Viernes 23 de Julio

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El día del fin del mundo.

Mediodía

He decidido que sea la policía la que me saque de la habitación, para que todo el mundo sepa cómo me tratan. Me he atado a una pata de la cama con las mangas de la bata. Ya estoy viendo los titulares de los periódicos: "Prometedora super estrella del hockey se niega a que la lleven a la fuerza a Kiwilandia." Me he puesto un poco de maquillaje por si me hacen fotos.


12:10 p.m

Mamá ha entrado en mi habitación roja como un pimiento.

—¡Adivina! ¡No vamos a Nueva Zelanda porque tu padre vuelve a casa!

—¿Quééé?

Ha empezado a darme abrazos, sin fijarse en que estaba rígida como un hámster (con tétanos).

Confusión total:

—¿Vati, casa, viene?


1:00 p.m
¡Fantástico!

¡Un géiser inesperado le ha destrozado las botas a mi padre! Al parecer, empezó a salir vapor de agua de algo que estaba arreglando, saltó para apartarse y se rompió un pie. Mi madre se ha mostrado inflexible y le ha dicho que no llevará a sus hijas a un sitio en el que salen esas cosas del suelo.

—Ya me cuesta suficiente trabajo sacarte de la cama, como para encima facilitarte excusas —me ha dicho, injustamente por cierto, pero no he contestado por que en mi interior había una voz que decía: "¡Bieeen!"

La única mosca en la sopa es que Vati vuelve a casa en cuanto se le acabe el contrato. Con todo, si me dan a elegir entre ir a vivir a Kiwilandia o tener que aguantar a mi padre husmeando en mi habitación y contándome a todas horas cómo eran los "setenta", supongo que me quedo con el gruñón bigotudo.

Mamá está muy contenta y no deja de darme abrazos.

Creo que es un poco hipócrita, pero no se lo he dicho. Yo también la he abrazado y, rápidamente, le he pedido cinco libras.

Me las ha dado sin pensárselo. ¡Yupiii!

Hace un maravilloso día de verano típicamente inglés, cae una encantadora llovizna. ¡No tenemos que ir a Kiwilandia! ¡Gracias, Dios! Siempre creeré en ti, lo de pasarme al budismo era broma.

3:00 p.m

He puesto la música a todo volumen y he sacado los bikinis de la maleta. La, la, la, qué bien, qué bien, qué bien... Cha chi piruli y doblemente dabuten.

Tío Eddie ha venido con una botella de champán y ha traído a Angus metido en una cesta. Le ha puesto un bozal. Qué cobarde. Se lo ha quitado rápidamente y el pobre animal se ha ido a pasear por sus dominios (los cubos de basura). Cuando he bajado, mi tío había tomado a Libby en brazos y estaba bailando con ella. Mi hermana cantaba: «Tío Eddie, cabeza de huevi», lo que tiene su gracia, la verdad.

4:20 p.m
Mi habitación, ¡cuánto te quiero, cuartito! La, la, la, la...

¡Fabulo, fabulo, fabuloso! Todo me parece una maravilla: mi póster de Reeves y Mortimer enseñando el culo, mi mesita, mi camita, mi ventanita que da al jardín de al lado...

5:00 p.m
He llamado a la Panda de las Fantásticas y se han vuelto locas. En cuanto he colgado ha sonado el timbre de la puerta. Era don Vecino-de-al-Lado. Las gafas le colgaban de una oreja. No ha dicho: "Me alegro de que no te vayas, Georgia."

De hecho, no ha abierto la boca. Me ha entregado una escoba y ha echado a correr. Angus estaba enganchado a la parte de abajo. Ha arrastrado a su presa hasta la cocina y se ha oído un estruendo de sartenes, cacerolas y sillas.

—¡Libbs, Angus ha vuelto!—he gritado.


11:00 p.m
Antes de irme a la cama he asomado la cabeza por la puerta de la cocina. Libby le estaba dando de comer al gato con la mano. Así me gusta. Vuelta a la normalidad.

Faldas Cortas o Piernas Largas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora