Capítulo 1

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EEUU, Nueva York.
Highway Avenue, Casino Sparkle.
3 de diciembre, 22:47.

Miro el reloj una última vez y me decido por fin a abandonar mi posición. Cubro bien mi cabeza y parte de mi rostro con la capucha morada de mi sudadera y meto las manos en los bolsillos verdes de mi abrigo.
No hace viento, pero el aire gélido me golpea en la cara y la congela provocando al instante el mismo efecto en las demás partes de mi delgado cuerpo, a pesar de que aún no ha llegado el invierno.

Camino acercándome a la luminosa puerta del Casino Sparkle de manera que oigo salpicar los charcos bajo mis pies, y entro en el pequeño vestíbulo principal en el que me esperan dos grandes porteros. Me observan cuando me quito la capucha y se miran entre ellos con los brazos cruzados.

《¿Qué?》es la pregunta que se me pasa por la mente, pues no entiendo qué puede causarles tal impresión.

-Hola -empiezo yo.- Me gustaría pagar para entrar en el... -digo mientras rebusco en mis bolsillos de forma despreocuoada.-

Inmediatamente uno de los hombres, el más alto con la piel más oscura, interrumpe mis palabras levantando la palma de la mano a la altura de su pecho.

-Hey, jovencita -responde a mi corte.- Para el carro -dice y mira de reojo a su compañero, como si la situación le divirtiese.- ¿Estás segura de que tienes dieciocho años?

Yo los observo a los dos fíjamente, clavando mis ojos grises primero en el de la izquierda y luego en el de la derecha, analizándolos con una expresión de neutralidad.

-De hecho -prosigo, intentando poder hablar esta vez.- Tengo diecinueve -añado con tranquilidad.-

Entonces es cuando vuelven a intercambiar miradas con más duración que las anteriores y estallan en un montón de graves y sonoras carcajadas.

Yo parpadeo, sin moverme de mi posición y sin cambiar la inexpresibidad de mi rostro. Siempre es igual. Esto ya me es bastante familiar y repetitivo.

La verdad es que no quiero tener que enseñarles ningún carné de identidad, así que simplemente les echo una mirada y los dos se quedan callados. Es mucho más fácil que olviden que he estado aquí.

Ahora sí, con todo el trabajo sucio hecho, me deslizo al interior de la estructura sin recibir ninguna reclamación más por parte de los guardianes.

Dentro, el casino está lleno de máquinas con luces brillantes de todos los colores. Los camareros van de un lado para otro atendiendo a las personas que participan en él, y se oye un extenso barullo por encima de la música de los juegos que indica que la sala tiene gran parte de la diversión ocupada.

Me acerco a uno de los taburetes y me siento frente a una pantalla para inspeccionarla. La verdad es que nunca he sabido jugar y nunca me animaré a aprender, así que no me molesto en meter mis monedas en las ranuras. No he venido aquí para hacer eso, no puedo entretenerme.
Levanto la vista de mi pantalla y me fijo en las personas de mi alrededor, demasiado concentradas en su tarea como para reparar en mi presencia. Una en concreto me llama la atención. Es un hombre, moreno y canoso a la vez, de unos cuarenta y muchos y estatura mediana. Está cansado y lleva intentando ganar bastante tiempo, pues su expresión somnolienta y las bolsas de debajo de sus ojos lo delatan.
Tal vez esté aquí porque quiera comprarles algo bonito a sus hijos por Navidad, o quizá simplemente sea movido por la ambición.
No importa. Creo que ya va siento hora de que se vuelva a casa, si es que la tiene, y yo voy a ayudarle.
Me concentro en su máquina y visualizo el juego en la pantalla. Entonces las luces empiezan a parpadear y el cacharro emite una voz robótica que no hace más que pronunciar la palabra winner.
Al principio, el hombre no se lo cree. Continúa mirando las luces de forma anonadada. Pero entonces sus ojos se iluminan y su mandíbula empieza a temblar, tratando de expulsar toda la emoción.

"He ganado" leo en sus labios. Observa vomitar a la máquina el dinero ansioso y se levanta de un salto.

-¡He ganado! -grita de felicidad y empieza a reír mientras recoge los billetes.-

Las demás personas en la sala lo escudriñan con la mirada recelosas. Salta y chilla de felicidad mientras sujeta los billetes con fuerza en las manos. Ojalá todas tuviesen la misma suerte que él.

Una media sonrisa se me forma en los labios.

De repente, uno tras otro, los juegos imitan al primero y se activan todos en fila, provocando los gritos de sorpresa y alegría de la mayoría de la gente en la sala, y un montón de sonidos con voces robóticas. Absolutamente todas las máquinas de la zona expulsan el dinero que contienen, incluso sin que nadie las esté utilizando.
En medio de todo este alboroto, saco la mochila que llevaba escondida en el abrigo y la lleno de billetes lo más rápido que puedo. Miro la hora en mi reloj y cierro la cremallera.

No tengo demasiado tiempo.

Como si ese pensamiento hubiese activado su mecanismo, los seguratas empiezan a avanzar hacia las personas para evitar que sigan cogiendo dinero, pues, como es de esperar, piensan que es un fallo de la electrónica.
Camino para alejarme de todo el barullo mirando de reojo a las personas dentro de él. Uno de los guardias se fija en mí y se prepara para correr.

《No, no, no》digo para mí en un tono de chulería mientras lo escaneo con la mirada.

Luego, el hombre se queda parado y se da la vuelta para detener a una mujer.

-¿Dónde está tu fuerza ahora? -murmuro dejando escapar una sonrisita de suficiencia.-

Entonces, encuentro la puerta y escapo con el dinero.

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