Notas

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Dedos largos deslizándose con gracia a través de las teclas, ceño fruncido y ojos cerrados. Concentración, pasión. Eso era lo que Kim JongIn podía deducir al observar al mismo muchacho todos los días, en el lugar de siempre.

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La primera vez que el moreno llegó ahí por mera casualidad, fue viernes por la tarde, siendo arrastrado por la nostalgia e impotencia.

Las clases habían finalizado y el temor de encontrarse con Park y su molesto grupo de amigos recorría cada mísero centímetro de su piel. Sus piernas avanzaban lo más rápido que podían pero el escape siempre resultaba fallido; ChanYeol ya estaba en la única salida disponible a esa hora y al divisarlo este le dirigió una sonrisa torcida ante la cual él solo pudo fruncir el ceño y retroceder, antes de que dos pares de manos lo agarrasen desde atrás con firmeza. El más alto de todos bajó la mirada hasta el suéter de un blanco puro y limpio que el moreno vestía y lo siguiente que hizo, fue derramar su café helado sobre la gruesa tela.

—¿Qué? ¿Acaso este también lo tejió tu mami? —el más bajo no respondió, se mantenía con la mirada gacha mientras podía escuchar perfectamente el siseo de desprecio por parte del mayor. Él no recordaba haberle hecho nada a ChanYeol, pero sí que en su memoria se mantenía vivo el recuerdo de cuando ambos eran los mejores amigos— Eres un marica, JongIn.

Sintió el rostro arder de ira y cuando al fin fue liberado, corrió, pero esta vez no a la salida, sino en dirección al baño con intenciones de lavar a mano la prenda hecha por el esfuerzo de su progenitora.

Era, simplemente un desastre. La mancha no se quitaba por más que la humedeciera, un par de lágrimas habían comenzado a caer y el frío pegaba despiadadamente contra su torso ahora solo cubierto por la delgada camiseta. ¿Cómo le explicaría eso a su madre sin que se preocupara de más? Soltó un suspiro lleno de frustración mientras retomaba el paso lento a través de los pasillos ya desolados de su escuela.

Sus sentidos parecieron ponerse alerta cuando logró captar algo que parecía proveniente del auditorio; música, y específicamente, aquello sonaba como el dulce hablar de un piano. Las notas acariciaron en sus oídos antes de entrar y grabarse en la memoria, porque estaba seguro de que no olvidaría ese día jamás.

Caminó hacia la enorme sala pero no fue capaz de ingresar, temeroso de interrumpir a quien fuese el causante de tan relajante y armoniosa melodía. Un nuevo suspiro, párpados cayendo y espalda recargándose contra la puerta. JongIn disfrutó por un momento ese día y de pronto su suéter sujetado fuerte entre ambas manos o su ex mejor amigo ya no importaron.

Su corazón se encogió y volvió a latir rápido. Por un momento se sintió comprendido, acogido incluso en la distancia y abrazado por cada uno de los maravillosos sonidos provocados por unas manos aún desconocidas, pero que podía imaginar perfectamente en ese estado.

La melodía cesó y las últimas vibraciones provocadas por las teclas descansaron en algún lugar de su interior. Deseó que no hubiese acabado, entrar y rogar que solo siguiera, que él le escucharía, sin embargo recapacitó al debido momento en que el chico atravesó esa puerta; él ocultándose al girar por el pasillo de la izquierda.

Únicamente al sentir los pasos alejarse en dirección contraria, el moreno salió de su escondite. Una sonrisa boba se dibujó sobre sus propios labiales al observar al que se fue sin mirar atrás y, ¿quién habla de mariposas en el estómago? Él seguía sintiendo el revolotear de las notas en su abdomen y pecho.

Nudillos marcados, dedos finos sin embargo y más alargados que los propios. ¿Sería un delito querer besar esas manos de las cuales lo único que salía era arte? JongIn sintió calor en el rostro justo antes de acomodarse bien la mochila y salir a casa disparado.

El pianista┇SooKai/KaiSooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora