Dieron las 10:00 y el ajorado Andrés cerró su maletín y dió final a la reunión que había tenido con los empresarios de un parque de diversiones. Se puso en pié y ajustó su corbata.
—Bueno, nos vemos en dos semanas en la subasta para acordar los precios —dijo tendiéndo la mano al hombre con el cual había hecho negocios. —Recuerde las nóminas de las acciones.
—De eso no se preocupe señor Lambert, estamos muy agradecidos ante su coperación con la compañía y el que acepte pagar los gastos.
Así si mas, todos abandonaron aquel despacho a ecepción de su padre.
—Andrés, ¿qué piensas hacer con Ivellise? La pobre me ha llamado más de mil veces, me tiene un poco hasta los cojones. Ve que harás con ella, sabes que después de todo no podemos perderla de vista. '
—Pero padre, —aquel hombre no le dejó terminar. —Ocúpate del dinero que nos debe y luego la dejas ir, no podemos perder ese negocio.
—Descuida, todo saldrá como planeado.
¿Cómo iba a salir como planeado si estaba enamrándose de otra chica? Una chica de oficina, una secretaria.
Junto a los hombres tomó el ascensor, todos permanecieron en silencio.
La puerta de la maquinaria se abrió en el piso número nueve. Ya había pasado varios días desde la nota y la rosa, pero aún así ella no parecía sentirse muy interesada en subir sus ánimos y parecer un poco comprometida con ser más feliz.
—Bonita rosa —Dijo al entrar en su despacho. Ella solo se viró para verle. Sus manos no dejaban de escribir en el teclado, en la pantalla se podía ver perfectamente que no se equivocaba con ninguna letra y que todo lo que escribía concordaba y tenía sentido.
—Muchas gracias, me la ha dejado un anónimo. —Así, sin más, se puso de cara en la computadora.
—¿Sueles ser así de callada siempre? —indagó Andrés pasando una mano por su cabello y recostándose del escritorio de la misma. —No, solo soy así con la gente que no me simpatiza. Ejemplo, tu, ahora si me disculpas tengo trabajo.
¿Cómo es que? <<¡Que chica tan pesada!>> pensó para si.
Andrés caminó de regreso a su oficina un poco ofendido. ¿Cómo era que no podía sacar nada bueno de aquella hermosa muchacha? Ella no podía ser tan difícil de conquistar. Había algo mal en ella. ¿Por qué tan callada? ¿Por qué tanto odio? Ella era bien pagada, tenía un escritorio solo para ella, vestía digamos que. . . un poco, no muy bien, pero era hermosa ¿por qué tan amargada, por qué tan sumida en sí?
Abrío la puerta de su oficina y se sentó sobre su asiento de cuero, aquella silla en donde mil veces había estado. Nada se sentía igual, la presencia de aquella secretaria incomodaba un poco sus sentidos. y decidió investigar el record de aquella misteriosa empleada. Quizás era una bruja malvada, o una villana ¿Quién sabe?
Los resultados lo llevaron a lo mismo de siempre, el nombre, el apellido, la edad, el color de piel, y esas cosas.
—¡Mierda! —masculló entre dientes, pegándole una patada al monitor del ordenador. —¿Sucede algo jefe? —preguntó ella girándose. Sí, si, sucede algo. ¿Pero que iba a decirle? "Por favor haz una biografía de tu vida y entrégamela, la necesito en una hora." ¿Eso? Na, sería algo sospechoso y muy rudo.
—¡Oye! ¿Te gusta este trabajo? —la chica le miró con asombro y le dirigió una mirada mortal. —¿Qué coño crees? Estoy aborrecida, solo estoy aquí por la pasta, pero que sepas que no te soporto ni un pelo.
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Cuatro rosas y un café
Romance[Romance] Karelyn Kelt no soporta a su jefe, Andrés Lambert. Porque según ella, la lleva muy ajetreada, El, no la deja ni respirar. . . sin contar que apenas han cruzado palabras, pues él es un hombre que solo se dedica a su trabajo. Karelyn comi...