Aiko rueda los ojos ante la pregunta absurda y le propina otro pellizco en el brazo.
—Él próximo, va al pezón, que encima de que te iba a contar porqué necesitaba desfogarme...
—Oh, oh, por favor —cruza las piernas dramáticamente y apoya su barbilla en ambas palmas de las mano—, soy todo oídos.
—Ahora no te me hagas el interesado —espeta entrecerrando los ojos y señalándole con el dedo índice y dándole golpecitos en el pecho—, pero te lo voy a contar igual. Pásame otra cerveza.
—¡Pero si ya no quedan!
—Pues... —Aiko comienza, agarrando la botella del teñido y bebiendo de ella—. Está bien. Me he ido de casa.
—Ya volverás.
—No, no, me he ido para siempre.
—Volverás —volvió a decir él aún más convencido—.
—¡Joder! ¡Qué no voy a volver! —exclamó ella recordando una vez más todo lo de esa tarde—.
—Ha rimado —se rió Michael tontamente—.
—Esa no es mi casa, Mike.
—¿Papi no ha querido comprarle un descapotable rojo a su ojito derecho? —pregunta poniendo una vocecilla absurda—.
—Que te den —escupe, se aleja arrastrando la silla y se pone de pie.
Se dispone a marcharse, su enfado creciendo exponencialmente a cada segundo que pasa y se regaña mentalmente por haber ido en un primer lugar a la casa de ese desconocido. Su mano ya está en el pomo de la puerta cuando siente que otra mano se está aferrando a su muñeca, impidiéndole la marcha.
—Estoy borracho, perdóname. Pero iba en serio eso de que quería que me lo contaras...
Aiko resopla y hace fuerza para soltarse, él le responde con un puchero que acaba por ablandarla y ambos se tiran en la cama otra vez. Ella mira al techo con cara de circunstancias mientras piensa y él boca abajo a su lado y completamente despatarrado, con el brazo derecho colgando del borde y la pierna izquierda las de ella.
—Quita, bicho —le dice moviéndose hacia el lado y provocando que él vuelva a hacerlo por el simple hecho de molestarla—. Que te quites, Michael.
—Nunca —niega él y a continuación agregando un brazo al peso que ponía sobre ella, jugando a despeinarla con la mano y aplastándole la frente y la nariz con el antebrazo—.
—¡Me vas a asfixiar! —grita la chica con la voz gangosa debido a que tiene la nariz taponada por el brazo del susodicho—. ¡Mike, por favor!
El chico se levanta al oír las quejas, pero instantes después una loca idea cruza su mente y se dispone a colocarse encima de las caderas de Aiko, una pierna a cada lado. Un pensamiento bastante obsceno cruza la mente de esta al ver la situación en la que se encuentran, pero el destello de picardía en la mirada del teñido y sus manos corriéndole por los costados haciéndole saltar en carcajadas borran esas locas ideas de su mente. Pero el sufrimiento a base de risas poco tarda en acabarse puesto que él se deja caer en la cama, arrastrándola con él, eso sí, y la abraza apoyando la barbilla sobre la mata enredada que es ahora su pelo.
—Ibas a contarme algo antes de que la borrachera se lo cargase —le dice con un tono de voz relajante y casi inaudible, Aiko podría jurar que se está quedando dormido—.
—No lo recordarías de todas formas —le contesta de la misma forma y sintiendo los ojos pesados—. Mañana si no me altero demasiado por despertar sin acordarme de qué coño hemos hecho te lo cuento.
—Qué ganas de mantenerme con la intriga de verdad.
Al teñido se le escapa un bostezo y fuera escuchan un ruido de una puerta y unas pisadas, ambos suponen sin decirlo en alto que al moreno se le habrá pasado el enfado. La de los ojos marrones desea con todas sus fuerzas que el día siguiente vaya a mejor, aunque sabe que realmente todo va a ir de mal en peor. Y cuando a las ocho de la mañana con el sol ya fuera de su escondite esos dos desastres se quedan dormidos, en la otra punta de la ciudad una mujer llama alterada a la policía y consigue acabar a gritos.
La madre de Aiko está acurrucada en el sofá, llorando desconsoladamente; y el hecho de que la policía no fuera a intervenir en el caso de la desaparición de su hija solamente aumentaba el agujero negro que se le había instalado en el pecho. "Tiene más de dieciocho años y no han pasado aún ni cuarenta y ocho horas desde su marcha" son las palabras que se le repiten una y otra vez en la cabeza.
Eunice, por su parte, ya se ha vestido con lo primero que ha pillado del armario y cogido las llaves de su coche, camino a la casa de su mejor amigo. Necesita encontrar a su hermana, da igual a qué precio. Las calles pasan borrosas debido a la velocidad, como siga así acumulará una colección de multas que sabe que acabará pagando papá. Aparca rápido y de malos modos cuando llega a su destino, al bajarse y llegar a la puerta llama tan fuerte que podría acabar rasgándose la piel de los nudillos.
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Playing God; 5SOS #Wattys2016
FanfictionMis padres no saben cómo soy en realidad, y lo peor de todo es que yo tampoco sé cómo son ellos. Creía tener una familia, pero son los que más daño me han acabado haciendo. Para mí, solo han acabando siendo aquellos que me trataban como una niña y e...