Capítulo 8

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La carta de mi papá sin lugar a dudas me dejo atónito, pero sinceramente no culpo a mi mamá, ella creyó que todo sería más fácil sin esa carta y que a la larga entendería que no tenía que ser como mi papá, pero lamentablemente no fue así, no aprendí nada, hasta ahora, a la mala.

No sé en qué momento quede totalmente dormido, todo lo que ocurrió ayer fue demasiado, cuando desperté estaba en mi cama y Sebastián dormido en el piso junto a mi cama, no quise despertarlo era muy temprano, me vestí rápido y salí.

Al recorrer el camino no dejaban de embargarme los recuerdos, las lágrimas parecían asomarse sin querer parar.

Pero no pude, el dolor era demasiado y termine por regresar a casa, Sebastián ya se había ido, así que lo único que hice fue ir a mi cama. Horas después, al parecer demasiadas porque ya era de noche llego mi amigo, pasamos toda la noche hablando y recordando, el no dejaba de repetir que tal vez esto ayude a sanar las heridas, pero yo siento que las abre más y más.

Nos quedamos completamente dormidos, en la mañana sin hacer ruido me fui, era hora de enfrentarlo.

Al llegar a aquella calle sentí un enorme dolor, pero tenía que hacer esto, no puede quedar así, así que toque aquella puerta que daba a mi lugar favorito del mundo, aquel lugar que guardaba miles de recuerdos y ahora un gran dolor. Pase más de media hora tocando, pero nadie habría, grite, pero al final me rendí, hasta que vi que la ventana del cuarto no estaba bien cerrada, subí por una pequeña escalera, esa escalera que guardaba demasiados secretos y abrí la ventana, pero al entrar al cuarto no era para nada lo que esperaba, estaba vacío, recorrí la casa pero no había nada, esto no podía estar pasando, ahora no, y sentado ahí en la sala con los ojos picando solo supe llamar a la única persona que me quedaba.

- ¿A dónde fuiste? Me desperté y ya no estabas, tú mamá está muy preocupada – dijo al contestar.

- ¿Estás en tu casa?

- Sí, ya estoy aquí, de hecho acabo de llegar ¿Por?

- Voy para allá – dije sin más.

- Aquí te espero pero primero ve a ver a tu mamá – dijo casi como regaño.

- Ahorita llego – fue lo último que dije.

Salí hacia mi casa, no tarde más de diez minutos con mi mamá, ella no dejaba de repetir que lo sentía, a mí lo único que me urgía era llegar a casa de Sebastián.

Al llegar tardo un poco para abrir.

- Ya llegue – dije en una mueca, era imposible sonreír.

- ¿Ahora me vas a decir dónde demonios te metes?

- Tenía que afrontarlo – dije con las lágrimas saliendo – ayer también fui, pero no pude y hoy, parece haber sido demasiado tarde.

- ¿A dónde fuiste?

- A casa de Maite – las lágrimas son imposibles de ocultar, son traicioneras las malditas.

- Tenemos que hablar de eso.

- ¿Qué sucedió? ¿Sabes algo? ¿Cuándo la... - no pude terminar la frase, era demasiado dolor.

- No lo sé amigo, cuando llegue en la mañana para cambiarme estaba aquí afuera la mamá de Maite – dijo con la cabeza agachada.

- ¿Qué te dijo? Todo fue una confusión ¿Verdad? – dije tratando de creerme mi mentira.

- No Matías, no fue así, ella sólo me entrego esto – estiro la mano con un libro que en letras azules se leía "Los mejores" – Me dijo algo como "A ella le hubiera gustado que tú lo tuvieras", cuando le quise preguntar por Maite ella sólo decía "No puedo" mientras lloraba, y se fue, sin decir nada, confirmando lo peor.

IrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora