Save Me

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Viernes, 27 de septiembre


Hacía frío.

Pero últimamente el frío es como una constante matemática, que nos atormenta cuando menos tenemos para mantenernos calientes. O mejor dicho, la ropa existía, simplemente no teníamos la oportunidad de tomarla sin ser asesinados, por eso, si estas estuvieran a dos metros o a dos mil kilómetros de distancia, para mí, era lo mismo.

En resumen, puedo decir que, al menos, estaba mentalmente acabado, psicológicamente inestable y emocionalmente jodido. Eso sin mencionar el cansancio, que me corroía desde hace días debido a la falta de sueño. Dormir era un lujo que me daba muy pocas veces.

Empecé este infierno solo y ahora, estaba solo de nuevo.

Con el tiempo y la poca experiencia que tengo, todo lo que puedo decir es que permanecer en grupos grandes es una mierda. Gracias a la gran constante de que todos mueren antes de que puedas llegar a crear un vínculo; pero estar solo es igual de desagradable. La soledad es más discreta, más segura en algunos aspectos, sin embargo, para personas como yo, dormir sin alguien vigilando el exterior estaba fuera de cuestión a menos que hubiera un espacio pequeño, alejado y sin posibilidad de ser atacado, en el cual pudiera meterme. Resultado: 5 horas de sueño en tres días.

Nada bueno. Mi cuerpo estaba empezando a pasarme factura.

Respire hondo. Necesitaba salir de allí antes de que ese grupo de abajo llamara más la atención y realmente no tuviera más la oportunidad de salir ileso de esa oficina cerrada, que apestaba seriamente a moho.

Abrí la mochila, dispuesto a dejar todo lo que no me fuera de ayuda de allí en adelante. Necesitaba espacio y menos peso para cargar. Tenía dos botellas de agua, ambas con poco menos de la mitad, además de tres barritas de cereal y dos paquetes de snacks molidos después de tanto moverse allí dentro. Dejé caer una lata de refresco vacía y unos fideos instantáneos, así como un pantalón que había roto el día anterior.

Sería suficiente por un máximo de dos días y después de eso tendría que conseguir más comida, o moriría de hambre. Parecía prometedor en comparación con mi otra opción. Cielos, honestamente no estaba listo para eso.

Además de comida y agua, metidos en las entrañas de mi mochila, aún tenía una linterna, con baterías que comenzaban a agotarse, un cuchillo – que saqué de allí para sujetarlo a la parte trasera de la cintura de mi pantalón - y un estuche con muy pocas cosas personales.

Entre ellos, mi antigua alianza de mi novio, un collar que mi hermana me había regalado y un papel con una oración escrita por mi madre. Solía estar dentro de la funda de mi almohada, hasta que comencé a tener ataques de pánico cuando salía de casa y comencé a llevarla conmigo. Nunca entendí la magia de un pedazo de papel lleno de palabras bonitas de una religión de la cual nunca fui parte que causaba alguna especie de bloque entre yo y mi próximo ataque de pánico cuando era más joven... Pero el hecho era que funcionaba en ese momento.

Todo eso fue antes de que el infierno descendiera sobre la Tierra. Parecía infinitamente lejos de mi realidad actual.

Coloque las correas sobre mis hombros, me puse de pie, pensando en por donde iba a salir. Después de evaluar mis opciones, abrí la ventana de ese cubículo, donde algún infeliz tuvo la mala suerte de trabajar un día – realmente era sofocante quedarse allí – y miré hacia abajo. Una hermosa caída, de siete pisos, en caso de que me equivocara. Al menos, creo que moriría por el impacto. Tres metros más adelante, había un edificio más bajo. Si saltaba bien, podría lograrlo. Había pasado frente a el cuándo estaba corriendo hacia aquí y aparentemente el lugar aún estaba cerrado. Los lugares cerrados eran geniales: menos muertos, más oportunidades de conseguir suministros.

Run Away [trad/kaisoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora