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-Vamos, pequeño. Estás en tu casa. No seas tímido, hace calor, tu ropa debe incomodar... -la voz del anciano era ronca, excitada. Se frotaba la entrepierna mientras le indicaba a Gray que hacer. Era la tercera vez que se veían, cada vez era peor que la anterior. -No seas tímido, ya te he visto en cueros. Vamos, pequeño, la ropa.

Obedientemente, el muchacho se fue despojando de sus prendas. Era fácil. Estaba tan acostumbrado a hacerlo que ya no le resultaba penoso, tampoco podía decir que cada vez le resultaba mas fácil que la anterior, al contrario, cada vez le costaba más, cada vez sus deseos por morir se incrementaban. Quería detener el mundo y huir. Huir con Ruí y Ale.

-¿En qué piensas, muchachito? ¿Acaso intentas imaginar lo que puedo llegar a hacer en ésta ocasión?... Oh, espera... detente ahí.

Gray se detuvo, dejándose puestos los calzoncillos. Estaban un poco rotos, pero aun cubrían lo importante.

-Ese tipo de calzoncillos son mis favoritos. Una vez -dijo el anciano-, hace ya dos años, mi nieto menor usaba unos iguales pero de color azul en la fiesta de navidad, los vi por que mi hija me dijo que ayudara a mi nieto a cambiarse de ropa..., tenia un culito... -cerró los ojos mientras se humedecía los labios resecos con la lengua, que al abrirlos estaban rebosando un deseo enfermizo -. Tócate, anda, comienza a tocarte.

Era mas fácil cuando no hablaban. Gray deseaba que el viejo se callara de una buena vez.

Entonces, Gray hizo lo que hacia últimamente; cerraba los ojos mientras imaginaba que la persona que estaba en aquella habitación junto con él era Ruí, cosa que ya era difícil porque en primera, Rui no le pediría que hiciera cosas con las cuales se sentiría incomodo.

-Vamos, tócate para mi.

Gray inicio entonces a hacer suaves movimientos mientras iba deslizando sus manos sobre todo su cuerpo. No abrió los ojos para nada. Lo que imaginaba en su pequeña cabeza era mejor que la realidad. Las manos que ahora se encontraban sobre sus nalgas no eran las del viejo, no, por lo menos no en su mente, esas manos tendrían que ser de Ruí. La voz que le decía qué hacer no era de un viejo repulsivo, era la de un atractivo joven.

-Abre los ojos, muchacho. No querrás perderte esto.

El hombre ya lo había soltado. Ya no tenía prendas superiores. Tenía en manos una bolsa de tela con objetos dentro.

-Mete la mano, anda. Juguemos un
rato.

Gray sabia perfectamente que había dentro.

-No, por favor. No quiero jugar...

-Aquí no importa lo que tú quieras, chiquito. Importa lo que yo quiera. Así que vamos, mete la mano.

Viendo que no había otra opción, Gray aventuró a su mano dentro de la bolsa.

Al principio sintió rollitos de papel, cosas curvas, tela, objetos fríos y por último algo muy filoso que lo hizo retirar la mano. El viejo al darse cuenta. Le sonrió perversamente.

-¿Y bien? -Dijo sacudiendo la bolsa- ¿te ha gustado alguno? Tienes que seleccionar por lo menos dos. Anda, toma los que quieras.

Si fuera por Gray, él no tomaba ni uno sólo.

-Si tú no los escoges, yo los tomare por tí...

Gray, sintiendo pánico, y sabiendo que iba a ser peor dejando que el vejete escogiera, se armó de valor y sacó los primeros objetos que consideró inofensivos y los puso sobre la mano de aquel pervertido. Un rollito de papel y la tela.

-¿Quieres que fume, muchacho? ¿Sabías que hace tiempo que lo he dejado? - el rollito de papel no era otra cosa más que un simple cigarrillo. - Oh, y mira has sacado también una venda. Tendremos que divertirnos de una u otra manera con este par de objetos, ¿estás de acuerdo?

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