Katya Lizardi era una chica rubia, ojos azules, picara, muy bonita, enamorada de su marido, el abogado Jean Daniel Lazaro, vivian una vida perfecta en las afueras de la ciudad de Boston, cuando a Katya se le atreveso en el camino el guapo chico, Ian...
Ian me miró, me halo hacia sus labios, y me beso, nos sentamos en la cama, todavia unidos en un solo cuerpo. Me siguio besando.
-Eres mia, Katya.
Lo miré, lo bese, abrazándolo con mucha fuerza.
-No me canso de sentirte, -dijo a mi oido, mientras me apretaba contra el, se movia muy fuerte.
Empezé a gemir, aquel movimiento me estaba llevando al borde de la locura, lo sentia tan adentro que por un momento me asuste.
-El bebe, el bebe, -dije asustada cortando aquel movimiento.
-Que pasa? -dijo sin aliento.
-El bebe, Ian.
-No pasa nada, tranquila -se rio tan hermoso, que volvia a enloquecerme.
-Seguro?
-Seguro, -dijo volviéndo a moverse como lo estaba haciendo.
Me hizo gemir, me hizo gritar su nombre muchas veces, hasta que ya no pude mas, me volvia loca de pasion, me estremecia todo el cuerpo, me llenaba toda de el, nos amamos con todas las ganas contenidas que nos teniamos.
Sentía que se habia desquitado de Jean, de haberme traido aquel lugar, de haberme llevado con el a escondidas. Ian me abia hecho el amor como nunca me lo habia hecho. Quede tan cansada y adolorida que me quede dormida, enredada en las sábanas.
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Me vi entremedio de dos hombres, uno me ofrecia amor, pasión, deseo, el otro dinero, románticismo, obsesion y golpes. No supe a cual mirar no supe a cual escojer. Me levanté sobresaltada. Tenia una camisilla verde puesta, me rei. Era de el.
Iba a levantarme cuando lo vi tirarse de golpe a mi lado, desnudo. Me beso la mejilla, mientras me tocaba los pechos.
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-Quédate, conmigo -dijo a mi oido.
Lo miré a los ojos, lo bese.
-No es tan facil, -dije.
-Lo es, solo te quedas -dijo riéndose.
-Ian, no empieces, porfavor, cada vez que hablamos del tema salimos peleando.
