• Capítulo #1

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El sol se asomó por encima de la soñolienta Nueva York. Los perros ladraban a lo lejos y los pájaros se posaban sobre los cables de electricidad. La alarma de un celular sonó. El sonido de la fanfarría irritó a un apuesto galán soñoliento el cual se dió la vuelta y metió sus desnudos piés dentro de la sábana. No pasaron ni dos minutos y la misma volvió a inundar el cuarto con su estruendoso sonido. 

—¡Mierda! —masculló entre dientes mientras se quitaba la sábana y ponía sus pies sobre el suelo. Un escalofrío corrió hasta su cabeza y nuevamente bajó. El solo estiró sus brazos y soltó un bramido peor que el de las vacas cuando están hambrientas. 

El sonido de las bocinas a lo lejos le daba los buenos días. Típico sonido mañanero en una de las calles más transitadas. Con sus calzoncillos trepados de un lado y su pelo despeinado se dirigió incómodamente hacia el baño en donde subió la tapa del inodoro y hizo sus necesidades mañaneras seguidas por un lavado de dientes y colocarse los espejuelos. 

Frente al espejo estaba el reflejo de un rubión de unos 28 años con ojos verdes, un par de lentes Ray ban con marco grueso y negro con un print de piel de leopardo. Empujó su pelo hacia atrás y lo emparejó con una peinilla. Abrió un cajón y roció sobre su desnudo pecho casi el pote entero de perfume Abercrombie & fitch. Cerró el cajón colocando todo en su respectivo lugar, y caminó hasta su cuarto. 

Abrió su armario y tomó una camisa azul claro y una corbata de lineas azules y unos pantalones grises. Si no hubiese tenido relaciones con chicas en el pasado se juraría que era gay. Su afficción por estar bien combinado, vestido y peinado era demasiado exagerada, aún así se podría decir que era el hombre más sexy de toda la zona. 

Aquel iPhone 5s que anteriormente había servido de irritante alarma sonó mientras se abrochaba la corbata y se acomodaba el cuello dejando muy pronunciada la manzana de Adán. 

—Si, como diga, ya voy. —Indagó y colgó. Tomó su maletín y salió por la puerta de su apartamento. Si, un apartamento en el  200 eleventh avenue. Los apartamentos más caros de todo el area. Abrió su buzón y allí estaba. 

Cariño: 

No sabes cuanto te extraño. Te ví ayer cuando tomaste el café en Starbuks, y te ví cuando fuistes por unas patatas a la tienda. No sabes cuanto extraño el olor del café por las mañanas, y el olor a cebolla de tus medias. Extraño lavar tus sábanas de cama y encontrar pelos en ellas, y el olor de tu shampoo tresemé. Necesitamos volver a ser una pareja, no puedo vivir sin ti, te amo tanto que duele. 

-Ivelisse. 

Soltó una carcajada, rompió la carta, la tiró en un contenedor de basura y siguió su camino hasta su carro. Un Lexus gris del 2012. 

—Aquí está su café, Señor Lambert. Su padre le espera en la empresa para una reunión a las 10:30. 

—Muchas gracias. —Fernando había sido su chofer desde la secundaria, era prácticamente como su mejor amigo aunque se trataban de señor y empleado. Era la única persona con la cual el simpatizaba, la única persona que cuando se molestaba asentía a todo lo erróneo con la cabeza. 

El auto se detuvo frente a un edificio de cristales con un logo gigante Lambert Corporation. 

—¡Que tenga buen día! —El guapo sonrió y cerró la puerta del auto. Las puertas eléctricas del edificio se abrieron para dar cara con el mostrador. 

—Buenos días, Señor Lambert. 

—Buenos días, Cristina. —La sonrisa en su cara podía dejar ver que moría por dentro. Que el señor Lambert saludara a alguien no era algo que solía suceder mucho. El era más de estar concentrado en sus cosas sin recordar que tenía colegas de trabajo. 

Tomó el ascensor mientras le daba un sorbo a su café ahora de temperatura templada. La maquinaria se detuvo en el piso número 8 dando paso a un gigante plantel lleno de pequeñas maquetas de edificios y restaurantes. 

¿Había olvidado decir que la empresa Lambert maneja Hoteles y Restaurantes alrededor del país?

Detrás de un escritorio estaba la chica de catálogo, perfecta. Ojos verdes escondidos tras unos lentes, pelo negro, piernas tonificadas y muy perfectas. Sin dudarlo se levantó de su asiento. 

—Buenos días Señor Lambert, aquí están las cuentas de la nómina 24 y los cheques de los trabajadores. —El solo tomó los papeles y se dirigió a la oficina. Cerró la puerta y se sentó trepando los pies sobre su escritorio. Aquella chica llevaba 5 años trabajando en la empresa y el jamás se había tomado el tiempo ni de dedicarle una sonrisa. 

Su relación de 8 años había terminado gracias a los celos exagerados de su ex y la obseción de la misma porque se casaran y tuvieran 5 hijos cosa que el no tenía prisa por hacer. Mientras miraba sus papeles comenzó a observar por encima de sus espejuelos el ajetreo de aquella trabajadora secretaria. La forma en la que colocaba su flequillo tras la oreja y la forma en la que parpadeaba de más. 

¿Cómo era que una chica tan hermosa había estado a la vista y él no se había dado cuenta? 

Cuatro rosas y un caféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora