La puerta de dicha tienda se abrió de par en par, y aquel guapo chofer engavanado hasta los dientes, y aquella chica ahora con un nuevo atuendo salieron con sus sonrisas en alto.
—¿Hacia dónde iremos ahora? —preguntó pidiéndo un taxi.
—A la calle 12, tengo una sorpresa para ti. —No tardó mucho en un auto amarillo con las letras TAXI aparecer frente a ellos, dándole abordo hasta dicho lugar. El viaje fue corto, nada quedaba muy lejos entre la bulla de dicho sitio.
—Adelante —ella bajó, solo deteniéndose a tomar las bolsas que yacían sobre el asiento.
—¿Qué es esto? —El solo sonrió. Frente a ellos había una especie de puerta, como la de una bodega. Redonda, algo muy raro. —Avanza, dime que es. ¿No vas a raptarme y a violarme cierto? —El le dirigió una mirada asesina.
—¿Crees que soy capaz? —Las mejillas de ella se ruborizaron y el dió unos pasos y comenzó a darle vueltas a dicha rueda incrustada en la pared. El lugar era muy oscuro, frío, y con luces iridiscentes saliendo de todos lados.
—Bienvenida a Euji Kiyora, el mejor salón de belleza de Nueva York, incluye club, y bebidas, mi mejor amigo es el dueño, tienes todo gratis.
Karelyn se quedó fría y observó todo con mucha calma a su alrededor. —Wow... —Susurró con los ojos bien abiertos. —Gracias... —Miró a Fernando muy sonriente, luego le dio un gran e inesperado abrazo. —En serio, muchísimas gracias. —Besó la mejilla de éste y lo soltó oara volver a mirar todo.
—No séas tímida, ¡ven! —Ella le siguió por unas escaleras, hacia una bodega. En medio de ella había una gigante pista de baile, hombres y mujeres bailando al son de una alta música que casi explotaba oídos.
En las paredes colgaban todo tipo de adornos de luces neones, relojes viejos, cuadros llenos de recortes de periódicos y fotos viejas. Habían bartenders, cantinas, mesas de billar, todas apiladas al lado derecho. Del otro lado una gran fila de sillas de estilismo se daban cara a cara pararelas contra las mesas repletas de cepillos y cosas para el cabello.
—¡Ehh viejo amigo! —Una afeminada voz se escuchó sobre toda la música, seguida por un apretón de manos, y un abrazo. —¿Qué te trae por aquí?
—Ya sabes, esta chica necesita un arreglo en el pelo, y nada mejor que tu para eso.
Karelyn sonrió tímidamente. Se sentía emocionada y ese lugar le encantaba. Podía estar ahí por mucho tiempo y no aburrirse. —Hola, mucho gusto. Soy Karelyn Kelt. —Le ofreció su mano amablemente
—Ricky Kiyora, para servirte. —Dijo tomando su mano, y besándola. —Y dime ¿qué quieres que haga contigo?
—Me quedo en tus manos.. quiero que hagas algo completamente distinto a esto. —Tocó su cabello e hizo una cara graciosa. —Es tu decisión.. —Le sonrió. —Eso si, que no quede muy corto y que se vea totalmente distinto. —Sonrió ampliamente.
—Vale —la tomó de la mano y hizo sentarla sobre uno de los asientos y la magia en su cabello comenzó. Pelos por aquí y por allá comenzaron a caer haciendo que se sintiera asustada. —¿Todo bien?
—Si.. —Karelyn rió de nerviosismo. Siempre le pasaba eso, reía cuando estaba nerviosa o un tanto asustada. —¿No está quedando muy corto? —Preguntó mirándolo a los ojos.
—Dejate llevar, siempre es bueno notar un cambio. —Ella solo asintió y cerró los ojos.
En una media hora todo había terminado. Su cabello lucía corto, en capas desde sus hombros haciendo encaje en su barbilla con flequillo corto y largo en la cien.
Karelyn notó que ya todo había terminado. —¿Ya puedo verme? —Preguntó emocionado mientras tocaba su cabello muy sonriente.
—Ya puedes verlo, adelante. ¿Te gusta?
Ella se volteó e inconscientemente abrió su boca. —Oh por Dios.. —Susurró y pasó sus dedos por el ahora castaño oscuro cabello. —¡Se ve increíble de ese corto y de ese color! —Exclamó se levantó rápidamente y le dió un gram abrazo a Ricky. —¡Muchísimas gracias!, esto es.. wow. —No podía dejar de sonreír.
—Me alegro que te haya gustado. La magia siempre se consigue en un sitio como este. —Luego le soltó una giñada.
Ella rió y asintió. Luego fue hacia Fernando y también lo abrazó. —Gracias a ti también. Sin tu ayuda nada de esto hubiera ocurrido. —Dijo sinceramente. Luego lo soltó. —¿Puedo ir al baño?, necesito cambiarme la ropa.
—Si, si puedes, allí a la derecha. No tienes que pedirme permiso para ello. —Soltó una carcajada.
Karelyn se sonrojó. —Gracias.. —Se dirigió al baño. Se cambió al traje turquesa y unos zapatos de tacón crema con textura de charol. Su maquillaje no estaba mal, siempre se maquillaba con colores neutrales y se veía muy natural, algo que no debía de cambiar. Salió ya cambiada completamente. —¿Y...?, ¿Cómo se ve? —Preguntó dando una vuelta y sonriendo.
—De maravilla, si no fuera gay de seguro estaría contigo. —Ella le miró asombrada y le golpeó levemente en el hombro.
—¿Crees que ya es hora de volver a casa?
Ella sonrió, aún asombrada pues no sabía que era gay. —Claro, ¿Quieres comer algo?, no es por alardear, pero cocino muy bien. Sería para agradecerte lo que has echo por mi, ¿Aceptas? —Sonrió.
—Claro, con gusto. ¿En tu casa?
—Si, vamos. —Karelyn sonrió lo tomó del brazo. Le volvió a dar las gracias a Ricky y salieron. Volvieron a tomar un taxi que los dirigió al bonito y pequeño apartamento de ella. Ahí pasaron el resto de la tarde comiendo y riendo.
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Cuatro rosas y un café
Romance[Romance] Karelyn Kelt no soporta a su jefe, Andrés Lambert. Porque según ella, la lleva muy ajetreada, El, no la deja ni respirar. . . sin contar que apenas han cruzado palabras, pues él es un hombre que solo se dedica a su trabajo. Karelyn comi...