Capítulo 9

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La casa de Ernesto contrastaba muchísimo con los arapos que vestía, la mugre que lucía y la higiene descuidada. Se trataba de una casa lujosa, ubicada en un barrio bien acomodado, espaciosa y que contaba con varios ambientes y un patio espectacular. Cuando entraron, todos esos privilegios fueron observados efímera pero envidiosamente por las miradas de Elena y Gonzalo, ya que enseguida, Ernesto hizo un movimiento con el cubo, les tocó el hombro a ambos, el derecho a Elena y el izquierdo a Gonzalo, y los teletransportó a una galpón.
Se trataba de una enorme sala repleta de obstáculos construidos con materiales anormales; no había nada de madera ni de algún metal, eran todos objetos de algún material de solidez excepcional y dureza única. Tenían un aspecto resistente sin duda. Había también varios neumáticos, cadenas, espinas salientes del suelo. Parecía un lugar de entrenamiento.
- ¿Acá es donde practicabas vos con tu papá, no, Ernesto?
La sala era blanca, y hecha del mismo material de apariencia indestructible que les dije. Pero había ciertas zonas que estaban negras. Eran manchones de cenizas, como si se hubiera quemado algo. También había sitios desquebrajados y que contenían un número de grietas importante.
-No recuerdo cuándo fue la última vez que vine. Se nota que no ha tenido mucho mantenimiento-dijo Ernesto.
Un armario empotrado repentinamente se abrió. Sólo. De su interior salieron flotando con cierto cinismo tres cuchillos. Con un movimiento de la mano, Ernesto los incrustó en el centro de tres diferentes tiros al blanco.
-Te habrás estado preguntando -dijo Ernesto - por qué no fuimos a ayudar a tu padre, Gonzalo. Bueno, la respuesta es porque simplemente no podemos hacer nada por él. Tu tío, Francisco, es demasiado poderoso. Ya de por sí su hijo, es decir tu primo, es un monstruo entrenado desde sus primeros movimientos con los dedos para manejar el cubo y explotar sus habilidades al máximo. Por eso huimos; porque enfrentarnos a tu tío, es cortejar a la muerte-Ernesto y Elena intercambiaron miradas -. Pero hay alguien que sí tiene el poder para mínimamente darle pelea: el usuario del Cubo Elemental. Vos, Gonza.
Con toda la carga emocional que esas palabra generaron en Gonzalo, un atisbo de lucidez consiguió enderezar su postura agobiada:
-Pero no entiendo, ¿para qué quiere mi tío el Cubo? ¿Qué quiere hacer con él?
-Lamentablemente, no sabemos. Pero que demuestre tal desesperación por obtenerlo, aunque sea de la manera más violenta y sanguinaria, no indica pronósticos positivos. Francisco quiere el Cubo desde que tu abuelo le contó sobre él, tengo entendido yo. La sed de poder nunca benefició a nadie.
Gonzalo se quedó pensando.
- ¿No me habían dicho que un cubo solo tiene un único usuario?
-Así es.
-Y, entonces, si Francisco ya sabe que soy el dueño, ¿por qué seguir buscándolo? Ya está, no le pertenece ni le va a pertenecer.
Nuevamente, Ernesto y Elena tuvieron un cruce de miradas.
-Ahí está el tema-dijo Elena, con voz indudablemente de madre -. Si Francisco te mata, obtiene el título de nuevo dueño del Cubo. Por eso queremos enseñarte a defenderte, usando el Cubo.

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