- 09.

1.2K 186 44
                                    

Castiel POV

Me hubiese encantado poder darle una paliza por mi mismo a aquél tipo, pero no iba a arriesgarme a ir a la cárcel también. Llamaron a una ambulancia con rapidez mientras se lo llevaban. No tardó demasiado en llegar y fue reconfortante eso, su rostro no se encontraba para nada bien. Él no se encontraba para nada bien.

Su madre y su hermana fueron llevadas a la comisaría, claramente se haría un juicio y necesitaban testigos. No hubo cargos contra ellas. No cuando simplemente se sentían amenazadas por un tipo que vivía bajo su mismo techo.
Me subí en la ambulancia a pesar de que el enfermero me reclamó que solo familiares podían acompañarlo, pero luego de gritarle que iba a ir le guste o no porque no iba a dejarlo ir solo, accedió.

Esperé durante un largo rato. Debían limpiar las heridas, dar puntos en algunas pequeñas, debían hacer tantas cosas y estaba inquieto. Estaba impaciente, nervioso, preocupado. Pero más que nada estaba sintiéndome un inútil. No pude protegerlo, no pude evitar que esto sucediera y ahora me encuentro en una puta sala de espera mientras él está ahí adentro y yo me encuentro frustrado con Lysandro que vino a hacerme compañía lo más rápido que pudo pero que solo está observándome con una sonrisa de satisfacción en su rostro al ver que unas pequeñas lágrimas caen por mis mejillas. Y sé exactamente cuál es su pensamiento; "te lo dije".

Si, me lo dijo. Me dijo que sentía algo por Nathaniel, me dijo que seguramente me gustaba, me dijo tantas cosas y solo hice caso omiso a cada una de ellas. No me atreví a decirle nada de lo que sentía, no me atreví a enfrentarlo cuando supe que lo había besado aún y cuando no lo recordaba. Solo actué como un cobarde, ignorándolo a él e ignorando todos éstos sentimientos que intenté sepultar durante tanto tiempo.

Jamás tuve problema en aceptar que me interesaban los chicos y las chicas. Jamás me pareció algo extraño, jamás me frustré por eso ni me enfadé. Pero de todas las personas que hay en el mundo, de toda la gente con la que me podría haber cruzado ¿tenía que fijar mi vista en aquél estúpido rubio que entró al aula en segundo grado y no se atrevía a mirar a nadie de lo tímido que era?
¿Y cómo decidí actuar al respecto de mis sentimientos? Sepultándolos bajo tierra y tratando de hacerle la vida imposible a aquél niño. Si, me gusta desde segundo grado. Pero luego de tanto tiempo molestándolo ¿a quién iba a confesarle que lo hacía porque me gustaba? Me tomarían por tonto. Excepto Lysandro, él me toma por tonto todo el tiempo. Pero él no estaba ahí en ese momento.

Y luego, simplemente decidí ignorar mis sentimientos. Intenté salir con una chica, lo hice durante unos meses aunque no estaba realmente interesado en ella. Pero todo terminó cuando ella me dijo que estaba interesada en otro chico. ¿Y en qué chico? En el delegado del instituto. ¿Y quién era el delegado? Nathaniel.
Así que todo gira en torno a él. No hay manera de que pueda tenerlo lejos porque siempre encuentra la manera de volver aunque sea sin proponérselo. Y ahora que lo he aceptado, ahora que acepté mis sentimientos hacia él, que los confesé aunque sea a una persona, tengo miedo de perderlo por no poder haber sido lo suficientemente fuerte para protegerlo. Lo suficientemente inteligente para no dejarlo de lado.

— Se recuperará. Son unos cuantos golpes, pero estará bien —murmuró Lysando mientras continuaba observándome— Ahora déjame seguir observándote para guardar en mi memoria el momento en el que Castiel se preocupa por alguien. Es un acontecimiento importante. Hasta hay lágrimas, algo nunca visto en Castiel —Si, era medio tonto, quizá bastante. Pero a pesar de eso Lysandro sabía cómo cambiar mi humor, sabía cómo hacerme reír aunque sea un gruñón malhumorado. Y es lo que estaba intentando hacer ahora mismo.

{2 días después}

La enfermera había dicho que estaba mejor. Al menos se encontraba estable, pero aún no había despertado. Las heridas sanaban bien. Todo estaba bien. Excepto que sus ojos no se abrían.
Mi inquietud comenzó a ser más fuerte. Mis nervios aumentaban cada vez más y no quería irme de allí por nada del mundo. Lysandro iba dos veces al día a darle comida a Demonio, aunque debía llamarlo a su celular una vez que llegaba a mi casa porque se olvidaba a qué había ido.
Su hermana y su madre iban al hospital de vez en cuando, esperando nuevas noticias. Pero las noticias para él eran que su padre estaría en prisión al menos por dos años.

Libertad. Eso era lo que Nathaniel tenía ahora. Libertad y tranquilidad, algo que siempre quiso y que ahora tiene. Solo basta que despierte para que pueda verlo y sentirlo.

Nathaniel POV

Mis ojos se fueron abriendo con lentitud, tratando de acostumbrarme a aquella habitación. Era completamente blanca, pero la luz cegaba por completo. Parpadeé un par de veces hasta que finalmente pude acostumbrarme. ¿Por qué todo debe ser blanco en los hospitales?
Miré hacia un costado, notando que mi rostro me dolía excesivamente y que una intravenosa se encontraba en mi mano. Probablemente parecía un completo desastre ahora, pero era reconfortante ver a Castiel sentado en la silla de la habitación de aquél hospital, ahora levantando la mirada hacia mi.

— ¿Te encuentras bien? ¿Necesitas que llame a una enfermera? —preguntó mientras se levantaba para poder acercarse a la cama. Lo observé en silencio durante unos largos minutos y él frunció el ceño— Di algo. Y no me vengas con lo típico de las novelas de que no te acuerdas de quién soy —solté una leve risa, haciendo una mueca ante el leve dolor que se esparcía por mi rostro, mientras negaba despacio con la cabeza.
— ¿De verdad no recuerdas haberme besado aquella noche, Castiel? —pregunté casi en un susurro, pero lo suficientemente audible para que él me escuchara. Su rostro denotó sorpresa, y su mirada se encontró con la mía durante unos breves instantes.
— Pequeños flashes. Recuerdo que casi caigo de cara al suelo y tú interrumpiste esa caída —murmuró soltando una leve risa. No pude evitar sonreír al darme cuenta de que no era el mismo. Se lo veía diferente, se lo veía más feliz, con más luz— ¿De verdad te gusto desde que somos niños, eh rubia? —Y ahí estaba el Castiel de siempre. Sus cejas se movían de arriba hacia abajo con rapidez y una carcajada salió de mi boca. Mis mejillas se enrojecieron, pero recé para que no lo notara— Mira, hasta te pusiste rojo. Así que es verdad —murmuró él sonriendo de lado y acercando la silla para poder sentarse, logrando quedar a poca distancia de mi rostro.
— Me gustas desde que consolaste a mi hermana cuando le rompí sus muñecas favoritas. Apenas era un niño pero luego de eso no podía dejar de pensar en aquél niño de cabello oscuro. Luego en primer grado te veía en los pasillos, pero nunca notaste mi existencia —murmuré completamente rojo. Qué más daba confesárselo. Ya no tenía nada que perder, era más que obvio.
— Hasta segundo grado. Cuando entraste al aula y esa vez fui yo quien no se pudo sacar de la cabeza a aquél niñito rubio y tímido que no era capaz siquiera de levantar la mirada para buscar un pupitre vacío —la risa de Castiel resonó en la habitación y me hizo sonreír de nuevo. Noté que su mirada bajaba hacia mis labios y mis nervios comenzaron a aparecer. Su rostro comenzó a acercarse al mío con lentitud e inconscientemente cerré mis ojos, finalmente sintiendo por segunda vez como sus labios se posaban sobre los míos. Los movía con lentitud y con delicadeza, sin ningún apuro, y en cuanto se separó pude sentir como una sonrisa se formaba en sus labios— Lamento no poder recordar nuestro primer beso.
— Éste ha sido mejor que el primero, Castiel —susurré también con una sonrisa, volviendo a juntar nuestros labios.

QUÉDATEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora