El fantasma que arroja papeles.

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—No entiendo.

Dijo frustrado Justin pasando su mano por su cabello. El se distraía con facilidad. Se ponía a hablar de cualquier otra cosa, menos del trabajo, y Bruss solo le respondía con monosílabos y se dedicaba a escribir. El estaba aburriéndose, y al ver que ella no le prestaba atención, trataba de leer pero se aburría aún más, y se resignaba diciendo que no entendía ni una palabra del texto.

—Es la cuarta vez que lo dices. —susurró Bruss sin quitar la vista del libro.

—Las vas contando.

Se burló Justin divertido—. No, pero lo dices muy fuerte. —respondió seria.

—¡Es que me aburro!

Se quejo encaprichado.

–Es un trabajo, no tiene porque ser divertido.—respondió seca. Se había molestado por lo que Justin había dicho, pero no con él, con ella misma. Estaba a solas con el chico que tanto le atraía y lo estaba aburriendo.

—Pero estar contigo si debería serlo. —dijo él. Ella dejo de leer y lo miro de reojo.

—¿Por qué creíste que estar conmigo era divertido?

Levanto sus hombros y volvió a dejarlos caer— ¡Que sé yo! Solo lo creí… vamos a hacer algo.

—Cuando termin…

—¡No! ¡Ahora!

Justin se levantó rápidamente de su asiento, haciendo ruido con la silla, y ella, en un repentino impulso, lo siguió— ¿A dónde vas?

Pregunto viéndolo deslizarse sigiloso por los pequeños pasillos que había entre los estantes de los libros.

—Mira… —dijo divertido. Se escondió detrás de un estante lleno y rompió la hoja que había tomado de la mesa antes de levantarse, tratando de hacer el menor ruido posible. Aquel pedazo de papel fue abollado entre sus manos y arrojado a un chico que pasaba por el pasillo de la izquierda. Justin se escondió entre los libros atrayendo a Bruss hacia él y echándose a reír silenciosamente.

—¿Por qué hiciste eso? —pregunto ella, sin entender la gracia del acto.

—Es que… ¡oh, vamos! ¡Fue gracioso! He hecho esto desde que llegue, y todos piensan que hay fantasmas que arrojan papeles. ¿No escuchaste el rumor del fantasma de la biblioteca?

—No.

Se limito a responder ella. No escuchaba los rumores desde que noto que la mayoría eran sobre ella, y malos.

—Bueno, si alguna vez lo escuchas, recuerda que soy yo. —volvió a reír en silencio. Hizo otro bollo de papel y se lo ofreció a Bruss— ¡Hazlo! ¡Te reirás! —Ordenó risueño.

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