--- Baila conmigo --- Me dice mientras mira a su padre con desprecio. Supongo que su padre es sobreprotector, aunque claro, con una hija así y con miles de años, es de esperar.
La tomo por la cintura y por un momento se me hace un nudo en la gargante y siento que se me sale el corazón del pecho. Jamás he bailado. He estado observando a gente bailando desde que llegué (que no fue hace mucho) pero no es suficiente. ¿Y si se burla de mí? No puedo quedar en ridículo frente a alguien como ella. Su mirada penetra en lo más profundo de mí y no le puedo apartar los ojos, sus ojos verdes me miran, intimidantes... Después de un rato moviendome torpemente alrededor del comedor, Silvia rompe la incomodidad del silencio.
--- ¿De verdad tienes fortuna?
--- ¿Por qué lo dudas lo dudas? --- Pregunto, rascándome el cuello.
--- Me recuerdas a las personas que vienen del Gueto. A veces las envidio...Recuerdo las arduas horas de trabajo, la gente muriendose de pobres, Minuteros robando en las calles, mi madre muriendo... Una gota de furia sube desde mi pecho y se nota en mi cara. Miro a la familia de Silvia, bien vestidos y limpios, y egoístas....
--- No sabes nada --- Digo en seco.
--- ¿Ah, no? El reloj no es bueno para nadie. Los pobres mueren y los ricos ¡no viven! Todos vivimos para siempre si no hacemos ninguna tontería.Trato de procesar sus palabras mientras observo como un mesero parte muy mal un trozo de tarta en la mesa.
--- ¿Eso no te asusta, que jamas puedas hacer algo tonto o... valiente que valga la pena? --- Dice.
Me siento observado. Silvia y yo voltemos la cabeza hacia donde está su padre y su mamá y sí, nos están observando. ¿Podrían al menos disimular? No, ni siquiera parpadean.
Silvia lo nota y se vuelve hacia mí.--- Nos vemos al rato, Will.
Se despide moviendo ligeramente la cabeza hacia abajo y se va por allá, lejos de sus padres. Pero aún cuando ella se va y me deja en medio de la sala, sus padres me siguen mirando. Los miro y sonrío. Ellos hacen lo mismo y se voltean a otro lugar.
Me la paso buena parte de la noche observando y probando la gran cantidad de comida elegante, alguna exquisita y otra no tanto. Después, salgo por la puerta lateral para tomar aire afuera. Me encuentro con un gran océano.
Las olas componen una hermosa melodía que no escuchaba desde... ¿nunca? Quizá en televisión había visto un paisaje así, tengo una televisión pequeña en casa, claro, de las baratas que dona el gobierno con 5 canales disponibles. Doy un profundo respiro y huelo sal y arena. Que hermoso.
Camino más allá en la arena y la luz de la mansión se va opacando hasta estar completamente a oscuras. El agua me llega casi a los zapatos y quiero echarme al agua para olvidarme por completo de la vida. A unos cuantos metros del mar se encuentra un pedazo de tierra con una cueva dentro.
--- ¿Bonito, no?
Doy un pequeño salto. No me la esperaba. Apenas puedo reconocerla en la oscuridad. Lo más sobresaliente es su cabello rojo y sus ojos que reflejan la luz de la luna.
--- Mira eso --- Le digo, señalando la cueva en el mar --- Siempre quise entrar al mar.
--- No piensas entrar, ¿verdad? --- Me dice cuando me comienzo a quitar los zapatos que brillan a la luz de la luna --- Nadie entra ahí, estás loco --- Dice un poco más nerviosa cuando me quito la camiseta.--- ¿Tienes esto y no lo usas? --- Pregunto arqueando las cejas mientras me bajo el pantalón --- ¿Y el demente soy yo?
Cuando ya no tengo absolutamente nada de ropa me echo al agua medio fría, aunque me acostumbro rápido. Las olas golpean mi cuerpo desnudo mientras me doy chapuzones. Bañarse en el mar es bueno, pero bañarse sin ropa es hermoso. Silvia está parada en la orilla, impactada. Tal vez es la primera vez que ha visto a alguien quitarse la ropa frente a ella y echarse al mar. Grito con gozo, en voz muy alta, de todos modos la mansión está ya algo lejos como para que me escuchen.
--- ¡Silvia, ven! --- Le llamo, alegre. Ella mira a su alrededor para ver si no hay nadie y vacila --- ¿No querías hacer una tontería? --- Le pregunto, recordándo nuestra plática de hace rato.
Silvia comienza a quitarse el vestido. Trato de disimular que la veo, aunque no es fácil. Aún así, no creo que le importe, ya que no me observa mientras se quita la ropa. Se quita las bragas al final y se echa al agua. No se metería en ropa interior aunque quisiera, ya que se mojaría y sería incómodo volver a la fiesta así.
Las luces de los números de nuestros brazos alumbran el agua y parte de la cueva. Normalmente no hacen tanto contraste con el ambiente pero aquí hay muy poca luz. Puedo ver perfectamente su cara. Ella me mira y yo tampoco aparto mis ojos de los suyos. Se acerca poco a poco a mí mientras se mueve para no hundirse. Justo cuando está a cinco centímetros de su cara y puedo sentir su aliento, se echa para atrás y me dice:
--- No te conozco.
--- Eso se arregla... --- Le digo, con voz seductora, igual que la suya --- Lo entiendo. Estás aquí sola, con un extraño. No puedes fiarte de más.
--- Tal vez tu sí --- Dice, acercándose de nuevo.Cuando está otra vez a cinco centímetros de mí, se vuelve a echar para atrás. Su padre está bajando las escaleras a la playa allá a lo lejos y parece buscarla. Cuando ya está abajo, mira a su alrededor. Como no la mira, se da media vuelta y se regresa. Que bueno que no vió la ropa tirada en la arena.
--- Debo volver --- Dice.
--- Ummm, ¿qué? --- Digo, con voz de decepción. Miro mi reloj, aún queda muchísimo tiempo y pasaría cada segundo aquí, con ella --- Ni modo, tienes que volver.Ella sonríe y nada hacia la orilla. Sale del agua empapada, obvio, no sé cómo se secará el cabello. Espero en la orilla a que se cambie, me observa esta vez mientras lo hace, y yo no aparto la mirada. No parece molestarle. Cuando ya está lista sonríe, se da media vuelta y se va. Después yo salgo del agua y hago lo mismo.
No tengo que esperarme a que se seque mi cabello para entrar de nuevo a la fiesta ya que tengo muy poco. Me quedo en una esquina del salón de baile un buen rato sentado en un sillón de una tela muy elegante mientras como bocadillos. Son las 11 de la noche y pienso ya irme. Un rato más, ya que vea a Silvia de nuevo y me despida de ella. Me levanto del sillón y la busco. Por mala suerte me encuentro a Phillipe.
--- ¿Has visto a mi hija? --- Dice, preocupado.
--- Claro, está con sus escoltas --- No tengo ni idea de dónde está pero por buena suerte, Silvia aparece en un pasillo detrás y viene con sus escoltas --- A su espalda.
--- Que alivio --- Dice él, suspirando. Silvia tiene el cabello ya seco, pero las puntas están húmedas, aún así, él no lo nota --- ¿Jugamos?Asiento. Nos giramos para subir las escaleras para ir a la mesa de juego y todos se callan de repente. Volteo hacia atrás y los Minuteros entran por las puertas gigantes.
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El Precio del Mañana: El Libro
Science FictionNo tengo tiempo. No tengo tiempo para preocuparme por cómo pasó. Así son las cosas. Estamos diseñados genéticamente para dejar de envejecer a los 25. El problema es... que vivimos solo un año más. A menos que consigamos más tiempo. Ahora el tiempo e...