Nuestro protagonista, acostumbrado a la macabra rutina de dormir durante el día y vivir durante la noche, conocerá a una chica que hará que su racha de mala suerte se acabe. Pero sus quedadas a media noche se ven condicionadas con la regla de no con...
Otra noche más volví al mismo banco de siempre con mi paquete de Fortuna. Tenía los dedos tan congelados que no podía hacer encender la llama de mi mechero, y mucho antes de que hubiera podido, otra vez llegó ese aroma tan dulce. Estaba sentada al lado de mí, aquella chica.
-¿Otra vez fumando?
-No me has dejado intentarlo. -le dije con cierta sátira
Hubo un incómodo silencio durante unos segundos, que realmente me molestó, porque sabía que me estaba mirando.
-¿Qué es de ti?- Por fin habló.
-¿A qué te refieres?- Le devolví la pregunta.
-Ya sabes, tu vida.
Por un momento se me paró el corazón, nadie me había preguntado algo así en año y poco. No había establecido conversación con nadie en ese tiempo.
-No.
-¿Ehhhhh? ¿Por qué? La noche será aburrida entonces.
-He dicho que no hablaré de mí.-Dije de manera mas ruda.
Insistió durante una larga e interminable media hora. Y decidí darle motivos para no hacerlo.
-Escúchame, mi pasado es lo que hace que venga aquí noche tras noche. Mi pasado ha hecho de mi presente y futuro un infierno. -Dije para que entrara en razón.
-Entonces... si es eso no quiero que me cuentes nada.
-¿De verdad?
-No, es más, hagamos una cosa. -dijo muy entusiasmada-. A partir de ahora queda totalmente prohibido hablar sobre nuestro pasado. Ni eventos, ni sucesos, ni pérdidas... nada.
-Esta bien. -Dije de acuerdo a su proposición.
-Bien.
-De acuerdo.
De nuevo un silencio más incómodo que el anterior.
Después de aquello, dimos un largo paseo por aquella acera que recorría perpendicularmente las vías del tren. A pesar de no poder contarnos nuestras vidas, fue divertido cuanto menos. Llegaron las seis de la mañana y en el horizonte empezó un festival de colores que iban haciéndose cada vez más cálidos.
-Está bien por hoy, me iré a dormir.-Dije algo cansado.
-Sí, mejor.
Nos despedimos y volví a casa. Ahí fue cuando volví a ese oscuro cuarto tapiado donde debías arrastrar los pies para no pisar ninguno de los objetos que habían esparcidos por el suelo. Sudaderas, calcetines, una vela de cumpleaños con el número cinco... entre otros. Entre camisetas sucias y otras pertenencias encontré mi teléfono, el cual no usaba desde aquel día. Aun le quedaba batería, así que lo encendí. Pude ver un 'sin fin' de mensajes y llamadas perdidas. Bajé en la linea temporal de los mensajes y encontré uno que paralizó.
"Olvida todo lo que te dije, David, nunca pensé que fuera a ocurrir esto. Voy a casa a por ti. No te muevas de allí." 16:08 del 29 de Noviembre de 2014.
Bloqueé el móvil y puse mi brazo encima de mis ojos. Las lágrimas fueron incontenibles.
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