viernes junto con Richard para preparar el desayuno para ambos, comer, terminar de juntar todas mis cosas que estaban desparramadas por la casa y lavarme los dientes para luego salir sin prisa por la puerta delantera no sin antes despedirme apropiadamente de Richard con un beso en la mejilla.

Sería un día pesado, lo presentía en aquel aire Londinense que abrazaba las desoladas calles de esta tan ocupada ciudad, no sabía que esperar en la próxima esquina pero le restaba importancia mientas caminaba medio bailando con mis auriculares en los oídos y las mejores melodías de música clásica sonando lo suficiente mente alto como para apenas obstruir cualquier ruido externo, los autos comenzaban a salir de las cocheras y los trasportes públicos llevaban hora y media circulando. En moto llegaba a tardarme unos treinta minutos en viaje hasta el trabajo y con el ánimo en el que me encontraba hoy más la moto que no arrancaba sentía que tardaría unas cuatro...

Según Richard, mi hermano tenía que salir normalmente entre las 6:30 o a las 8 dependiendo de la importancia de su presencia en las oficinas de la empresa central de su padre o si tenía alguna reunión de negocios. Una de las grandes diferencia entre Derek y yo era que uno de los dos había dedicado su vida entera estudiando para ocupar un puesto en lo alto de los lideres de comercio y el otro –es decir yo– podía hacer con su vida lo que quisiese aunque claramente eso ya lo hacía. Siento pena por él de vez en cuando, apostaría mi cámara a que el también tenía sus sueños y metas pero lo tuvo que dejar por volverse el dichoso heredero de las empresas de nuestro padre.


Mientras me dirigía sin preocupación a mi trabajo en bondi entre la densa niebla, mi mente no podía dejar de crear cual cubo rubic distintos escenarios que sucedían en la casa en este mismo instante donde se encontraba ahora mi hermanastro aun en la casa dispuesto a no salir de allí pero tampoco a quedarse. Quería creer que mi hermanastro había recapacitado estos últimos cinco años sobre cómo era yo en realidad, pero al recordar que nunca fui completamente sincera con él y el mal trato del otro día mis ilusiones saltaron por la borda sin dar espacio a preguntas. Quería saber en qué clase de persona lo convirtió Moscú ya que no parecía ser el mismo adolescente que conocí una vez que tenía un tiempo para ser divertido y otro para ser cerio pero por sobretodo tiempo para mí.

Y así con esa idea me encamine a mi trabajo torturando mi pobre cabeza con quien sabe que dilema que sucedía en la mansión. Al final llegue exactamente diez minutos después de que el dueño abrió a las ocho de la mañana –gracias a que tome el bondi, porque si no, ahí sí que quedaba a pata.


Horas más tarde en la Librería me encontraba estancada en el mostrador leyendo "El puerto del perfume" de Elizabeth Ming encargaba, era lo único en lo que podía realmente hacer ya que mi jefe, siempre estricto, me impedía todo, incluso de cambiar la música de fondo la cual tampoco llamaba mucho la atención ya que era un simple Gymnopédie No.1 de Erik Satie que si bien era una canción que me inspiraba a bailar era demasiado aburrida para los clientes, estoy segura que no dirían lo mismo de la Marcha Turca de Mozart o una serenata de violín como la de las cuatro estaciones.

       - Mayra deja de holgazanear y ve a sacar el polvo de los estantes. –me ordeno mi jefe.

      - En seguida. –le respondí al instante dejando el libro a un lado y levantándome del taburete.

Los años pasados. (REESCRIBIÉNDOSE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora