• Capítulo #3

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Aquel empresario guapo abrió sus ojos, mucho antes de que la fanfarría sonara. Se voltió en la cama y tomó su celular. Lo desbloquió y entro a Google, en el cuadro de búsqueda puso: "Formas de conquistar una chica," pero los resultados no fueron muy válidos. Eran todos la misma cosa de siempre. 

Se sentó en la cama y se puso sus pantuflas. La rutina de baño, y vestirse fue la misma de todos los días. Abrió su armario y tomó una camisa de cuadros roja y blanca, y unos pantalones negros acompañados de unos lustrosos bostonian* negros. Tomó su maletín y salió por la puerta. 

Abrió su buzón, y allí estaba. 

Cielo:

No has contestado ninguna de mis 17 llamadas ni ninguno de mis 42 mensajes de texto. Te extraño dulzura. Mi corazón te llama a gritos, regresa a mi. Te amo. 

Ivelisse. 

<<¿Se cansará algún día?>> pensó para sus adentros mientras abría la puerta de lexus

—Buenos días, Fernando —dijo entre dientes tratando de ser un poco amigable. 

—Buenos días, Lambert. Aquí está su descafeinado y su galleta de macadamia, su favorita. —El tomó aquel pedido y se montó. —¡Oye! ¿Tienes alguna idea de como conquistar una chica? —Fernando levantó una ceja y le miró por encima del hombro. —¿Quién se está siendo difícil ante un hombre como tú? 

—No es nadie, es solo esa secretaria que contraté hace cinco años, la de espejuelos, sexy ella de ojos claros. Está como que un poco ajetreada, quiero alegrarle el día.

—¿La nerda sensual? —Exclamó frenando de repente. 

—Si, esa, ¿por qué tanto asombro? —El le miró con un poco de incredulidad. —Cuando la contrataste toda la compañía estaba asombrada por su belleza y su sensualidad, pero al parecer es tan aburrida que jamás ha salido con un chico de aquí y ha negado las mejores citas. —El impresionado galán tomó un sorbo de su café y acomodó su corbata. 

—¿Tienes alguna idea o no? —preguntó con un poco de rudeza. 

—Déjale flores en su escritorio con mensajes, y luego la invitas a salir cuando ya la tengas enamorada. Pero recuerda, eso lo debes hacer antes de que ella llegue al despacho, cosa de que no sepa quién las deja. 

Con eso en mente el automóvil se detuvo frente al edificio y como de costumbre llegó a su oficina. Allí estaba ella. Sentada hundida en papeles. ¿Cómo era que el no se daba cuenta de toda la presión que le ponía encima? 

—Buenos días, secretaria. —Ella sonrió secamente. Al parecer estaba hastiada de la vida. Quizás su novio no la quería o vivía en la calle. 

—¿Qué tal un aumento? —indagó mientras subía sus piernas al escritorio y ponía la emisora de Of Monsters and Men en Pandora. —Ella dirigió una mirada de incredulidad y colocándo los papeles sobre el escritorio dió la vuelta.

—Saldré un momento a un hotel a entregar los cheques de ayer, lo veo en la tarde. —Así sin más desapareció pasillo abajo. Lambert bajó los pies de su escritorio y metió su cabeza entre sus manos.

—¡Andrés! ¿Qué coño haces? —El rubio levantó la cabeza, para darse cara con su padre. El dueño de la empresa.

—Na-na-nada. . .—tartamudeó llevándose un sorbo de café a la boca.

—Más vale, necesito que le digas a tu secretaria que agradecemos mucho las cosas que ha estado haciendo tiene ahorradas unas largas vacaciones porque no ha cogido ningún día libre ni días feriados en los cinco años que lleva aquí trabajando. —Lambert abrió los ojos. Con que la chica guapa era trabajadora también. —Bueno, eso era todo hijo, te veo luego, recuerda llamar a tu madre de vez en cuando. 

—Si papá, como digas —masculló entre dientes. A veces actuaba como un niño pequeño ante las ordenes de su padre.

Se levantó de su asiento y caminó hacia el ascensor. La maquinaria lo llevó al primer piso en donde apresurado salió hacia la carretera. Montones de personas caminaban de arriba abajo. Unos hablando en el celular, otros enviando textos. El sonido de los taxistas al pasar y los ajetreados jefes gritándole a sus secretarias por el celular. 

Caminó unas cuadras más abajo hasta la floristería y abrió la puerta siendo recibido por el sonido de una campana. —¡Hola! —una chica guapa detrás de un mostrador le regaló una sonrisa.

—Hola. —Su "hola" fue escuchado doble. Se giró ante la voz conocida de aquella chica. —¡Ivellisse! ¿Qué demonios haces aquí? —La pelirroja se sonrojó.

—Nada, te he visto salir de tu trabajo y quise venir a ver que hacías. ¿Te dije que conseguí trabajo en la cafetería donde tomas café cada mañana? —El se llevó las manos a la cabeza. 

—Mira Ivellise, que te quede claro que ya no somos nada —afirmó la palabra nada. —No quiero que me persigas, ni que me mandes cartas todas las mañanas, no me llames, no me textees, no me envíes e-mails, no quiero nada contigo. He conocido otra chica, y ya eres pasado. 

¿Había acabado de admitir haber conocido otra chica? ¿Quién era esa chica? 

—Una rosa roja por favor. —le dijo a la floristería, pagó y se alejó molesto dejando atrás a su frustrada ex con lágrimas en los ojos. 

Metió la rosa dentro de su abrigo y entró al edificio. Su cara no era muy convincente, era como la de un pequeño luego de hacer travesuras en algún lado. 

Entró a su oficina y tomó una tarjeta, escribió algo, la amarró a la rosa y la colocó en el escritorio de aquella ajorada secretaria. La primera misión había sido llevada a cabo. 

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Nota de la autora:

Espero que hasta ahora les esté gustando. No olviden votar y comentar. Un beso gigante @purplepencil

*Bostonian - son una marca de zapatos de hombre.

Cuatro rosas y un caféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora