CAPITULO 5

261 10 0
                                    

La he sorprendido. Se nota por su expresión en la cara y el respiro ahogado que da. En el último momento sentí mucha adrenalina, el corazón se me paró. Puse mi brazo en la barra y ahora tengo mi tiempo de nuevo, bueno, y mucho más. Un milenio de años, mil ciento diez, para ser exactos. La cara de la chica pasa de asustada a una sonrísa atractiva. Trece dígitos. Phillipe también se queda perplejo, muy seguramente laméntandose en lo más profundo de su mente podrida por los años. "--El cuerpo no envejece, pero la mente sí--". Recuerdo las palabras de Henry. Lo único que Phillipe dice es: --- Buena jugada ---.

Voltea la mirada con vergüenza evitando mis ojos. Después de un momento me mira y se levanta. Luego, yo me levanto también.

--- Se arriesgó mucho --- Admite.
--- No era un riesgo. No se ofenda, sabía que ganaría.

La chica se levanta y se recarga en el barandal de al lado, de donde se ve todo el casino. Un escolta le pone su fino suéter negro que parece de algodón, uno muy fino. Me quedo mirándola, aunque no lo nota, está muy concentrada viendo a un señor que se le cae el vaso de cerveza en el saco allá abajo. Es preciosa. Me pregunto cuántos años tendrá y qué será ella de Phillipe. Phillipe nota que la miro y dice:

--- Tiempos confusos, ¿no? ¿Será mi madre, mi hermana o mi hija? Espero que no sea mi esposa--- Que bueno que lo dice porque ya empezaba a planteármelo --- Todo era más simple antes... se supone.
--- Es hermosa su...
--- Hija.

Ufff. Qué alivio, no es su esposa. De haber sido así mejor me iba de aquí, pero no, me quedo...

--- Silvia, te presento al señor Salas.
--- Señor Salas, lo felicito. Logró quitarle años de vida a mi padre. Normalmente yo lo hago --- Y por fin escucho su voz, una voz aguda, no tanto, es una voz... que enamora... Habla con una voz seductora, diría yo --- Harémos una fiesta mañana en la noche, tal vez le dé la oportunidad de recuperar algunos años ---. La miro atontado y respondo:
--- Con gusto.
--- Adiós señor Salas --- Dice Phillipe, antes de marcharse y Silvia se va con sus escoltas. Silvia, Silvia Weis...

A la mañana siguiente me despierto con 1099 años y 364 días. Lo primero que pienso es, ¿cómo gastarlo?....

--- 59 años --- Me dice el del concesionario --- Más impuestos.

Sin pensarlo demasiado, pongo mi mano en la barra y le pago al señor. Los asientos son muy suaves y cómodos, el diseño es elegante y el precio... bueno, algo caro. Ya tengo en qué irme a la fiesta de esta noche. La misión es: conoces más a los de New Greenwich para saber cómo atacarlos y, conocer a Silvia.

--- El precio incluye la entrega.
--- ¿Entrega?
--- Sí, a donde lo vaya a exibir.

Me causa un poco de gracia, no pagaría 59 años para comprar algo para solo mostrarlo. Que locos, una cosa más se de los de New Greenwich: no les importa gastar. En cuanto el empleado me da el ticket y las llaves, lo enciendo y piso el acelerador. He de haber dejado lleno de polvo al pobre señor. El resto del día me la paso buscando ropa, mucha ropa, tanto ropa casual como ropa formal, que es la que más me importa en este momento. En el transcurso del día me encuentro autos negros de Minuteros deambulando por la ciudad, seguramente buscándome.

A la hora de la fiesta, llego en mi auto nuevo rugiendo con los motores hasta que me calmo cuando veo un auto de policia estacionado junto con tres de minuteros. Giro en la glorieta donde hay una gran fuente y busco un lugar dónde estacionarme. Es una gran mansión, es tan elegante por fuera como supongo que será por dentro. Al bajarme del auto me dirijo a la entrada, donde están los Minuteros y los policias platicando así que trato de buscar otra entrada, no antes de escuchar de qué hablan. Sin que me vean, me acerco a escuchar.

--- ¿Cómo dice que se llama?
--- Will, oficial, su nombre es Will Salas.
--- ¿Entonces quieren entrar a buscarlo adentro y arruinar el festín?
--- Lo de entrar sí, lo de arruinar el festín pues... no tanto --- Dice el Minutero --- Es culpado por asesinar a un tipo llamado Henry Hamilton que vivía aquí en New Greenwich. Tiene un siglo de años robados ---.

Ahora entiendo. Creen que yo maté a Henry. Él se suicidó en un puente y me entregó su tiempo. Si no fuera por él, yo no estaría aquí, con un auto y un milenio de años en los números verdes de mi brazo. Ahora ellos quieren justicia, aunque no lo creo, lo que quieren es tiempo, los Minuteros son los que roban tiempo, no yo. Y si yo llegara a robar no sería para mí.

--- Lo siento, pero no puedo dejarlos entrar --- Repite el policía --- Después hacen su búsqueda, además, ese es nuestro asunto no el suyo. Así que si nos disculpa...
--- ¡No! Alto --- Detiene el Minutero al policía, antes de que se retire. Después, un fácil acto de corrupción: el Minutero saca una barra de tiempo y le ofrece al oficial 50 años.

El oficial toma discretamente el tiempo y deja pasar a los Minuteros. Cuando se da la vuelta le miro la cara y rápidamente me escondo tras un arbusto. Es él. El Minutero jefe, aquel que le iba a quitar el tiempo a Henry en el bar del Gueto antes de que lo salvara. ¿Entonces está buscando el supuesto tiempo robado sólo por que "alguien lo robó" y no fue él? Está buscando tiempo que él mismo iba a robar. Creo que se llama Ray, el Minutero jefe que sobornó al oficial.

Rodeo el patio en busca de otra entrada y tiro por accidente una maceta de orquídeas y se rompe en el suelo, no importa, nadie se da cuenta. Aún con los Minuteros buscándome pienso entrar. Después de lo de mi madre, ya nada me aterra. Justo por donde entro me encuentro a Phillipe tomando vino tinto en una copa que sujeta levantando en meñique, como una persona fina.

--- Señor Salas --- Me llama.
--- Buenas noches, Señor Weis.

Phillipe llama a su suegra, su esposa y... su hija. Las tres hermosas pero su hija, Silvia, preciosa, con su cabello corto lacio y rojo, y sus ojos color azúl. Su suegra se llama Clara y su esposa Michelle. Silvia es la más bajita de las tres, de todos modos, nunca me han gustado muy altas.

--- Lo buscaré mas tarde, --- Me dice Phillipe --- para nuestro juego.

Paso en medio de ellos y me dirijo hacia el buffet. Hay una enorme mesa en medio de una sala con espejos muy elegantes en las paredes y una salida al mar, sí, que está justo cruzando la puerta. La gente está platicando alrededor de la mesa. Me acerco y mientras tomo una cuchara para probar el cabiar, alguien llega detrás de mí y me dice:

--- ¿Se está divirtiendo, Señor Salas?

Me percato de que es Silvia así que dejo la cuchara para responder.

--- Puedes llamarme Will.

Silvia mira a su escolta que la sigue detrás de ella y le dice que se vaya, que no pasa nada.

--- ¿Siempre tienes un guardián detrás de tí para protegerte? --- Le pregunto.
--- No
--- ¿No?
--- En general son dos.

Sonrío.

--- Eso no me facilita conocerte.
--- Esa es la idea --- Responde.
--- ¿Idea tuya?
--- De mi padre --- Dice, un poco enfadada.
--- Entiendo, tiene mucho que perder.

Ella solo sonríe, y mientras me acerco a ella, ella da pasos hacia atrás, y así le damos poco a poco una vuelta a la mesa mientras platicamos:

--- ¿A qué te dedicas, Will? --- Sigue con su voz seductora, o bueno, a menos que así sea su voz.
--- Todavía no lo he descubierto.
--- Sí, no hay prisa. ¿Por qué inquietarse?
--- Claro, ¿por qué hacer hoy lo que puedes hacer en un siglo?
--- Hay algo que puedes hacer...

El Precio del  Mañana: El LibroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora