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Cuando Ale veía que un chico tenía una conducta no deseada en la mansión, su madre, la Srta Jo. actuaba inmediatamente para corregirla. Iba a un cuarto privado junto con unos cuantos hombres y además el joven que sería seguramente castigado. Siempre que entraban en esa habitación y salían, no volvían a ser los mismos. Eran más callados, asustadizos y sobre todo más sumisos. Ale nunca supo muy bien a que se debía ese cambio tan drástico de comportamiento. Pero sin duda, lo admiraba.
De seguro se trataba de una buena charla.

Por fin Ale había podido conseguir dormir. Había esperado toda la mañana por su amigo y él no apareció, terminó cansándose y sin darse cuenta se durmió profundamente. Tampoco sabía muy bien que era lo que hacía Lytos con aquellos chicos que se atrevían a desafiarlo. Pero seguramente no era nada bueno...

La cama en la que dormía era pequeña, sería imposible para dos personas adultas dormir en esa misma casa, pero para los jóvenes delgados que vivían ahí les era posible. Lo sabía por que hace un par de meses atrás, cuando recién había llegado, habían demasiadas personas viviendo ahí que tenían que dormir de dos en cada cama y otros más en el piso. Después Lytos y Joke se llevaron la mitad de jóvenes a otra casa y así todos tenían cama propia de nuevo. Anteriormente, Ale pensaba que los ronquidos de los demás chicos jamás la dejarían dormir, pero se equivocaba. Si se encontraba realmente cansada ese no sería un impedimento para su descanso. Aunque hay que admitir, que ella tiene el sueño ligero. Y cualquier ruido la podría despertar.

Pero no la despertó un ruido, la despertó un roce de piel. Alguien se había metido bajo sus sabanas, estaba frió y temblaba. En ese momento, Ale casi se moría del miedo, pero decidió enfrentar a eso que se encontraba a sus espaldas. Nunca había creído en fantasmas o monstruos. Dudaba de su existencia, pero si existe el bien debe existir el mal, entonces, quizá si existían...
Quizá ese monstruo que nunca se presentó por debajo de su cama ahora lo iba a hacer, y esta vez iba a ser por encima de su cama, exactamente a su lado. Tenia miedo. Mucho miedo. Pero mientras más lo pensaba peor era lo que se imaginaba.

¿Qué era a lo que más le temía?

Nunca lo había pensado, ni ella sabía a qué le tenia miedo, ¿a una cara fea? En todo caso seria a una cara bonita. En esas puedes confiar de inmediato y puede que eso haya sido un grave error. ¿A los demonios? Dudaba de su existencia.

¿Entonces a qué?

Era momento de saberlo, de encarar a sus miedos, así que se giró rápidamente y casi pegó un grito cuando descubrió que no se trataba de ningún fantasma, sino que se trataba nada más y nada menos que de su mejor amigo, Gray.

Ale le quitó las mantas de encima y sus ojos no daban crédito a lo que veía; el chico apenas y tenía ropa encima, los golpes que tenia esparcidos por todo el cuerpo habían aumentado notoriamente que cuando lo había visto al otro lado de la calle, sus labios carnosos los tenía partidos, sus ojos hinchados, tenía moretones en las piernas y rasguños en la espalda. Algo así sería difícil de ocultar. ¿Qué le pudo haber pasado? ¿Podría ser este el castigo por parte de Lytos? Pero esto no había sucedido antes, Lytos no dejaba marcas visibles. Sólo los privaba de la comida y los mandaba a trabajos más exigentes por varios días. No los maltrataba, eso iba en contra de lo que la Srta. Jo y el Sr. Preyco hacían. No se tenía que dañar a la mercancía...

-¿Estás bien? -preguntó Ale.

Hasta la pregunta había sido tonta. Obviamente no estaba bien. De por si Gray tenía los ojos rasgados por lo mismo de ser de "importación" y luego con los golpes que Lytos le propinó no podía ni ver bien. Solamente era uno el que tenía abierto.

-Shhh, por favor- estaba llorando, daba respingos a causa de sus sollozos, era terrible-. Sólo..., déjame estar a tu lado.

No iba a decirle que no, de todas maneras, el chico estaba en pésimas condiciones y ella no tenía corazón para negarle nada. Lo cubrió con las sabanas y se dedicó a besarle suavemente las heridas de la cara. El joven tenía la mirada baja, apretando los ojos y puños, tenía tanta rabia. Seguía llorando, ambos lo hacían, ella por tristeza y él por coraje. Intentaban no hacer ruido, compartían habitación junto con otros 4 jóvenes. La cual contaba con dos literas que tenía tres espacios para dormir. Era muy reducido el espacio, tanto que ni se podían sentar, solamente los que estaban hasta arriba podían hacer eso. Pero los dos de abajo no. Contaban con colchones de espuma solida y rígida. Ale dormía en la parte de abajo de la primera litera, Gray dormía en esa misma pero en la parte de arriba. El dolor que los golpes le producía no le permitía acender hasta su cama.

PutitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora