9

1.1K 91 1
                                    

Abro mis ojos con lentitud y examinó el lugar a mi alrededor. Paredes grises y desgastadas, el techo... Esta roto. Raro. No recuerdo exactamente qué pasó ayer. Fue como si... Fue como si en un momento no era yo. Sí, así fue. Y ya que estoy loca no tengo miedo a admitir nada. Dejaré de fingir que no lo estoy. Está comprobado que lo estoy.
Pero creo que perdí a Jules y Edmund.
—No por mucho.
Salto y veo a mi alrededor con miedo. Ahí está un chico comiendo una hamburguesa como si fuera la última del mundo, su cuerpo es flaco y su cabello un desastre. Entonces veo las puntas del mío en mis piernas y me doy cuenta que él mío está peor. Pero basta de hablar de mi, debo concentrar mi mente loca en un solo punto. Y ese punto es... ¿Cómo supo lo que estaba pensando? En ningún momento dije que perdí a Jules y Edmund en voz alta. Lo pensé.
Él flacucho chico me mira fastidiado.
—¿Podrías dejar de...? — suspira y me lanza una hamburguesa. La veo con asombro y la abro lentamente. Creo que tendré que ir a un psiquiátrico. Estoy con un extraño que lee mis pensamientos y ahí ya es malo. Pero estoy con un extraño que lee mis pensamientos y me da comida, parece un pordiosero y no estoy huyendo. Me gané una vida en el psiquiátrico.
—¿Eres de por acá? — le preguntó mientras como la hamburguesa.
Él, al parecer, decidió que el paisaje es más interesante que una conversación. Me vuelve a fruncir el ceño y continúa observando el paisaje.
—Siempre fuiste así. — me dice. —Piensas demasiado y actúas demasiado poco.
Parece estar discutiendo. Lo ignoro y como de mi hamburguesa. Necesito saber...
—Me tienes harto. — murmura él.
Giró mi rostro y lo observo con curiosidad. Él eleva una ceja hacia mi, su ojo azul intenso penetrando en mi alma. Diablos, él es un chico raro. Está sucio y parece un pedazo de perro muerto pero se ve seguro de sí mismo y muy enojado.
—"No entiendo nada", "Estoy loca" — imita mi voz.
No hago eso. Así no es mi voz.
—¿Qué es lo que no entiendes, Agnes? ¿No es bastante claro? Viste lo que paso hace dos días en el templo, ¿no? Mataron al niño. Eso pasó. Y él se volvió su prisionero, por eso tanta desesperación. Todo es bastante claro, no te hagas la que no lo comprendes porque fue evidente... — me regaña.
Su voz es como un gruñido, esta bastante molesto. Y esta molesto conmigo. Pero analizó lo que me dice. No pudieron matar al niño. Sería demasiado atroz. Sería cruel. Sería...
—Piensa lo que quieras. Eso fue lo que pasó. — me regaña. —No te hagas ilusiones. Esa gente está loca.
De una bolsa, saca otra hamburguesa y comienza a comérsela. ¿Y qué pasa con el otro fantasma? Recuerdo lo que decía el diario de Edmund. Podría haber estado hablando de su fantasma que estaba molesto? Había un fantasma molesto? Así como el que me perseguía? Si eso es así como ellos dicen, como dice el diario, mejor dicho, sería que su fantasma molesto ya no está, ahora es el niño, como dijo el hombre que está frente a mi, y es su nuevo fantasma. Nada de esto tiene sentido. Todo es para volverse loco.
—Esclavo. — me dice. —Hacen ciertos tipos de ceremonias para atraer demonios y saber cosas. Los espíritus tienen habilidades. Y cuando están con la gente equivocada pueden llegar a ser atroces.
—Deja de hablar solo. — le digo.
Él eleva la vista y suelta una media risa que se apaga con rapidez. Continúa mordiendo su hamburguesa.
Bueno, en fin. Ahora tienen un nuevo esclavo ya que el otro estaba enojado. Y Edmund regreso de Boston para traer a alguien a quien usar para esclavo, ¿será así? El niño era el esclavo que eligió? Ya estaba todo planeado para que Johana llegara a Jules?
—No. — dice.
—¿Qué?
—Te volviste a confundir. — me alega. —No te desvíes del tema.
—Eso tiene sentido.
—Y crees que "el fantasma enojado" estuvo enojado... No sé, dos años?
Frunzo el ceño. Edmund se fue a Boston a buscar a alguien...
—Y no lo encontró.
Bueno, no lo encontró y alguien más se volvió su "esclavo satánico" o como sea y este se irritó también y ahora tienen otro.
—Sí, más o menos así.
—Pero entonces por qué se quedó en Boston?
Él me lanza otra hamburguesa y yo la veo con asco. Ya no tengo hambre.
—¿Te has fijado en cómo estás? Ya ni siquiera tienes senos. — me dice y no me lanza ni una mirada.
Eso me hace avergonzar. ¿No tengo senos? Observo con lentitud mi pecho y veo que apenas tengo un poco. Estoy flaca, demasiado. Pero un momento. Por qué estoy hablando con un pordiosero? Por qué dejó que este hombre que no conozco me critique que no tengo senos? Ni siquiera debería aceptar comida de este extraño.
Él cierra los ojos con fuerza con esto despectivo. —No soy un extraño.
—Me tratas como si fuera imbécil. Ten tu estúpida hamburguesa. — le regaño.
Me levanto con dificultad y camino hacia afuera.
—Vas a irte? Por ahí  están Jules y Edmund intentando cazarte.
Cómo sabe de ellos?
—Vamos, no seas incrédula. Viste cosas peores que un estúpido chico sucio hablando estupideces. — eleva sus cejas, como retándome. 
Lo ignoro y continuó saliendo. De un momento a otro estoy en el suelo quejándome de dolor. Me caí.
—Eso parece. — me dice.
Me doy cuenta con desconcierto que he hablado unas cuatro o cinco veces hoy en la mañana pero él ha respondido a todas mis preguntas.
Me doy la vuelta y me quedo viendo el cielo por el techo roto. Sus ojos se ponen en mi campo de visión, pareciendo divertidos.
—Creo que sí estás un poco loca. Dudas de ti. Sólo con eso se sabe que no eres confiable ni para ti misma. Pero no te preocupes. Creo que es por juntarte con esa gente. Admito que también me pasó lo mismo. Por un tiempo. Pero luego uno aprende a confiar sólo en sí mismo. 
Él vuelve a morder su hamburguesa y yo me quedo observando una gota de salsa que cae directamente a mi frente.
—Perdón.
Come como si no hubiera comido en diez años.
—Fue menos que eso.
—Explícate ya. Cómo haces eso?
—Mm... — mastica su hamburguesa y piensa en la respuesta. —Bueno, aún tengo mis habilidades. Creo que no se van a ir nunca.
—¿Quién eres?
—Eso quiero que tú lo descubras.
Suspiro y me levanto. —¿A qué hora nos vamos?
He decidido que es hora de aceptar mi destino. Estoy loca, no tengo a donde ir, este chico quiere ayudarme y yo sólo voy a ir a donde me lleve el viento. Él pone los ojos en blanco como burlándose de lo que pienso y lo ignoro. Tal vez estoy loca y pienso que él lee mis pensamientos. O lo imagino a él. En fin, debemos seguir escapando.

Paramos cerca de un McDonald's ya que el pordiosero ya vomitaba. Esta vomitando atrás, por los basureros con muchas ganas. Yo lo único que puedo hacer es taparme la nariz y esperar. Sabía que estaba mal que comiera como si llevara diez años.
—Cállate. — me alega.
Frunzo el ceño y él continúa vomitando. Me imagino lo horrible que debe ser tener mucha hambre pero no poder comer demasiado por estar enfermo.
—No estoy enfermo. Sólo que deje de comer por un tiempo.
Debería dejar de hablar tanto...
—Cállate, Agnes.
—Deja de quitarle sentido a mis pensamientos! Es entretenido. — le alego.
Él se seca con su suéter y luego lo huele.
—Apesta.
Lo imagine. Se para a mi lado y continuamos con nuestro camino. No sé cuán lejos estamos pero pienso que ellos ya no nos van a encontrar. Bueno, ya no me va a encontrar a mi. Pero él no quiere parar, no sé qué está buscando.
—No podemos quedarnos en Londres. Mucha gente. Mucho ruido. Prefiero algo más tranquilo.
—Claro. Más tranquilo. — repito.
¿Dónde?

Mi Novio El FantasmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora