Hace unos días salí del hospital, y no me voy a auto engañar pensando que gracias a lo vivido veo la vida de otra forma, no me voy a seguir auto engañando con que estoy bien, porque la verdad es que no lo estoy, los días pasan, la vida sigue y la tristeza no se va, permanece allí, con la fidelidad que quisieras encontrar en algo más.
Después de salir del hospital el doctor me recomendó ir con un psicólogo, más allá de que estés loco es para que logres superar tu perdida, mencionó, perdonar tus culpas, concluyo.
La verdad no me agrada la idea de que un extraño escuche monótonamente mis pensamientos más profundos, pero Sebastián me hizo prometer que lo intentaría, y es que más allá de la promesa que hice lo hago por mi amigo, porque no puedo sacar de mi mente el semblante de mi amigo preocupado a un lado de mi cama, y sus miradas fugaces hacia mis muñecas, como si éstas contarán la historia que yo no me atrevo a revelar.
Y aunque hace meses hubiera pensado que no había cosa que Sebastián no sepa de mí, ahora mi opinión es muy diferente, quizá conozca mi pasado, mis miedos, pero justo ahora no conoce mi dolor, no se llega a imaginar por lo que estoy pasando, ni yo sé lo que él está sufriendo, supongo que estamos a mano, supongo que así es la vida, supongo que con el tiempo nos vamos perdiendo sin darnos cuenta, por encerrarnos en nuestro mundo, por proteger más de la cuenta nuestros ideales, sentimientos y recuerdos pensando que al compartirlos estos se volverán tontos al pronunciarlos en voz alta.
Sebastián
(Al día siguiente)
En los pocos días que han pasado desde que Matías salió del hospital lo he visto ir a sus terapias con un aire de dejo, y justamente es curioso porque el clima parece que lo comprende y comparte su dolor, ya que ha llovido los últimos días, sus terapias son de una hora, lo veo salir hacia ellas y tres horas después lo veo llegar todo empapado con los ojos rojos y hojas en la mano, no le he preguntado que tal va con eso, no me quiero meter aunque sé que la última vez que le quise dar su espacio todo salió completamente mal.
Hoy volvió a salir, ahora llevaba un cuaderno en mano.
- Adiós Matías, suerte - grite desde mi cuarto.
- Después regreso - fue lo último que artículo antes de perderse en el ruido de las calles.
Entonces me meto a su cuarto, no con la intención de encontrar algo, sólo para arreglarlo un poco, recuerdo que antes era el hombre más ordenado del mundo, incluso nos regañaba a Maite y a mí por dejar un desastre cada que íbamos a ver películas a su casa, y ahora el desorden que tanto odiaba se volvió en algo habitual para él, como si en éste encontrará una parte de lo que era antes.
Y entonces comienzo a ordenar un poco, no demasiado, no a la perfección, sólo recojo lo tirado, y al tratar de acomodar su cama encuentro una hoja de papel, con la tinta a medio correr, y en medio de ésta una foto de los dos, irradiando amor como siempre lo hacían.
Desdoblo la hoja y comienzo a leer, sé que me iré al infierno por leer algo que no debería, que no es de mi pertenencia, pero me gustaría entender, y aunque no sea la manera me arriesgo, aunque no sé si es por curiosidad, preocupación o por algo más.
- La amaba tanto, con cada fibra de mi corazón, nos íbamos a casar, iba a ser mi esposa , íbamos a ser felices, no que no lo fuéramos siendo novios, pero tenerla a mi lado, ver un anillo en su mano, verla despertar todas las mañanas, todo estaba perfectamente planeado y magníficamente dispuesto hasta aquel trágico día.
Y es que como no, si estaba, estoy completamente enamorado de ella, pero ¿Y cómo no? Ella era perfecta, se amoldaba perfectamente a mi, amaba su hoyuelo que se remarcaba demasiado en su mejilla izquierda y como al sonreír las comillas de sus labios parecían estar invitándote a la entrada al paraíso, amaba sus ojos, esos preciosos ojos que eran la ventana al mejor lugar donde podía estar, amaba las pequeñas arrugas que se hacían a un lado de sus ojos a la hora de reír, como unas comillas enmarcando la mejor cita textual del mundo, de esas que cambian tu vida casi por completo, amaba sus labios, de un perfecto color rosa que parecían no necesitar de más ayuda para resaltar, amaba sus ratos infantiles en donde se olvidaba del dolor con el que cargaba, la amaba a ella, por completo, parcialmente, a ratos, toda la vida, sin pensarlo cada noche y ni siquiera sé como ocurrió, supongo o al menos en mi vida, las cosas suceden así, sin darme cuenta, sin planear las mejores situaciones de la vida, sólo suceden así. Así conocí a Sebastián, aquel hombre que se volvió como mi hermano y que cada vez que me encuentro mal él aparece mágicamente como si tuviera un radar Matías chillones.
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Iris
Novela JuvenilDicen que el verdadero amor sólo lo encuentras una vez en la vida y debes apreciarlo con todo tú ser. ¿Te imaginas encontrar el verdadero amor y perderlo? Matías es un joven estudiante que está por terminar la carrera de medicina, el hace un par d...