Capítulo 7

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Yo salí de allí y me dirigí a mi casa.

Mi madre estaba tratando de hacer algo de comer, pude ver como sus manos temblaban.

—Déjame ayudarte—mencioné tomando un plato.

—Aléjate—dijo calmada.

Accidentalmente ella tiró el plato que había dejado rompiendo el cristal en miles de pedazos.

— ¡Siempre tienes que hacer tus estupideces!—me gritó.

Me puse a recoger los pedazos.

Algo me decía que esto ya había llegado muy lejos.

—Claro que no, ¡La que no tuvo cuidado fuiste tú!—reclamé.

Me levanté del suelo y la miré a los ojos.

—Eres un tonto, débil e inútil—me dijo.

De repente sentí como me daba una bofetada.

Estaba muy enojado, todos esos sentimientos que tenía de compasión desaparecieron y dejé que la furia se apoderara de mí.

—La tonta eres tú ¡Nunca lo entiendes!—grité—fingiendo que todo está bien, en tu mundo feliz... ¡olvidando que tienes un hijo! Olvidándote que vives en la realidad, metiéndote cosas que solo te hacen daño.

La miré por un instante, yo estaba muy enojado y cuando me pongo así empiezo a hablar y a lastimar a las personas.

Odio eso de mí.

—Nunca pensaste que yo alguna vez te necesité—cambié el tono de mi voz—pero no, preferías evadirme e irte con alguno de tus amantes para que te comprara algún lujo.

Mi voz comenzó a temblar, yo estaba furioso.

—Tú nunca me necesitaste, solo eras tú—dijo ella.

Aun no lograba entender.

Regresé a mi labor de recoger los tozos de vidrio. Terminé, solo me quedaba poner el más grande.

Mi madre se había desaparecido, seguramente estaba en su habitación "tranquilizándose".

Subí enojado a mi habitación.

Me senté en mi cama y medité todo el día de hoy.

Creo que desde que me levanté, no había hecho nada más que hacer estupideces.

Mi vida se perdía en una oscuridad donde ni la más lejana luz me podría sacar.

Estar hundido sentir esa desesperación de ahogarte, asfixiarte, la falta de aire, las ganas de vivir.

Esta tarde, ayudé a la única familia que tengo a que solo fuera un blanco fácil para aquel hombre.
Yuuto no me hablaba y se había desaparecido.
Y para colmo me había peleado con mi madre.

Oí el sonido del timbre de mi casa, no quería bajar.

Solo quería olvidarme de mis problemas, desaparecer, morirme.

Tomé el vidrio que no tiré a la basura, quizá si me lograba cortar, moriría de un desangre y todos estarían felices.

El vidrio tocó mi piel, mi brazo derecho para ser más exactos.

Mis venas ya no serían necesarias.

Adiós mundo.

— ¡Qué estupidez haces!—sentí como la puerta se abrió.

El Favorito (Kidou x Fudou)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora