Ad nocendum potentes sumus

712 96 109
                                    

Llego a casa después de llevar a Vera a su casa, donde Kathia como agradecimiento me ha invitado a comer y donde me he quedado a jugar un poco con Vera, sobretodo para ocupar mi mente de algo que no sea sobre Allen y el beso que nos dimos ayer.

Me sorprendo de ver a Janell sentada en el sofá delante de mis padres, mientras mi madre la mira con una cara pálida y mi padre aprieta la mandíbula.

A pesar de lo rara que es la situación me alegra que Janell esté aquí, necesito hablar con alguien sobe lo que ocurrió ayer con Allen.

Cuando mis padres me miran, y Janell no se da la vuelta para mirarme, el hecho de que suceda algo se me confirma con fuerza. Janell ya hubiera venido corriendo hacia mí y hace rato que estaríamos hablando en mi cuarto, el hecho de que no quiera ni mirarme, me parece sospecho.

—Audrina, ven aquí. —Me dice la fuerte voz de mi padre, camino lentamente hasta ellos, y me siento al lado de Janell, ella se aparta un poco de mí. Lo cual me sienta fatal.

¿Qué le pasa?

La miro incrédula y ella mira a todas partes menos a mí, está igual de pálida que mi madre, algo sucede aquí.

Y es algo que no me gustará.

—¿Qué sucede? —Pregunto mirándoles a todos.

—¿Por qué no nos lo dijiste? —Pregunta mi madre con voz temblorosa.

—¿Decir qué? —Pregunto mirando a Janell. Ella sigue sin mirarme y menos contestarme.

—Lo que pasó el viernes pasado y el otro. —Me replica mi padre. La realización me azota de golpe, saben lo que sucedió, saben lo del tío de los tatuajes.

Miro a Janell enfadada sabiendo que es la causante de esto.

—¿Por qué se lo has dicho? —Replico con irritación. Janell se encoge ante mi protesta.

—¿Y tú por qué no lo has hecho? —Salta mi padre enfadado. —Te podría haber pasado algo grave. —Me suelta enfadado.

Que no me prohíba ir en tren, que no me prohíba ir en tren.

Pero no ha pasado, Allen estaba allí. —Mamá aparta la mirada y mi padre aprieta los puños.

—¿Y si ese chaval no hubiera estado allí? —Me pregunta enfadado.

—Estaba y no hay nada más que discutir. Estoy bien. —Mi padre se enfurece más.

—Pero podrías no haberlo estado, tenías que habernoslo dicho. —Grita enfadado. Miro a Janell que tiene la mirada bajada.

—¿Qué hubiera cambiado si os lo hubiera dicho de todos modos? —Pregunta.

Pregunta equivocada. Lo sé nada más sale de mi boca.

—La primera vez te hubiéramos prohibido ir en tren, y no habría pasado lo del viernes pasado. —Responde mi padre.

Mi corazón empieza a palpitar con fuerza.

No, no, no, no, no.

No puedes hacer eso. —Mi padre arquea las cejas ante mi protesta.

—Oh, claro que puedo hacer eso. —Espeta cruzandose de brazos.

—Cariño es por tu bien. —Responde mamá.

—No, no es por mi bien, es por la tranquilidad de vuestra conciencia. —Me levanto enfadada. Janell intenta cogerme del brazo pero me zafo enfadada.

—Sabías que harían eso si les contabas algo, ¿por qué lo has hecho? —Pregunto y de pronto se me llenan los ojos de lágrimas.

—Quiero que estés bien y segura. —Me responde ella.

Sentimientos enfermosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora