You

485 99 7
                                    

Viernes, 28 de septiembre

Jongin

Estaba en el campo hace dos años cuando recibí la noticia de que mi madre estaba enferma.

Toda la destrucción, tristeza y sufrimiento que vi en Iraq no me pudieron preparar para el dolor de la noticia de que perdería a la última familia que me quedaba en los Estados Unidos.

Desde que mis padres se separaron y mi madre decidió intentar la vida en América, ella había sido para mí mucho más que sólo una madre. Era mi confidente, mi compañera, mi apoyo y seguridad. Nosotros teníamos un lazo más grande que el fraternal, exactamente por tenernos solo a nosotros mismos.

Pero el cáncer terminal dejaría a los médicos sin opción más que el tratamiento paliativo, que ella podría recibir en casa, desde que alguien le hiciera compañía. Y así, volví a los Estados Unidos, alejándome del ejército.

Cuando la plaga atacó a los EEUU, obtuve noticias privilegiadas de compañeros que aún estaban activos y supe más o menos que hacer cuando los benditos mordedores golpearon mi puerta.

Después de dos meses agonizando, mi madre por suerte, dio su último suspiro algunas horas antes de que los oficiales llegaran en busca de personas para llevarlas en dirección a las áreas segura.

Con los ojos hinchados de tanto llorar, me metí debajo de la cama de mi madre cuando la puerta fue derrumbada por la falta de respuesta a los golpes en la puerta. Cuando vieron el cuerpo sobre el colchón, dejaron de buscar y se fueron, convencidos de que ella era la única presente en la casa.

Salí de mi tonto escondite, inclinándome al lado de su lecho, dejando un beso sufrido en la frente de la mujer que había sido mi madre y padre por todos eso años de mi vida, marcándolo con las lágrimas que intentaba contener a toda costa. Me alejé cuidadosamente, cubriendo su cuerpo con una sábana blanca que saque de una de las gavetas. Aún permanecí varios minutos parado al lado de su cuerpo, despidiéndome sin palabras, buscando coraje que no tenía para abandonarla allí, sin un entierro, sin un funeral.

Bloqueé la puerta de la habitación, esperando que por lo menos ese lugar fuera como un bálsamo para ella. Que el infierno nunca se acercara a ella o a sus cosas. Que el caos nunca estropeara ese lugar.

Me coloqué por última vez el uniforme del ejército norteamericano, sabiendo que la tela resistente me sería útil. Lo complemente con la mochila de las misiones de campo, llenándola con suministros, un saco de dormir y todas las pequeñas cosas necesarias para mantenerme por los menos por algún tiempo. Como arma, me limite a un machete de cortar leña, que estaba en el jardín. Durante el invierno, era mi obligación cortar los troncos para que pudiéramos encender la chimenea, por lo que, no fue difícil encontrarlo.

Mi objetivo era llegar a Corea del Sur.

Mi padre y el resto de mi familia, tanto materna como paterna estaban allí y con algo de suerte, la plaga no llegaría a ese pequeño país asiático.

Necesitaba solo de un transporte que me llevara hasta el último aeropuerto en actividad y me cargara fuera de ese lugar.

Claro que todos mis planes fueron abajo cuando, menos de media hora después de haber salido de casa, mi instinto de filantropía hablo más alto cuando un chico estúpido casi se vuelve comida de los caníbales. Me acerque, aún sin saber si ya no era demasiado tarde para él, al final, una mordedora había clavado los dientes en su brazo.

Clavé la lámina del machete en la cabeza de la mujer, que cayó, finalmente muerta. No espere mucho para sujetar al chico, con los ojos enormes forrados en lágrimas y una palpable desesperación, sacándolo del medio de la calle. Lo pasé por debajo de una puerta de metal, al interior de una carnicería que había sido abandonada por su dueño, y así... Conocí a Do Kyungsoo.

Esa noche, mientras curaba su brazo casi mutilado por la mordida de la mujer, el área segura fue atacado.

Una masacre.

Y cuando la primera barrera cayó, todo comenzó a desmoronarse de una manera extremadamente rápida. Los gritos iniciaron a las 21:42.

Gritos casi inhumanos de tan dolorosos que eran. Dignos de provocar pesadillas, de sacarte horas de sueño, de dejar insana hasta la menta más saludable. Un show de horrores.

Y esa también fue la primera vez que vi a Kyungsoo llorar. Él hundió la cabeza en mi hombro para ahogar su desesperación mientras derramaba el dolor de saber que sus seres queridos estaban allí al lado. Si bien podrían estar del otro lado del mundo, ya que no podíamos hacer absolutamente nada para ayudar. Solo sentarnos y ver. Ver las horas más dolorosas de la vida del pequeño.

El pequeño que permaneció en un llanto doloroso por todo el tiempo que los gritos se hicieron presentes, que así, en lo dicho, hasta parecía poco, pero metidos en esa carnicería, duro todo una vida. Cada segundo arrastrándose como si se riera en nuestra cara y encontrara gracia en nuestro dolor.

El último clamor se calló cerca de las 3:17 de la madrugada.

Y con él, Kyungsoo.

Que paso las siguientes cuatro horas en un estado semicatatónico, principalmente después de ver a su novio gruñendo, en una caminata sin rumbo, frente a la carnicería en la que estábamos. Yo jamás podría reconocer a alguien en medio de esa multitud que deambulaba como un bando de ebrios destrozados, pero él lo estaba buscando. Él necesitaba saber, con la frente pegada a la ventana del segundo piso, en medio de la oscuridad propiciada por las luces apagadas. Nunca llegó a ver a sus padres, pero ese chico con quien el acostumbraba a relacionarse fue como un previo aviso, que gritaba: todos los que conoces, están muertos.

No me queje el haber aparado sus lágrimas durante toda la noche. No sentí que tuviera ese derecho. Podría haber sido un poco más rígido que el chico, pero acababa de perder a mi madre y sabía como debía sentirse. Destruido, amargado, sin esperanzas, asustado, lastimado y posiblemente con un enojo que nunca se iba a borrar.

Esa noche tomé una decisión.

Cuando decidí detenerme para acudir al chico, estaba automáticamente abandonando mi última oportunidad de encontrar un avión que me llevara lejos de ese continente.

Con la media velocidad con la que la plaga avanzaba, sabía que hasta el amanecer, todo el territorio Norteamericano ya estaría en zona roja.

Sin aeropuertos, sin nada que me llevara hasta mi familia.

Abandonar la oportunidad que poseía de tener una vida normal en algún lugar a causa de esos ojos de chocolate, que me miraban con tanta desesperación.

Y que fueron mis compañeros de allí en adelante durante los siguientes meses. Kyungsoo maduró, como pocas personas tenían la capacidad de hacerlo. Se volvió alguien confiable, estable y fuerte delante de todo lo que se derribó frente a nosotros. Y no fue poca cosa.

Aprendió a convivir con las muertes, superó la perdida de las personas que eventualmente se unieron a nosotros, se cortó el cabello largo diciendo que ahora solo molestaba, ganó peso y resistencia, a pesar de aun ser poco confiable en combate cuerpo a cuerpo.

Aunque a final de cuentas Kyungsoo nunca dejó de ser frágil.

Frágil al punto de despertar en mi un instinto incontrolable de protección, aunque evitara al máximo dejar que ese lado mío saliera a la luz. Él tenía que aprender a vivir sin mí. En caso de que algo ocurriera, él tenía que sobrevivir solo. Seria integralmente responsable por mantenerse entero. No solo físicamente, quien hubiera dicho, sino que psicológicamente también.

Yo estaba haciendo todo eso, abandonando todos mis objetivos iniciales para que el sobreviviera. Y de eso hacia cuestión. De su vida.

Y fue en ese asunto de mantenerlo vivo, que me vi entrando en una desesperación incurable cuando llegamos a esa cabaña, en los alrededores de la ciudad.

Allí dentro, al contrario de cualquier walker con el cual podría lidiar fácilmente, había cinco personas armadas. Cada una de ellas apuntando con el caño del arma a nuestras debidas cabezas.

Kyungsoo se detuvo en ese momento, palideciendo.

Yo me detuve, obligando a mi cerebro a funcionar lo suficientemente rápido para poder sacarnos de allí con vida.

O si, en caso de escoger, por los menos sacar al pequeño vivo de ese lugar.

Run Away [trad/kaisoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora