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Sabían que se estaban pasando ya con el alcohol esa noche. Ella se había quedado embobada mirando las paredes de la habitación de él al entrar, era como si fuesen la misma persona en distinto sexo. Michael se agarraba a sus hombros porque era casi incapaz de mantenerse en pie y ella aguantaba su peso porque iba más lúcida.

En la otra punta de la ciudad otra chica se levantaba, era de esas personas que tienen que despertarse en horario de clases aún siendo sábado. Aiko pensaba que era una rara. La rubia se movía por la casa inquieta, como presintiendo que algo fallaba. Sintiendo que algo en su interior estaba saludándola de nuevo, fue al baño para comprobarlo. En efecto, le había venido la regla.

Pese a que rebuscó hasta por los recónditos más inhóspitos del baño contiguo a su habitación, no consiguió encontrar ni un solo tampón. Buscó por su bolso, mochila e incluso debajo de la cama, pero lo único que encontró fueron unas cuantas chapas de alguna lata de refresco y un caramelo rancio.

Eunice, ya desesperada, pensó en acudir a la habitación de su hermana, esperando que ella al menos tuviera alguno para prestarle, aunque al abrir la puerta de su habitación, lo único que encontró fueron unas cuantas prendas de ropa antiquísimas desperdigadas por el suelo y algunos apuntes —de biología, al parecer —a medio quemar.

Presa del pánico empezó a gritar, su relación nunca había sido la mejor, típica de los roces entre la popular y la rechazada, pero seguían siendo hermanas. Se olvidó por completo de su propósito inicial hasta que hubo despertado a sus padres desesperada.

Era evidente que Aiko se había ido por su propio pie y todos se preguntaban el porqué de la situación. Nunca había mostrado ninguna problemática con sus padres o su hermana mayor que la de cualquier adolescente. Como una loca. Eunice fue corriendo hacia el baño donde había dejado antes el móvil cargando y con un golpe seco, lo desenchufó de la corriente, rezando por no haber quebrado el cable en el arrebato.

Con los dedos nerviosos, intenta desbloquear el móvil, pero no es hasta el quinto intento en el que atina a poner la secuencia de números correcta. Busca entre sus contactos el número de su hermana y suspira cuando un "llamando a Petarda" aparece en la pantalla. Un pitido, dos, tres y repetir. Se regaña interiormente por morderse las uñas durante la espera pero un silencio en la línea le hace saber que su hermana no ha respondido a la llamada. Y eso se convierte en un bucle del cual pierde la cuenta por el trigésimo intento.

En esa casa ya no se respira aire, sino desesperación por encontrar a la chica que en la otra punta de la ciudad separa el cuello de la botella de otra cerveza más de los labios mientras se acerca entre pregunta y pregunta un poco más a su nuevo amigo... amigo o lo que vaya a acabar siendo. Aiko no ha visto las llamadas desesperadas de su "hermana" —si es que puede denominarla así —porque su móvil decidió morirse en algún punto de la noche.

—Bien, ¿y si lo hacemos como si fuera un reto?

—¿Qué somos, dos niños pequeños?

—No, pero dos borrachos sí —sonríe al exponerle la cerveza una vez más en la cara de la chica para pegarle un último trago—. Venga, tenemos que decir algo, y el otro tiene que adivinar si es verdad o mentira, ¿vale? Y si fallamos bebemos un trago, las cervezas a mi cuenta. ¿Trato?

—Venga, empieza —responde ella tras una sonrisa tonta provocada por el alcohol—.

—Déjame pensar... —finge poner cara de reflexión pero no llega a conseguir nada más que una mueca graciosa—. Tengo un perro, ¿verdad o mentira?

—Verdad —responde entre risas—.

—Meeec, a beber.

—Pero si tienes a Calum —exclama Aiko con mirada acusadora—.

—Dios mío, creo que te quiero —se burla él empujándole la botella para que dé su primer trago del juego—.

—Está bien, está bien —suspira Aiko resignándose a dar el trago—. Tengo los ojos azules —afirma, cerrando de golpe los ojos—, ¿verdad o mentira?

—¿Estás de coña?

—¡Venga, responde! —ríe la chica—. ¿O es que acaso no lo sabes?

—Solo sé que estás ridícula hablándome a la cara con los ojos cerrados, maquillaje por toda la cara y con esos pe... ¡Auch! —exclama al serle pellizcado el pecho—. Me rindo, vale, mentira, creo. ¿Pero por qué preguntas algo tan absurdo?

—Porque para mí —empieza a abrir lentamente los ojos—. ya no es tan absurdo.

—¿Tienes complejo con tus ojos o qué? —inquiere con sarcasmo—.

Playing God; 5SOS #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora