Los dedos de JongIn acariciaban las teclas de aquel piano suavemente, deslizándose con gracia pero sin llegar a presionar ni emitir sonido alguno. El enorme objeto yacía como un mejor recuerdo ahora del sagrado lugar en el cual KyungSoo y él se habían unido en cuerpo y alma, sin embargo, las horas pasaban de manera tortuosa y su propio ahora dueño, no hacía acto de presencia.Está ya atardeciendo, siendo hora de volver a casa. La hora en la que ambos, se supone, recogerían sus cosas como siempre para después salir juntos del establecimiento, envueltos en una amena charla sobre cualquier cuestión que por sus cabezas pasara. Pero él se ve ahí completamente solo; ha sacado un par de hojas y dibujado expresiones decaídas sobre el papel blanco.
La inicial sonrisa plasmada sobre los labios del muchacho al ingresar horas atrás al auditorio, había comenzado a perder fuerza de a poco, dejando entrever en cambio notorios rastros de duda y volviendo erráticos los sutiles movimientos. Una angustia que jamás sintió por nadie antes se instalaba en su pecho y tontamente comenzaba a culparse. ¿Había hecho algo mal? ¿KyungSoo tuvo alguna especie de accidente por volver a casa tan tarde el día anterior?
Vacío, miedo y angustia, pero por sobre todo, incertidumbre. Y JongIn detestaba aquella esa sensación de no saber lo que ocurría o a qué atenerse. ¿Por qué sus padres siempre hablaban sobre la bonita cara del amor? Nadie nunca le mencionó esta parte. La parte en la que no sabes de qué forma sostener tu propio corazón porque la estrella que te ilumina de pronto ha decidido irse sin explicación alguna.
Detestaba sentirse tan a la deriva, tan expuesto, porque aquel joven tan ajeno y a la vez tan suyo, podía destruirle y volver a armarle una y otra vez sin problema alguno. Se había sentido feliz y emocionado, deseoso de juntar esos gruesos labios con los propios y decirle a ese chico lo mucho que le encanta, lo grandioso que era el tenerlo ahora en su vida. Pero ahora él marchó sin mirar atrás, dejándole en la desagradable y ya nombrada incertidumbre. Era un gran cúmulo de sensaciones confusas en ese instante; como despertar y encontrarte sin aquella persona especial a tu lado en la cama, sin poder abrazarle luego de hacer el amor, o que él no sea capaz de sujetar tu mano en público.
Cualquiera creería que algo anda mal, pensaba el moreno, y justamente no podía sentirse de otra forma. ¿Qué se supone que debería esperar de una relación sin etiqueta, la cual surgió espontáneamente y tan solo en un par de días? Absolutamente nada, se decía, pero al mismo tiempo lo esperaba todo. Esperaba poder tener a KyungSoo a su lado, sellar la unión que él creía, desde el día anterior, se había vuelto incluso aún más firme, pero que a fin de cuentas pareció fallar de manera lastimosa para él mismo.
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Los días pasan, JongIn camina por los pasillos de la escuela sintiendo la garganta apretada, un vacío en su estómago y dolor en el pecho. Luego de una semana completa, se ha propuesto no volver a entrar en el desgastado auditorio; trata de no pensar en ello pero en el fondo sabe que necesita una respuesta, alguna señal que aligere la pesadez sobre sus hombros. Park ChanYeol le ha visto irse a casa más temprano, tentado a molestarle, a ir sobre él y sujetarle con fuerza, pero el chico moreno luce por primera en su vida vez tan maldita y sinceramente apagado que prefiere no intervenir en esta ocasión, viéndole marchar todas las tardes con un par de hombros caídos, la mochila bien cargada a su espalda y la mirada fija en el suelo.
El clima ahora es acogedoramente nostálgico, el silencio luce más abrumador de lo habitual. Todo parece formar parte de las emociones del brillante muchacho que sin embargo, no es capaz de sonreír por sí solo durante estos días; del joven solitario y tranquilo que solo desea a su artista devuelta.
—Mañana cae la primera lluvia...
Un par de ojos perdidos a través de la ventana y un cálido aliento pegando contra ella. JongIn ha susurrado y dibuja estrellas fugaces sobre el cristal cubierto ligeramente de su propio vaho. Su madre se encuentra preocupada y el hombre mayor del hogar aún no está en casa; el pequeño Kim no ha sido capaz de tocar la cena y la señora deduce con facilidad que su hijo tiene alguna clase de problema amoroso. Lo nota en su expresión, en sus labios fruncidos en una fina línea recta y en, quizás, la mandíbula apretada o la forma en que sus ojos se mantienen cristalinos, forzándose a casi no parpadear para no derramar lágrimas en vano.
—¿Un mal día? —La mujer preguntó con voz suave, aterciopelada, contrarrestando todo el frío con su calidez propia. Ella no solía meterse en la vida del joven, reservado al igual que su padre, pero eso no significaba que no le interesara. JongIn era un chico introvertido pero a su vez muy sensible; difícil de abrirse a los demás.
—Una mala semana... —contestó él entonces, encogiéndose sobre el pequeño sofá junto a la ventana y observando tanto su propio reflejo como el de su madre en ella. Caricias cargadas de amor rozaban su hombro derecho y descendían, intentando confortarlo, tocando hasta la fibra más sensible de su ser— Quizás solo necesito liberarme —expresó abiertamente—. Por eso es que escribo, por eso es que dibujo...
—Y por eso es que lloras —ella cortó, sonriendo comprensiva.
El moreno lucía sorprendido al tiempo en que alzaba su diestra, tocándose el rostro y notando la repentina la humedad en sus mejillas. Había estado tan perdido en sus propias cavilaciones e inmerso en ocultar el quebradizo tono de su voz, que no llegó a notar el instante en que incluso su inconsciente fue capaz de traicionarle.
Lucía perdido, incomprendido y molesto con sus propias emociones, controladas siempre hasta ese día, en que no pudo evitar liberarse tal como la lluvia que estaba próxima a caer sobre la ciudad. Las palabras sobraban en ese momento, en el que el pecho del muchacho dolía acompañado de incesantes lágrimas recorriendo las morenas mejillas y la respiración se agitaba, soltando hipidos cargados de impotencia. Había sido una semana agotadora, con sentimientos conocidos únicamente por sí mismo; con lamentos sobre la letal toxina conocida como el amor.
Su flequillo fue apartado del rostro y las mejillas dulcemente secadas.
—¿Qué es de un artista sin su arte, JongIn? —la pregunta retumbó en los oídos del recién nombrado, sin embargo, deseó pensar mucho más allá de lo obvio— Volverá. Sea lo que sea que haya pasado, un artista se siente feliz de admirar su arte.
Aunque quizás no era el caso, pensó, sin dejar de prestarle atención, de forma lenta alzando la mirada.
—Esa persona ha pintado en ti —aseguró la mujer mayor, indicando tiernamente la zona del pecho del joven, quien ahora le miraba con ojos grandes y expresivos—, justo aquí, y lo sabe. Un artista jamás deshecha su arte, aunque quizás no la haya creado o modificado, o quizás, cuidado de la mejor forma —ella continuó acariciando, allí en donde los latidos se hacían cada vez más calmos y el dolor parecía ser capaz de cesar—. Tal vez tu artista solo es alguien inexperto, pero te aseguro, se hará cargo de lo que ha pintado en ti.
JongIn se talló los ojos antes de sonreír de manera leve. Esas eran palabras reconfortantes de alguien que vivió lo mismo, se imaginó.
—Tú también lo has hecho, ¿verdad? Has pintado en esa persona especial para ti —el menor de edad asintió, sintiendo de pronto esas ya conocidas mariposas en el estómago y una confianza ligeramente renovada. Él creía que, de hecho, había pintado en su hyung de manera clara, casi permanente, pero la situación en general había estado agotando su poca seguridad durante todo ese tiempo—, así que no tienes de qué preocuparte.
Y aunque se hubiese sentido renovado casi en su totalidad luego de palabras de aliento y caricias por parte de la madre, el moreno no podía dejar de pensar en aquello que no cuadraba en esa historia de amor. Se preguntaba para sí mismo si sería capaz de mantener la voluntad, de no irse abajo y permanecer esperando de manera paciente, sin los rencores que su inexperto corazón de pronto deseaba comenzar a guardar.
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El pianista┇SooKai/KaiSoo
أدب الهواةJongIn había oído hablar de Beethoven y Bach, Strauss o Vivaldi, pero nunca antes se tomó la molestia de conocer la magia detrás de toda esa música clásica. ✒ Título: El pianista. ✒ Autora: Deneb_Algedi. ✒ Tipo o género: Angst, romance, flu...