CAPITULO 1

1.2K 32 5
                                    


A veces en la escuela nos decían que es parte de la tecnología humana. Yo más bien pensaba que era casi un milagro, pero siempre hay algo que lo arruina. Tener la capacidad de no envejecer jamás es algo que nuestros ancestros no podían imaginar. Pero, el problema es que no nos podemos llevar todos la mejor parte de esa tecnología. Claro, aquí en Gueto, donde yo vivo, podemos no envejecer pero sí morir por falta de tiempo. Hay libros que hablan de eso pero no tengo tiempo para leerlos, no tengo tiempo. No tengo tiempo para preocuparme por cómo pasó. Así son las cosas. Estamos diseñados genéticamente para dejar de envejecer a los 25. El problema es... que vivimos solo un año más. A menos que consigamos más tiempo. Ahora el tiempo es la moneda. Lo ganamos y gastamos. Los ricos viven para siempre... ¿y los demás? Quiero despertar con más tiempo en mis manos que horas en el día.

Me levanto y veo primero mi reloj con números verdes luminosos que brillan en mi brazo, y después veo el de la pared. Como siempre, jamás tengo tiempo suficiente. 23 horas con 48 minutos y 25 segundos... 24... 23 segundos... El tiempo pasa de volada. Mi mamá tiene 50 años reales y sigue jóven y reluciente como a los 25. Cero arrugas, cero achaques, cero cualquier imperfección. A mi casi no se me nota, de todos modos tengo 28 años reales y ya no envejeceré, me quedaré con este cuerpo blanco, musculoso, ojos azules y rubio. No es por alagarme, pero... así soy y hací seré por siempre, si es que vivo...

Me pongo la chaqueta, los pantalones y un par de zapatos. Me paro frente a la ventana y contemplo el bello día. Radiante sol, aunque no demasiado, nubes blancas y esponjosas en el horizonte, gente hablando felizmente en la calle y un señor cruzando la calle en bici vendiendo helados. A pesar de todo, por alguna razón yo no estoy tan feliz. Bueno, pensar que hoy es el 50 cumpleaños de mi mamá me alegra un poco.

Ella está allí con un vestido flojo y colorado recargada en la barra de nuestra cocina. En su mirada noto algo de angustia y su forma tan débil de darle vueltas a la cuchara en el té no es normal.

—Buenos días— Le digo. Mi mamá se da media vuelta y me mira.
—Llegaste tarde ayer— Me dice.

Cierto, ayer llegué tarde para ganar un poco de tiempo (dinero) extra, pero para que no se enoje por ello, me apresuro a entregarle su regalo. Me acerco a el almacén y saco una botella de champaña.

—Feliz 50 aniversario— Le digo y le doy un abrazo. Ella sonríe y toma la botella.
—¿Aniversario?
—Sí, aniversario de que naciste. Da lo mismo.

Cuando estoy a punto de despedirme me dice:

—Quiero un nieto, ¿cuándo es tu boda?
—Ay no, otra vez con lo mismo. No tengo tiempo para tener novia— Ella sonríe.

Guardamos silencio por un minuto y me recargo en la mesa para beber un jugo de néctar que hay en un vaso.

—¿Cuánto tienes?— Le pregunto.
—Tres días solamente. La mitad es de la renta, 8 de luz...— Comienza.
—Puedo ganar tiempo extra.
—Nadie... gana— Me dice, lanzándome una mirada asesina —Trabajaré tiempo extra, llegaré tarde, ve por mí a la estación de autobús. Te doy 5 minutos para que desayunes algo.

Se lo rechazaría en otras ocasiones, puesto que se que ella también necesita dinero, pero esta vez sí lo necesito. Ella inclina su brazo hacia mi, con la palma de la mano hacia arriba. Yo sujeto su brazo por arriba de modo que nuestras muñecas esten juntas. Veo mi reloj verde del brazo mientras los números suben en la linea que muestra los minutos. Cuando ya tengo sus 5 minutos estoy a punto de retirarme, pero de repente siento una punzada en el corazón, algo raro.

—Te amo mamá, nos vemos al rato— Digo, y me retiro.

Salgo de mi casa y miro mi reloj, pero uno de bolsillo, se me hace tarde para el trabajo, cruzo las calles del Gueto y en el camino me encuentro a Mia, una niña de unos 7 años. Escucho sus pasos al acercarse a mí y una voz aguda me llama.

El Precio del  Mañana: El LibroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora