9/2- Fugaz.

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Llegué al paso a nivel al mismo tiempo que el cielo nocturno empezaba a agonizar experimientando una metamorfosis en el este. En medio del paso se encontraba Naia. Suspiré en alivio.

-¡Naia! ¿Por qué te has ido? -Dije respirando muy rápido fruto del cansancio.

-Creo que te debo una explicación. -En un tono arrepentido.

-No lo entiendo, dijiste que no importaba mi historia.

-No es tu historia, si no la mía.

-¿A qué te refieres...? -Pregunté extrañado.

-Si estoy aquí es gracias a ti.

Esa revelación confundió más de lo que estaba. Pero solo podía desenredar todo esto ella contando su historia. Por ello le pedí que lo hiciera.

-Yo quería ser modelo -dijo riendo recordando las bromas del otro día- ,pero modelo de las de verdad. Mis padres llevaban una compañía de ropa y calzado y quería estar a la altura. Fui hija única y eso se notó en casa, ya que eran muy estrictos conmigo. Mi adolescencia no fue la mejor, estaba sola y constantemente recibía abusos por culpa de mi forma física. Pensé que la solución era introducirme en el mundo de la moda para adelgazar, pero todas las campañas fueron duras conmigo a pesar de haber estado casi en los huesos. Harta de mi vida, harta de unos padres que no me apoyaron, harta de todo decidí coger el coche y largarme a otro lugar en el que nadie me conociera y comenzar una nueva vida. Todo ocurrió una tarde lluviosa, robé el coche de mis padres y salí por esta calle, siguiendo el paseo. No tenía ni idea de conducir y pensé que todo esto era una locura. Me sentí sin escapatoria, sola, y por un momento desee morir. Instantes después sentí el impacto de otro coche en la puerta del copiloto. Estaba totalmente confundida y solo podía ver dos grandes luces rojas encima de mí. Una luz amarilla inundó el coche. Vi como mi coche estaba siendo arrastrado por un tren y también vi mi cuerpo fundiéndose con la carrocería del mismo. Todo eso, desde el otro lado de la vía.

Automáticamente caí al suelo en shock. La situación no tenía ni pies ni cabezalla era la chica que había dentro del coche que golpeé. Los fantasmas del pasado estaban persiguiéndome. Estaba enamorado de la persona a la que le arranqué la vida.

-Si-si eso que dices es verdad... ¿Por qué me ayudas? -Pregunté confundido aun.

-Porque sentí como al tocar mi pecho ya no latía mi corazón. Sentí como moría. Y me arrepiento de todo ello. De decir que la vida es una mierda. De querer morir. Por eso no permitiría que una persona dejara de creer que es capaz de realizar sus sueños en esta vida tan perra y que realmente si tiene un papel en este mundo que nos condiciona. Pero ese no es solo el motivo.

-¿Cómo? -Pregunté levantándome del suelo, pálido y aguantando las lágrimas

-Quizá la estrella si que te escuchó. -respondió con una alegre sonrisa- La noche en la que te encontré no fue por casualidad. Momentos antes me encontraba en el paso a nivel, llorando desconsoladamente. De repente noté un dulce aroma. Vi a mi lado a un chico que relucía, parecía tener luz propia. Me dijo que te había escuchado y que si te ayudaba a quitarte el peso del pasado, si hacía que te desahogaras, yo iría a un lugar mejor. Tu hermano nunca dejó de estar a tu lado ¿sabes?

Agaché la cabeza con la mirada perdida y mis mofletes encharcados se encogieron con una sonrisa. Ella se acercó, y mientras me abrazaba dijo:

-Me dijo que te perdonaba, que te echaba de menos y que no te merecías todo por lo que estabas pasando. Que no tenías la culpa.

Mis brazos apretaron con fuerza a Naia en un intento de desahogo.

-Gracias a él te conocí. -Me dijo al oído- y por fin puedo decir que me enamoré de alguien alguna vez. -susurró sin poder contener las lágrimas.

Sabía que este era el final. No la volvería a ver.

-Gracias por haber estado hasta el ocaso conmigo. Todo lo que tengo aquí y ahora es gracias a ti. Te quiero, Naia.

Sequé sus lágrimas y besé sus labios una última vez. Esta vez estaban fríos. Se dirigió al centro del paso a nivel.

-¡Espera! Dale a mi hermano las gracias -le dije por última vez.

Ella se giró y sonrió. Cruzó el pasó a nivel y las barreras bajaron con el tren de las 7:15. Por primera vez vi salir el sol, sentir los rallos del sol en la cara del amanecer, dejando ver todo el color que no pude ver antes. Ella me brindó ese último momento. Ella me dejó ver la luz. Tan fugaz como pasó el primer tren se desvaneció su figura. Esta era mi nueva vida.

"Ni un príncipe, ni un héroe, ni un guerrero; sino yo. Capitán de este navío llamado "Mi vida" con rumbo hacia una nueva historia".

 Capitán de este navío llamado "Mi vida" con rumbo hacia una nueva historia"

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