Despertó con los rayos del sol sobre su rostro. Solo esto le advirtió que no se encontraba en casa. En su habitación en Hogwarts no había ventanas pues estaba sumergida en el lago negro, y en su casa en la Hilandera las ventanas estaban cubiertas por gruesas cortinas negras.
Entonces ¿en dónde estaba?
El estomago le ardía como si tuviera fuego en el interior y su cabeza al parecer estaba partida en dos.
Petunia.
Recordó todo poco a poco. Cubrió sus ojos con su mano para evitar que el sol lo lastimara aun más. Había acudido a ella porque de alguna manera la necesitaba, o al menos eso sintió en el momento en el que su estomago estaba abierto por la mitad.
Se sentó en la cama, una enorme cama acolchonada e impecable. La bilis le subió por la garganta de pronto. Era esa la cama en al que dormía la rubia, con su... marido, con el muggle obeso y horrible que se podía dar el lujo de abrazarla cada noche, besarla cada mañana, cada vez que él quisiera en realidad. Sintió el acido en su boca y se lo trago con furia. Era esa la cama en donde habían concebido a su hijo, en donde la tomaba cada noche reclamándola como suya...
Un gruñido salió de su garganta sin que siquiera se diera cuenta.
-Severus, ya despertaste. Me alegro.
La rubia entro con una bandeja con leche y pan tostado.
-Traje el desayuno, algo ligero, ¿ya te sientes mejor?
Severus la miro como si estuviera viendo una ilusión, se imagino que hubiese sido de su vida si no hubiese sido tan idiota, tan ciego, tan imbécil. Tal vez si hubiera notado lo que Petunia sentía por él, la historia hubiese sido muy diferente.
En primer lugar no hubiese sentido tanto odio cuando era niño, no hubiese sentido la necesidad de competir, de ganar en todo lo que se proponía. No hubiese sido tan malditamente imbécil en Hogwarts, no se hubiese hecho de tantos enemigos como Potter y Black y... de hecho no habría aceptado como enemigo a Potter porque no hubiese competido contra él por Lily... a Black, si jamás habría podido verlo sin querer lanzarle un cruccio.
Pero en sí, su vida hubiese sido mejor, diferente, con... amor. Si tan solo... si hubiese aceptado esa bufanda, si... hubiese visto el brillo en sus ojos, si no hubiese dudado del todo el mundo. Si no hubiera desconfiado de ella. Tal vez se hubiese podido dar el lujo de verla de la manera en la que la veía ahora cada mañana.
Él jamás se habría aliado al señor oscuro porque no hubiera necesitado sentirse parte de algo tan fervientemente, porque la hubiese tenido a ella y ella... ella hubiese bastado.
Ahora era muy tarde.
Cerró los ojos con frustración.
Petunia se acerco a él, dejo la bandeja en la cómoda y tomo su rostro entre sus manos.
-Recuéstate, aun estas débil.
Trato de retirarse pero él la sujeto de las muñecas.
-Petunia... lo lamento.
-¿Qué cosa?
-Lamento... no haberme dado cuenta.
Ella lo miro durante unos segundos, después sonrió con una sonrisa fingida, ensayada, y lo cubrió con las sabanas blancas.
-Descansa.
Se retiro de él dejándolo vacio, regreso con la charola de comida y se sentó junto a él.
-¿Quieres un poco de leche?
-No realmente.
Ella frunció el ceño y frunció los labios, dejo la bandeja en el mueble al lado de la cama.
-¿Dónde... donde está tu esposo? – pregunto Severus dándose cuenta hasta ahora de que el hombre en cuestión no estaba.
-Tuvo que salir de la ciudad, por trabajo.
Severus sintió alegría, bien, el bebe morsa estaba lejos, eso dejaba a Petunia sola... era como si ni siquiera estuviese casada. Casi sonrió hasta que escucho el llanto de un... bebe. Si era un bebe, casi lo confundió con un cerdo en un principio pero no, era el bebe de Petunia.
Ella se levanto rápidamente.
-Oh, debo darle su biberón, ahora vuelvo.
Ella se fue durante unos minutos y cuando volvió llevaba en cabello algo revuelto. Severus se tomo el tiempo para apreciarla en el umbral.
Llevaba un vestido rosa pastel que acentuaba su esbelta figura, su cabello estaba sujeto en un moño en su nuca enredado en varias trenzas. Sus zapatos eran de tacón bajo y toda ella lucia como salida de una revista de cocina. Esas donde los muggles parecen perfectos y plásticos. Ella no lucia plástica, solo perfecta.
-Se quedo dormido – comento – no sé si sea normal, solo come y duerme y ensucia sus pañales pero... literalmente es todo lo que hace.
-Los bebes son muy básicos – contesto él.
-Sí, supongo.
Severus divago de nuevo.
Si hubiese aceptado los sentimientos de Petunia hacia tantos años atrás, probablemente el bebe al que la rubia tanto adoraba seria... suyo. Tendría el cabello negro en lugar de rubio y su piel seria pálida en vez de rosa.
Pero no era así, ella pertenecía a otro hombre, solo porque él fue lo suficientemente estúpido como para rechazarla, aun sin haberse dado cuenta de que ella... ella... lo amaba.
-¿Severus? ¿Estás ahí?
-Sí, estoy aquí.
-¿Quieres que llame a un doctor? - pregunto haciendo una mueca, ella pensaba que aun estaba herido.
-Estoy mejor.
Se levanto la camisa negra para que observara su abdomen, ahora había solo una pálida cicatriz que le atravesaba el abdomen de derecha a izquierda.
Ella lo miro con los ojos como platos, estiro su brazo y con la punta de los dedos con perfecta manicura y rozo su piel, justo en donde se encontraba la cicatriz.
El gruño, las yemas de sus dedos descargaron un cortocircuito en él.
-Lo lamento ¿te lastime? – dijo retirando la mano.
Severus tuvo el impulso de tomar su mano y devolverla a él. Se contuvo solo porque ella se levanto y dio un par de pasos lejos. Sobaba los sus dedos y Severus se dio cuenta de que ella también había sentido la electricidad.
Se levanto y se acerco a ella. Tomo sus hombros... y de nuevo... ahí estaba el fuego, corriendo por sus venas.
Ella se dio la vuelta y lo miro, con esos ojos azules tan cristalinos, tan mágicos.
Quien hubiera dicho que no había magia en ella había sido un idiota. Si, se daba cuenta de que había sido él mismo quien lo había dicho.
Había magia en esa mujer, y no magia común de la que se enseña en los colegios ocultos, era una magia ancestral, una magia tan poderosa que podía volver loco a un hombre, y él estaba punto de experimentarla por cuenta propia.
Ella se alejo provocando que la soltara.
-Si... si no quieres desayunar, tal vez quieras darte un baño, te relajara. Esta ahí – dijo señalando la puerta.
Si, tal vez eso sería bueno, una ducha fría para apaciguar el enorme bulto entre sus piernas.
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El porqué de Petunia, historia completa.
FanfictionBien, bien, bien. Debido a que me han estado escribiendo en mi historia El porque de Petunia pidiendo mas de esta pareja he decidido escribir una historia completa. Es tan hermosa y emotiva como el propio One-shot y a mi en lo personal me encanta. E...