Día 2

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Despertó con las piernas entumecidas. Aún estaba oscuro, pero la luz del sol comenzaba a flitrarse por entre los árboles al horizonte. El bosque en el que se encontraba estaba extrañamente silencioso. La brisa era suave y el movimiento de las hojas era lo único que podía escuchar. Sacudió su cabeza para espabilarse. Era buena hora para ir a buscar tributos, probablemente estarían dormidos y sería más fácil matarlos. Comenzó a buscar el bulto, palpando sus piernas para encontrar la correa, pero no estaba. ¿Se habría caido? Volteó su mirada hacia abajo, pero era imposible distinguir nada.
Suspiró.
Al menos había sacado el cuchillo, pero había metido ambas pistolas electricas en la mochila y eso le iba a ser de gran ayuda. Y por no decir del agua, la comida, y la pomada...
Soltó el nudo de la cuerda que lo sujetaba a la rama y estiró bien las pieras. Un hormigueo le recorría hasta las plantas de los pies, y sabía que así no debía siquiera intentar moverse. Esperó a que su circulación volviera a la normalidad y se puso de pie con cuidado. La espada y el cuchillo se encontraban clavados al tronco. Despegó la espada y la dejó caer al suelo. No le serviría para bajar a como lo haría el cuchillo.
Cuando por fin estuvo abajo no pudo evitar sentir miedo. Justo al pie del árbol había un velociraptor tendido en el suelo, con los ojos completamente abiertos.
-Así que esto era lo que trataba de subir anoche... -dijo Blink para sí.
Se agachó para verlo con detenimiento. Su piel se veia viscosa, pero decidió no tocarla. En su boca vio una de las pistolas eléctricas. Con cuidado metio su mano y la tomó. Estaba completamente descargada, por lo que probablemente el dinosaurio había recibido una descarga continua hasta matarlo. Se puso de pie nuevamente y observó a su alrededor. Si la pistola eléctrica estaba ahí, el resto de cosas no podían estar lejos. Vio la mitad de su mochila unos metros, con la pomada al lado. Se acercó para tomarla y entonces vio las galletas. Estaban completamente esparcidas por el suelo, la gran mayoría quebradas.
-¡Maldición! -exclamó pateando el pedazo de mochila.
Se acercó de nuevo al dinosaurio muerto y, bajo unos matorrales al lado del cuerpo, divisó la otra mitad de la mochila. Se agachó para examinarla, y casi al lado encontró la botella de agua y la otra pistola electrica.
-Por lo menos no...
Se quedó callado.
El característico sonido de los anuncios lo sobresaltó.
-Atención, atención tributos, pongan mucha atención. La temática de esta arena será simple y divertida. Enfrentarán misiones que les harán sobrevivir algunas serán muy sencillas pero otras serán demasiado preligrosas. Y como primera misión deberán ir a un nido, así es, un nido de dinosaurios y tomar un huevo, uno por tributo, aunque tengan alianzas. El contenido se les dirá después, así que comiencen los juegos del hambre.
Blink frunció el ceño. Al parecer no solo debía preocuparse por los otros tributos, sino que también debía estar enfrentando dinosaurios todo el día. Tomó la espada del suelo y comenzó a caminar.
No había pasado ni cinco minutos cuando de nuevo se escuchó la voz que anunciaba la muerte de otro tributo. No llevaba la cuenta de cuantos habían muerto ya, aunque sabía que llevarla era crucial para su supervivencia. Comenzaría a contar desde hoy, y sumaría tres, por los que estaba seguro que sí habían muerto. Cuatro. Debía encontrar y matar a veintiun tributos más. A pesar de no haber pasado tanto tiempo con Diana, deseaba que muriese a manos de una bestia y no por él. Pensando en esto llegó al final del bosque.
Se aproximó con cuidado fuera de los árboles y observó. Grandes bestias prehistoricas pastaban tranquilamente en una amplia planicie que se extendía hasta donde podía ver. Si debía robar un huevo lo más seguro era robar uno de un herbívoro.
Avanzó sin bajar la guardia hacia los dinosaurios. Cuando estuvo a una distancia prudente de uno se detuvo. La bestia volvió a mirarlo perezosamente y seguidamente retomó su alimento. Le recordò a una tortuga, con un caparazón con picos y una cola larga que terminaba en un maso. Blink, ahora un poco más tranquilo avanzó entre los dinosaurios. Algunos se volteaban a mirarlo, otros lo ignoraban. Eran varias especies diferentes. Los más lejanos a él eran los más altos, con cuellos que se alzaban hasta el cielo. Por un instante olvidó que se encontraba en un lugar de matar o morir, y se limitó a observar a las bestias a su alrededor. Se preguntaba cuál sería el nido más fácil para llegar, el huevo mas pequeño para cargar, y los padres menos violentos para evadir. ¿Y qué debía hacer con el huevo?

La brisa soplaba suave en el rostro de Blink. Todo estaba tranquilo. Pero la calma no duró mucho. El suelo comenzó a temblar cada vez más fuerte de manera rítimica. Todos los dinosaurios voltearon su mirada hacia el bosque, y él los imitó. Los árboles se movían bruscamente y de entre ellos salió una joven corriendo y gritando, y tras ella un enorme tiranosaurio rex. El pánico se propagó rápidamente entre las bestias y comenzaron a huir del depredador de manera frenética, golpeándose entre ellas.
Blink comenzó a correr entre los dinosaurios, mientras evitaba ser pisado por ellos. Las bestias lo golpeaban a su paso y estuvo a punto de perder el equilibrio, pero logró mantenerse en pie y seguir corriendo. El grito de la joven llegó a sus oidos al tiempo que escuchaba Game Over en el cielo. Ésta no sería su hora. Los dinosaurios eran mucho más rápidos que él, y sin pensarlo dos veces clavó el cuchillo en el costado de uno de ellos y lo sostuvo con todas sus fuerzas. La criatura rugió de dolor, pero no se detuvo, y Swiftsight se vió en un instante siendo arrastrado por el dinosaurio. Volteó su mirada hacia el tiranosaurio, el cual estaba ya casi alcanzándolos. "¿Será un t-rex normal? ¿O estará diseñado para cazarme?" pensó Blink mientras se tambaleaba con los movimientos de su improvisado transporte. El tiranosaurio se acercó a él, y abrió sus grandes mandíbulas. Blink cerrò los ojos solamente. Contra eso no tenía oportunidad.
El rugido de sufrimiento abarcó toda la planicie. Blink abrió los ojos asustado, pero logró ver cada vez más lejos al tiranosaurio ceñido con un stegosaurus. Suspiró. Ahora debía esperar que el dinosaurio al que estaba sujeto se detuviera.
Pasaron cinco minutos antes que la euforia colectiva se calmara y los dinosaurios se detuvieran. Se habían adentrado en un bosque más hacia el sur. Le sorprendía la resistencia de la bestia, la cual no había perdido el rítmo de los otros. Cuando por fin la velocidad era poca, Blink hizo un esfuerzo y safó el cuchillo de la carne del dinosaurio y calló al suelo. El bosque era espeso, pero no tanto como el que estaba cercano a la cornucopia. Y fue ahí cuando la suerte le sonrió. Divisó a un lado, a unos veinte metros un grupo de nidos.
Blink caminó con cautela hacia el lugar. No veía ningún dinosaurio cerca. Rápidamente tomó uno de los huevos y se devolvió hacia el lado contrario. Pero había algo extraño. En el interior del huevo había algo. Lo pensó un poco, pero antes de que un dinosaurio lo rastreara, alzó el huevo y lo estrelló contra el suelo.




Terceros Juegos Del Hambre DoradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora