- 01.

3.1K 312 106
                                    

Nathaniel POV.

—¡Estoy harto! —exclamé finalmente, con la respiración acelerada y el rostro rojo de ira. Mi padre me miraba atónito, pero también enfurecido. Supuse que no esperaba reacción de mi parte, o al menos no una así.

— ¿Disculpa? —preguntó en tono desafiante. Sabía que quería que repitiera aquello para soltar otra de sus golpizas.

— ¡Estoy harto de ti, de todo esto! He intentado que se sientan orgullosos de mi durante años, pero todo lo hice para nada. ¿De qué me sirve hacer todo eso si al final de día encontrarás un mínimo detalle para enfurecerte conmigo? —exclamé nuevamente. Mi pecho subía y bajaba con rapidez; no sabía si era a causa de la ira que sentía en mi interior, acumulada por tanto tiempo, o por el miedo que tenía de su reacción. Él se limitó a soltar una risa fría, malévola.

— Así que no te gusta mi manera de hacer que aprendas las cosas. Lo hago por tu bien, Nath. Todo es por tu bien. En un par de años estoy seguro que me lo agradecerás —la arrogancia con la que pronunció todas aquellas palabras hizo que apretara mis manos en un puño. No iba a golpearlo, sabía que si lo hacía solo me ganaría la golpiza más grande de mi vida, y en aquellos momentos no estaba preparado para otra más. Mi boca se entreabrió al querer decir algo, pero fui interrumpido por su voz— Y si no te gusta ahí tienes la puerta, puedes irte. Pero si lo haces ten por seguro que no permitiré que vuelvas a ésta casa. Si sales por esa puerta, te olvidas de ésta familia.

Y ahí me encontraba. Sentado en la banca de un parque con una gran maleta a mi lado llena de toda mi ropa, una mochila sobre mi espalda con otras pertenencias, y una soledad abrumadora. Sentía pena por Ámber, al fin y al cabo la había dejado sola con dos monstruos. Pero sabía a la perfección que ella era la niña mimada, que no importa lo que hiciera, estaba bien. Yo era el blanco directo, yo era el estorbo.

La noche comenzaba a acercarse y con ella una brisa algo fresca. Permanecí ahí sentado, observando mis pies mientras los dedos de mis manos jugaban entre si. ¿Para qué iba a moverme de aquél lugar? No tenía dónde ir de todas maneras. Pensó en ir donde alguno de sus compañeros de instituto, pero eso implicaría explicarles el por qué de toda aquella situación.

Castiel POV.

— ¡Demonio ven aquí! —exclamé un tanto frustrado. Comenzaba a caer la noche y el maldito perro, al cual de igual manera le tengo cariño, aún quería jugar. ¿Es que no se daba cuenta de que estaba anocheciendo y que quería regresar a casa porque comenzaba a hacer frío? Claro que no.

La gente en el parque comenzaba a irse, no era para menos. Me crucé de brazos, esperando que Demonio decidiera finalmente acercarse a mi y de esa manera poder irnos. Fruncí el ceño al notar a una persona en una de las bancas. Había una maleta a su lado, y por un momento pensó que simplemente sería un vagabundo que había decidido dormir esa noche en el parque. Pero al observar con más detenimiento me percaté de esa cabellera rubia que conocía perfectamente.

— Nathaniel —susurré, más para mi mismo. Me quedé en mi lugar intentando sacar suposiciones de lo que haría aquél delegaducho en medio del parque, casi anocheciendo y con una maleta. Sabía que la situación familiar del rubio no era la mejor. En pocas palabras, sus padres eran una verdadera mierda. Especialmente su padre.

Di dos pasos antes de detenerme. ¿Qué estoy haciendo? El tipo es un jodido imbécil al cual odio, no me interesa lo que pase en su vida. Para nada.

Sin embargo me da curiosidad. Así que retomé el paso en dirección al rubio, colocando una sonrisa de medio lado en mi rostro.

— ¿Te vas de viaje, rubia? Espero que sea para no volver —comenté divertido una vez que estuve frente a él. Esperaba una reacción típica de su parte, como enfadarse, gritarme alguna cosa e irse. Sin embargo él solo levantó la mirada, y podía notar como su rostro se encontraba algo demacrado. Se notaba el cansancio, la tristeza, se veía destrozado.

— No estoy para bromas, Castiel. Por favor, vete y déjame solo —murmuró él volviendo a llevar la mirada al suelo.

Podría haberme ido. De hecho estuve a poco de dar media vuelta, llamar a Demonio e irme a mi casa. Pero mis piernas no respondían a mi, intentaba comunicarles que quería moverme, pero no obedecían, así que permanecí parado frente al rubio en completo silencio durante un momento. Solté un pesado suspiro y decidí tan solo sentarme a un lado de él en aquella banca. Podía dejar, solo por un momento, mi mal genio y todo aquello del pasado para preocuparme, solo un poco, por él.

— ¿Algo grave? —pregunté, observando los alrededores del parque donde tan solo nos encontrábamos nosotros, y claramente Demonio correteando por ahí. Nunca se cansa.

— ¿Por qué no te vas y evitamos tener una charla sobre algo que no te importa, Castiel? No tienes que pretender que te interesa lo que me pase —atacó él. Fruncí el ceño, dirigiendo la mirada hacia él.

— Mira, que perfectamente podría haberme dado media vuelta e irme con mi perro a mi casa y dejarte aquí en medio de la nada. Así que deja de comportarte tú como un idiota y dime qué te pasa, tampoco tengo toda noche —exclamé un tanto molesto por su comportamiento. Pero debía admitir que no tenía idea de por qué estaba así, de por qué me había quedado a su lado. No es como que nos habíamos odiado toda la vida. Habíamos sido amigos, muy buenos amigos, en los viejos tiempos, y en el fondo, pero muy en el fondo, en un pequeño rincón que quizá estaba con algunas telarañas, me importaba. Y también sabía que la razón por la cual nos odiábamos había sido un malentendido, una mala jugada de parte de otra persona para justamente ocasionar aquello. Pero mi orgullo es más grande que cualquier cosa y me impedía disculparme con él, por lo tanto decidí continuar con aquél odio.

— Me fui de casa —murmuró finalmente él luego de varios segundos en completo silencio. Él no levantaba la mirada, continuaba observando sus pies con atención como si fuese la primera vez que los veía, como si justo ahora se percatara de que tenía pies.

— ¿Tiene algo que ver con tu padre? —Me atreví a preguntar, volviendo a observar a Demonio a lo lejos. De verdad, que nunca se cansa.

— ¡Tiene todo que ver con mi padre! He intentado que se sienta orgulloso de mi desde hace tanto tiempo pero siempre encuentra algo mínimo por lo que reprocharme y darme una paliza —su voz salía frustrada, estaba enojado, destrozado. Me quedé estático un momento analizando sus últimas palabras.

— ¿Tu padre te golpeaba? —pregunté, con una ola de furia en mi interior. Sabía que el tipo era estricto, que exigía demasiado a Nathaniel, pero jamás imaginé que llegaría al extremo de golpearlo. ¿En qué cabeza cabe?

Él se quedó en silencio, supongo que lamentándose de lo que había dicho. Siendo sincero, tenía muchas ganas de levantarme e ir a casa de sus padres para darle una golpiza, pero no quería traer más problemas. A veces puedo controlar mis impulsos.

Me levanté del banco, llamando por última vez a Demonio, quien gracias a Dios hizo caso y se acercó a mi, comprendiendo que era hora de irse. La noche ya había caído y el frío comenzaba a ser un poco más fuerte, por lo que me incliné para tomar la maleta que Nathaniel llevaba.

— Arriba, rubia —murmuré, comenzando a caminar junto a Demonio. Sabía que aún se encontraba en la banca pensando qué rayos estaba haciendo. Y por más que pretendiera que lo odiaba tampoco podía simplemente dejarlo ahí, mucho menos luego de haber escuchado el problema.

— Castiel ¿qué haces? —preguntó él con confusión, finalmente levantándose para caminar con pasos rápidos hacia donde estaba, caminando luego a un lado de mi y dirigiéndole una mirada algo temerosa a Demonio. Sabía que los perros no eran de su agrado.

— Vamos a mi casa. Te vas a quedar ahí hasta que sepas que hacer, y no aceptaré un 'no' por respuesta.



QUÉDATEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora