Lunes 19 de julio

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11:00 a.m

Estoy completamente desesperada. Llevo un día y medio sin besar al dios Sexy. Creo que tengo un síndrome de abstinencia de besos. Mis labios no paran de poner morritos.

TENGO que encontrar la manera de no ir a Kiwilandia. Voy a empezar una huelga de hambre ahora mismo. Bueno, en cuanto me coma unas galletas.


2:00 p.m

Suena el teléfono.

—Gee, cariño, ¿puedes cogerlo? ¡Estoy en el baño! —me grita mi madre.

—Podrás lavarte por fuera, pero lo que es por dentro...

—¡Georgia!

Salgo reptando de mi lecho de dolor y bajo las escaleras para contestar.

—Hola, Hotel Corazones Desconsolados, ¿en qué puedo ayudarlo?

Lo único que oigo es: chisporroteo, chisporroteo, silbido, silbido, así que tengo que gritar.

—¡HOLA! ¿HOLA?

—¡Joder! —dice una voz lejana.

Es mi padre, o "Vati", como lo llamo yo, que telefonea desde Nueva Zelanda. Como siempre, está de mal humor sin razón aparente.

—¿Por qué gritas? Me vas a romper el tímpano.

—Por que no has dicho nada — respondo con toda la calma que puedo reunir.

—He dicho "hola".

—Pues no te he oído.

—Seguramente no estabas escuchando.

—¿Quién puede hablar por teléfono y no oír al mismo tiempo?

—No tengo ni idea, pero si alguien es capaz de hacerlo, ésa eres tú.

Otra vez la misma historia, siempre soy yo la que hace mal las cosas.

—Mamá está en el baño.

—¿No quieres saber qué tal estoy?

—Esto, deja que piense. Bigote ridículo y unos cuantos kilos de más en la zona del culo.

—¡No seas impertinente! Llama a tu madre. Me doy por vencido contigo. No sé qué os enseñan en el colegio, además de a pintaros los labios y a ser unas descaradas.

No le contesto por que, si se lo permites, puede estar refunfuñando durante siglos.

—Mutti, hay un hombre que asegura que es mi querido Vati, pero no creo que lo sea por que se ha portado de forma muy desagradable conmigo.

Sale del cuarto de baño con el pelo mojado, goteando por todas partes, en bragas y sujetador. La verdad es que tiene unas domingas enormes. No sé cómo se las arregla para no perder el equilibrio. ¡Santo cielo!

—Estoy en una edad muy impresionable, ¿sabes?

Me lanza una mirada asesina y toma el auricular.

—Hola, cariño. ¿Qué? Ya, ya. Y que lo digas, está así a todas horas. Sí, una auténtica pesadilla— oigo que dice cuando me voy.

Encantadora, ¿verdad?

Como suelo decirle a cualquier persona dispuesta a escucharme (nadie), yo no pedí que me trajeran a este mundo.

Estoy en él por que ella y Vati... ¡Agh!... Es igual, prefiero no entrar en detalles.


En mi habitación 2:10 p.m

Mi madre sigue con su perorata.

—Esto..., bien. Bob, ya, ya. Vale, ajá... LO SÉ. Sí, ya lo sé.

¡Por las bragas de Minnie! ¿De qué van los mayores?

—¡Dale la noticia con suavidad, pero dile que no voy a ir NI LOCA!—le grito.

Mi padre ha debido de oírme, por que sus chillidos ahogados al otro lado del teléfono llegan hasta el piso de arriba. Sus alaridos no me sorprenden en absoluto por que Vati es muy dado a la violencia. Una vez, para gastarle una broma, le puse loción para después del afeitado en la cerveza sin que lo notara. No le hizo ninguna gracia. Cuando dejó de toser, se puso hecho una furia y me gritó con todas sus fuerzas: «¡Eres IDIOTA PERDIDA!» Lo que seguramente me costará un montón de dinero en terapias más adelante (si es que tengo un "más adelante", cosa que dudo).

Faldas Cortas o Piernas Largas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora