Capítulo 17

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Me desperté y lo primero que vi fueron algunas estrellas. Lo segundo que sentí fue el movimiento, y volví a sentir náuseas. De vuelta estaba sobre el caballo. De vuelta estábamos viajando. La luz del atardecer se desdibujaba en el horizonte, a punto de ceder ante el manto de oscuridad de la noche.

El caballo de Edward el Trotamundos aceleró el paso y tuve que seguirlo. Galopamos alternando la velocidad por horas, la luna nos iba siguiendo el paso rotando su figura por el cielo.

Me volví a quedar dormida varias veces pero los gritos que escuchaba en mis sueños me hacían despertar de golpe. Mi caballo seguía al de Edward prácticamente por instinto.

Respiré hondo el aire frío de la noche que me aguijoneó el pecho. La garganta me ardía pero de todos modos eso me ayudaba a distraerme. Lo único que se escuchaba era el viento y el galope de los caballos.

Unos minutos más tarde doblamos por un recodo y salimos de entre dos colinas. A lo lejos distinguí la silueta del castillo de Bamburgh. Suspiré de alivio, pero al mismo tiempo sentí que un nudo me oprimía el pecho. ¿Qué explicaciones les daría a mis padres? Se habían enterado del fracaso de la conspiración pero no cómo había sucedido. Gareth no me lo había dicho seguramente al ver en el estado en que me encontraba, pero mi padre no dudaría en hacerlo. De modo que me puse a pensar en una excusa lo más convincente posible.

Justo cuando comencé a desear que tardáramos en llegar el viaje se hizo más corto y llegamos al castillo en menos tiempo del que preveía. Les contaría la verdad...en parte, y otra parte la inventaría. Las grandes torres nos recibieron desde el risco sobre el que se alzaban. Lo que más me sorprendió fue la actividad que bullía dentro. Sirvientes y guardias iban y venían, cargando piedra y madera, clavando tablas y llevando y trayendo cosas.

Atravesamos la puerta y llegamos al patio interior. Dejamos a los caballos y entonces apareció mi madre corriendo hacia mí.

―¡Elwine!―exclamó, y me abrazó. Yo le correspondí el abrazo.

―Madre.

Mi madre se separó de mí y me miró con los ojos brillantes.

―Gracias al cielo que estás a salvo, no sabes lo preocupada que me tenías.

―Yo también me alegro, madre―dije, con voz átona. Ella se dirigió a mi hermano y también lo abrazó.

―Gareth, fuiste muy valiente, hijo. Qué haríamos sin ti. ¿No hubo problemas con nada?

―No, madre―dijo él negando con la cabeza. De modo que había tenido el consentimiento de mi madre cuando se había marchado. Ahora que lo pensaba no me extrañaba. Mi madre debería haber estado en verdad preocupada por mí.

Pero yo ya no podía sentir nada. Todas las emociones me habían sido arrancadas, excepto el dolor y el odio que reinaban en mi alma.

Ella miró a mi hermano un rato más, como queriendo corroborar si se había hecho algún daño, y luego dijo, suspirando:

―Bien, toda la familia junta de nuevo. Sana y salva.

Asentí mientras Edward el Trotamundos se despedía de mi hermano y se marchaba.

―Vengan al comedor, su padre los espera. Las cocineras prepararon un banquete especial para recibirlos.

En el interior del castillo reinaba un silencio de muerte. Mi padre estaba sentado a la mesa, a punto de empezar a comer.

―Elwine, me alegro de verte―dijo con voz seria.

―Y yo a usted, padre―respondí, mientras me sentaba. Noté que Gareth bajaba los ojos esperando el reto de mi padre, ya que había huido sin permiso, pero este nunca llegó.

La conspiraciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora