Capítulo 4 - Salto al cementerio.

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Ahhh, martes. Día de Waffles. Por lo que Harry podía recordar, los martes de verano significaban café fresco, tazones hasta el tope de frambuesas y crema batida, y una interminable pila de crujientes y marrones waffles. Aún en este verano, cuando sus padres comenzaron tener un poco de miedo de él, el día de los waffles era una cosa con la que podía contar. Él podía rodar en su cama en una mañana del martes, y antes de que se diera cuenta de algo más, él sabía instintivamente qué día era.

Harry olfateó, lentamente dejándose llevar por sus sentidos, luego olfateó otra vez más a gusto. No, no había suero de leche, nada mas que el avinagrado olor de la degradada pintura. Él se sacudió el sueño y se fue a su desarreglado dormitorio. Se miraba como el toma del “antes” en un show de “renueva tu casa”. La larga pesadilla que había sido el lunes volvió a él: la baja de su celular, el incidente del pastel de carne con los ojos sorprendidos de Molly en la cafetería, el encuentro con Louis en la biblioteca. Qué era lo que lo había tan malo, Harry no tenía la menor idea.

Se sentó para ver a través de la ventana. Aún era de noche; el sol ni siquiera había rozado el horizonte. Nunca se despertaba tan temprano. Si recordaba, él no recordaba haber visto alguna vez el amanecer. Sinceramente, algo acerca de ver-el-amanecer como una actividad siempre lo había hecho sentir nervioso. Eran los momentos de espera, los momentos antes de que los rayos del sol tocaran el horizonte, sentado en la oscuridad viendo a través de la arboleda. El peor momento.

Harry suspiró, un suspiro audible de estar harto en casa y solo, lo que hizo que él se sintiera más enfermo y más solitario. ¿Qué era lo que iba a hacer por las siguientes tres horas entre el amanecer y su primera clase? El amanecer. ¿Porqué esas palabras le parecían familiares? Oh. Maldición. Se suponía que él debería estar en detención. Se salió de su cama con dificultad, tropezando con su aún empacado bolso de lona, y jaló otro suéter negro y aburrido de la parte superior de la pila de suéteres negros y aburridos. Jaló los vaqueros negros de ayer, se asustó cuando dio un vistazo a su desarreglada cabellera, y trató de pasar sus dedos a través de ella mientras cerraba de un golpe la puerta.

Se quedó sin aliento cuando llegó al portón, las puertas de cementerio hechas complicadamente con hierro forjado. Él se estaba ahogando con el abrumado olor de repollo tierno y sintiéndose muy solo con sus pensamientos. ¿Dónde estaban los demás? ¿El concepto de “al amanecer” era diferente al de él? Dio un vistazo a su reloj. Ya eran las 6:15.

Todo lo que le habían dicho era que tenía que reunirse en el cementerio, y Harry estaba seguro que esta era la única entrada. Se paró junto al umbral, donde el agrietado asfalto del parqueo dio lugar a un lote lleno de maleza. Vio un diente de león, y se le vino a la mente que un Harry más pequeño hubiera saltado en él y luego hubiera pedido un deseo y soplado. Pero los deseos de Harry se sentían muy pesados para algo tan ligero.

Las delicadas puertas eran las únicas que dividían el cementerio del parqueo. Algo muy sorprendente para una escuela con una alambra de púas. Harry pasó su mano sobre las puertas, trazando el adorno floral con sus dedos. Las puertas deben de haber sido de los días de la Guerra Civil que Arriane nos estaba hablando, en aquél tiempo cuando el cementerio era usado para sepultar a los soldados. Cuando la escuela se dio cuenta que no era un lugar para locos caprichosos. Cuando todo el lugar estaba lleno de maleza y oscuro.

Era raro- el resto del campus era plana como una hoja de papel, pero de alguna manera, el cementerio tenía una cóncava, con forma de tazón. Desde aquí, él podía ver la cuesta de todo lo que estaba enfrente de él. Fila tras fila de simples lápidas que estaban alineadas como espectadores en una arena. Pero hacia el centro, en el punto más bajo del cementerio, el camino de las tumbas se convertía en un laberinto de tumbas más grandes, increíbles estatuas y mausoleos. Probablemente para oficiales confederados, o simplemente los soldados que tenían dinero. Se miraban como si hubieran sido talladas. Pero desde aquí, el fino peso de ellos se miraba que arrastraba el cementerio abajo, casi como si fuera succionado hacia un desagüe.

Oscuros - Larry Stylinson.Where stories live. Discover now